Jon Snow (Kit Harington) en la Batalla de Winterfell en "Game of Thrones"
Jon Snow (Kit Harington) en la Batalla de Winterfell en "Game of Thrones"

Son semanas de despedidas de unos seres que no existen, pero que han capturado la atención mundial. Aún quedan tres episodios para que diga adiós. Y con , supuestamente esta franquicia se termina. Ambas ficciones vienen ofreciendo batallas al límite que han agitado a sus fans.



Mientras esos combates se suceden, recordamos otras batallas del arte audiovisual. Se podría mencionar alguna pugna épica de "El señor de los anillos", las confrontaciones descarnadas de "Braveheart" o el feroz desembarco en Normandía de "Salvando al soldado Ryan". Pero sin desmerecerlas, la siguiente lista opta por tres cintas que cuentan con algún rasgo que las hace únicas. Este puede ser una cualidad pionera, un uso del lenguaje del cine que hoy es cada vez más difícil de hallar o una narrativa decididamente fuera de lo común.

1. "Ran" (1985), del director japonés Akira Kurosawa: hito absoluto del cine bélico, que asombra aún más por la carencia de esa borrachera digital que hace que muchas películas del Hollywood actual parezcan incomprensibles. Los combates de "Ran" son una cumbre del género, sin truculencias de por medio (aquí se evita esa trampa infantil de un protagonista al borde de la muerte que aniquila a un antagonista con una acción o arma sorpresiva). La guerra deviene en un retrato sobrecogedor de la ferocidad e irracionalidad humana.

Se trata de una versión personal de “El rey Lear”, de Shakespeare. Kurosawa traslada esa tragedia al Japón feudal para seguir a una familia desintegrada por el apetito de poder. Al triunfar la estupidez, las distintas facciones se enfrascarán en una guerra, como si la naturaleza humana fuera irremediablemente autodestructiva.

La violencia explota. La sangre se derrama. Los colores estallan (la dirección de fotografía de "Ran" es de antología). Y en medio de la conmoción, el drama filial y la culpa: un padre que es incapaz de mantener a sus hijos unidos.

2. "Alexander Nevsky" (1938), de Serguéi Eisenstein: este cineasta soviético fue un mago del montaje dialéctico del cine basado en la combinación de la tesis con la antítesis para dar con una síntesis (plano de un rostro inmóvil + plano de un plato de comida = hambre). En "Alexander Nevsky", este tipo de montaje no se contempla precisamente, pero la edición y la sucesión de sus imágenes son igual de admirables (nada está puesto al azar o con ganas de impresionar gratuitamente).

"Alexander Nevsky" recrea el combate de 1242 en el lago Peipus (en la frontera actual entre Estonia y Rusia), más conocida como la Batalla del Hielo. Ahí el protagonista lucha por la República de Nóvgorod contra las fuerzas militares y religiosas de la Orden Teutónica.

La secuencia central de la batalla es impresionante. Es, sin dudas, una de las cimas de la depuración formal de Eisenstein. Y lo milagroso es que la calculada puesta en escena no menoscaba la fuerza o el poder de sugerencia de los planos. Se espanta la rigidez. Se impone la contundencia artística.

3. "La delgada línea roja" (1998), de Terrence Malick: Es una de las películas de guerra más atípicas. El misterioso realizador estadounidense –Malick suele esquivar las apariciones públicas– rompe con la linealidad del relato y hace que la voz en off de cada protagonista –en su mayoría militares– exprese sus deseos y temores, como si el espectador se sumergiera en sus conciencias. La suma de esos pensamientos da forma a una suerte de voz universal. Todos provenimos de una misma esencia.

Esa vocación filosófica está acompañada de un combate memorable y despiadado en la isla de Guadacanal, durante la Segunda Guerra Mundial, entre las fuerzas estadounidenses y japonesas. ¿Cuándo el hombre se pervirtió? ¿Cuándo el paraíso se corrompió?

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