Gabriel Ripstein: "Aquí no hay buenos ni malos"
Gabriel Ripstein: "Aquí no hay buenos ni malos"
Santiago Bullard

Las leyes de la frontera, a veces, se rigen por un código que no distingue entre buenos y malos, entre la corrección y la aspereza: lo importante, en última instancia, es sobrevivir. Esta realidad que se define por la disputa es la que se respira en “600 millas”, la película con la que Gabriel Ripstein (hijo del reconocido cineasta mexicano Arturo Ripstein) inicia su carrera como director, luego de haberse dedicado por muchos años a la producción y a la redacción de guiones para el cine.

 La película gira en torno a la ambigua relación que se genera entre Arnulfo Rubio (Kristyan Ferrer), un traficante de armas mexicano, y el agente Hank Harris de la ATF (Tim Roth), luego de que este sea secuestrado por el primero. En este contexto, la historia refleja cuán complejos son en realidad los conflictos de esta naturaleza (que también es humana).

—El marco en el que se sitúa la historia de “600 millas” es tan crítico como actual: el tráfico de armas entre México y Estados Unidos. ¿Qué te empujó a escoger este tema?

Fue una combinación de varios factores. Llevo muchos años viviendo en Estados Unidos, y es un país en el que no solo es muy sencillo acceder al armamento extravagante y de tipo militar, sino que además se defiende mucho el derecho del ciudadano a portar ese tipo de armas. Yo soy de México, donde se están dando conflictos terribles, con muchas víctimas. De ahí surge una inquietud: ¿de dónde vienen las armas con las que están matando a tanta gente? Y la respuesta está en el tráfico de armas que existe entre los dos países.

—Un desafío con el que has tenido que lidiar al realizar esta película, por el tema que trata, es la de no caer en los extremos del sensacionalismo y el melodrama…

Eso es algo que quise evitar. Cuando se hacen películas sobre temas como este, es muy fá- cil caer en arquetipos y clichés, que al final no hacen más que simplificar el asunto. El tema, todo lo relacionado al tráfico de armas entre los dos países, es en realidad muy complejo. No se trata simplemente de señalar con el dedo y echar culpas. Más bien, hay que desarrollar cada tema con la complejidad que merece. En ese sentido, he trabajado con mucho rigor para hacer notar que aquí no hay buenos ni malos. Así como en el plano internacional hay una corresponsabilidad, mis personajes también tienen su lado amable y su lado maligno. Y del mismo modo que en Estados Unidos se da esta situación con el acceso a las armas, Mé- xico tiene su propia tradición de violencia, que podemos ver todavía. Es un pueblo sanguinario, en el que hay una mezcla terrorífica de hambre y ganas de comer.

¿Ser el hijo de un cineasta reconocido es también un desafío?

Para mí no lo ha sido. Es verdad que vengo de una familia de cineastas (yo soy la tercera generación), pero yo empecé como productor, y luego me hice guionista. Eso me dio autonomía e independencia frente a la figura de mi padre, y en la industria no se me identifica automáticamente con él. Como director, he seguido mis propias inquietudes.

¿Cómo ha sido trabajar con Tim Roth?

Tim Roth? Ha sido un verdadero lujo. Él tiene mucha experiencia como actor, y ha trabajado con cineastas de la talla de Quentin Tarantino, pero también es director. Es un gran aliado, que entiende lo que buscas y te cuestiona siempre, pero con fundamentos.

PROYECCIÓN:
Lugar: Cineplanet Alcázar.

Dirección: Av. Sta. Cruz 814, San Isidro.

Día y hora: Jueves 13 a las 3 p.m.

Entradas: S/.21.

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