Oscar 2016: nuestra crítica de la cinta nominada "Spotlight"
Sebastián Pimentel

Las investigaciones periodísticas ya han dado algunos clásicos de Hollywood y de la historia de las nominadas a los . Menciono un par de obras maestras: “Todos los hombres del presidente” (1976), de Alan J. Pakula, basada en el trabajo de los periodistas Woodward y Bernstein sobre el caso Watergate; y “Zodiac” (2007), de David Fincher, que cuenta el seguimiento privado del caricaturista del “San Francisco Chronicle”, Robert Graysmith, al caso de un misterioso asesino en serie de California.

"Spotllight", de Thomas McCarthy, película nominada al Oscar 2016 y que se ve en los cines peruanos con el título de “En primera plana”, está en esa senda por varias razones. Estas son cintas en gran medida intelectuales, de angustias cinceladas por una nueva pieza en el rompecabezas. Películas de oficina, de duelos verbales y ramificaciones inesperadas; sin Sherlock Holmes ni Marlowe, y con la perspectiva coral hecha de reporteros de hijos pequeños y vidas ordinarias. Los puñetazos o eventuales disputas por revolver se convierten en tazas de café y conversaciones nerviosas por teléfono; las calles peligrosas se cambian por elucubraciones nocturnas en bibliotecas públicas, o entrevistas a lápiz y papel.

En el fondo, se trata de la transformación contemporánea del que fuera uno de los géneros sociales por excelencia del cine estadounidense –el ‘film noir’–, donde la ciudad se presta a una radiografía reveladora, y donde los medios de comunicación compiten con la policía. Ahora, lejos de la soledad existencialista de los detectives de la posguerra, todo parte de la vida doméstica de los periodistas y se dirige a una meta de magnitud desconocida: los rostros de los entrevistados –ya sean amas de casa, políticos, autoridades, abogados o sacerdotes– comienzan a dar señales de que la ciudad de Boston está enferma, de que esconde un tinglado o red de podredumbre que cuesta mirar de frente.

Ya sabíamos del rigor y la lucidez de McCarthy para tratar temas sensibles, como el de la inmigración ilegal en “The Visitor” (2007). Retomando esas virtudes, en el filme que me ocupa –sobre las víctimas de los abusos sistemáticos de los prelados de la Iglesia Católica de Boston, investigados por un diario local– se evita la fácil manipulación de sentimientos. Un ejemplo: la cámara se aleja de los rostros antes de que ocurra algún estallido de llanto y, gracias a esa forma de sugerir el sufrimiento, tenemos que imaginarlo, y nos perturba con más fuerza. A la vez, el dolor se hace reflexivo.  

"Spotlight" evita concentrarse en un solo personaje. Su materia prima es una telaraña casi invisible. Michael Keaton, como el jefe de la unidad de investigación, da vueltas en torno a sus compañeros de trabajo, y, luego, en torno a algunos personajes ligados a las altas esferas de la comunidad. La cámara explora, sobre todo, esos rostros atildados que han hecho un pacto secreto, y que siempre buscan impedir que el sistema de poder se quiebre. Desde el personal de atención en un archivo público hasta los representantes legales de la Iglesia, todo parece invitar al silencio y a la renuncia.
Pero la indagación no parece llevarnos a la raíz del mal. Los religiosos permanecen fuera del campo de visión. Lejos de personificar el mal, se trata de una plaga difuminada entre las piezas de un extraño ajedrez. La peste, que condena al infierno a cientos de personas desde la infancia, infecta sin discriminación, incluyendo a las devotas abuelas que, lejos de acusar a los prelados, prefieren hornearles galletas, voltear la mirada, y continuar con su compromiso y su fe eclesiástica.

Esta pesadilla de círculos concéntricos y que parece reproducirse a perpetuidad, adquiere un tono letárgico que la hace más enigmática. En tanto, McCarthy evita los contrastes expresionistas y opta por una luz otoñal, cruda, casi blanca. Este velo hace que las imágenes sean casi monócromas, además de cotidianas, en una especie de metáfora visual de un adormecimiento generalizado que aprueba el crimen. "Spotlight" está llena de sutilezas, evita la exageración y prefiere golpear en los intersticios silenciosos de sus tomas. Una cinta sobria y compleja, de las mejores entre las nominadas al Oscar 2016 en la categoría a Mejor Película.

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