“Mi tiempo es tuyo”, le dice a un hombre una cabina con una imagen interior que parece evocar a Jesucristo. “Masas para las masas. Nosotros somos las masas. Por el partido y por todos, masa somos”, dice el hombre encerrado allí, como si fuera una especie de oración o mantra, antes de contarle a la imagen, y a la voz que la acompaña, las recientes y sorpresivas irregularidades de una vida que debería seguir marcada por la rutina puntual y anodina.