Phantom Thread. (Foto: AP)
Sebastián Pimentel

Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis), uno de los diseñadores de vestuario más cotizados de Europa, vive con su hermana Cyril (Lesley Manville), quien además es la administradora del negocio. Obsesivo en su oficio, este aristócrata es también el creador de una rutina asfixiante. Sus parejas eventuales no tardan en emular a maniquíes de mármol que, tarde o temprano, deberán abandonar la estancia de un genio que ya no las quiere.

Paul Thomas Anderson, el mismo director de “Puro vicio” (2014) –uno de los mejores de su generación junto a Quentin Tarantino y James Gray–, entrega en "Phantom Thread" (“El hilo fantasma”) una película que dialoga con su magistral “The Master” (2012). En esta última, se trataba de la relación entre dos hombres: el mitómano fundador de una secta y su discípulo, ex soldado alcoholizado de mente díscola. Dos espíritus enloquecidos que disputan un poder casi metafísico de uno sobre el otro. En “El hilo fantasma”, otro duelo toma forma. En una de las primeras secuencias, que marcará la pauta susurrante de toda la cinta, Woodcock elige a su presa en un restaurante de provincia. Ella es Alma (Vicky Krieps), mesera de mirada perspicaz que, luego de alcanzar el desayuno al misterioso caballero, acepta su propuesta para cenar. Estamos en los años cincuenta. Allí, Alma debe encajar en el rol pasivo que él ha reservado para ella.

El romanticismo de Anderson es agónico, delirante. Y muy cerebral. Es una nueva lectura de Pigmalión: Woodcock busca a Alma porque ve en ella a una mujer modelo, un cuerpo perfecto; en ese trance, ella corre el riesgo de convertirse en un decorado. Pero, por otro lado, es el diseñador quien, a fuerza de sus hábitos laborales, vive una evasión de sí mismo, de sus afectos. ¿Dónde está, pues, el “alma”, el corazón de Woodcock?Los espacios del filme, envueltos y desenvueltos por finos movimientos de cámara, son parte de una mansión glamorosa, aunque envenenada por la alianza del antihéroe y su hermana Cyril. Los tiempos y compartimentos distribuidos por la mente demiúrgica de Woodcock aprisionan a una Alma que decide dar pelea: la actuación implosiva de Day-Lewis versus la insolencia sutil y seductora de Krieps. Ambos libran una guerra de ambiguos sometimientos que se pliegan como los vestidos suntuosos de Woodcock.

Pero los misterios y las terribles bellezas de “Phantom Thread” esconden otros elementos de interés. Por ejemplo, la figura evocada de la madre del protagonista, espectro perturbador que rivaliza con la figura de Alma. Es esa dimensión tenue, alucinatoria o mortuoria del filme –que está invocada por la iluminación suave e íntima– la que será minada desde dentro por el drama de la pareja. Pero también se plantea un choque de clases, donde la altiva aristocracia europea se convierte en otro obstáculo para la heroína. Por otro lado, los silencios son siempre angustiantes, en tanto los ruidos que hace esta muchacha bella, tierna e ingobernable atentan contra el orden del gran señor. Los múltiples valores sonoros incluyen a Jonny Greenwood, quien aporta una música en cascada que no es usada como efecto de apoyo sentimental, sino como pasaje de transición.

Mediante la estrategia del ‘racconto’, este también es un viaje en el tiempo que desmonta, como en más de una obra de Luchino Visconti o Alfred Hitchcock, un juego de poderes cruel, siniestro. El mismo que reclama una legitimidad amorosa, afectiva, por la que el espectador deberá atreverse a pensar. “El hilo fantasma”, como los grandes filmes, formula una cuestión metafísica: el duelo soterrado en el que la mujer lucha por hacerse del espíritu del hombre que ama, uno que al parecer solo puede resucitar desde la enfermedad de Woodcock, desde los despojos de su propio cuerpo. Paul Thomas Anderson nos ha dado otra obra maestra.

​La ficha

“El hilo fantasma”
Título original: “Phantom Thread”.
Género: drama. País y año: EE.UU., 2017.
Actores: Daniel Day-Lewis, Vicky Krieps, Lesley Manville.
Director: Paul Thomas Anderson.
Calificación: ★★★★★

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