"Sully": nuestra crítica del nuevo filme de Clint Eastwood
Sebastián Pimentel

Chesley Sullenberg (Tom Hanks), experimentado piloto de avión, pasa por algunas compras de rutina en el aeropuerto. Después, ya en la cabina, conversa con su amigo, el copiloto del vuelo con menos años a cuestas, Jeff Skiles (Aaron Eckhart). Bromean. Luego se ponen serios para el despegue. El avión, un Airbus 320, lleva 155 personas a bordo. En pleno inicio del viaje, un escuadrón de aves impacta los motores de la nave. Entonces Sully –como le dicen en su círculo íntimo– maniobra un avión sin propulsión por los cielos de Nueva York. ¿Qué debe hacer? ¿Volver al aeropuerto o acuatizar en el río Hudson?

Este tormento es la sustancia del filme, algo que no es extraño en la obra del director . En su cine, todo gira en torno a una pregunta moral y una elección definitiva. Una decisión que marcará toda una vida y que le dará sentido incluso al propio pasado. ¿Qué hacer? Eso también se preguntaba en “Million Dollar Baby” (2004) Frankie Dunn, el entrenador de Maggie, boxeadora que luego de una pelea queda parapléjica y cuya única salida digna, deseada por ella misma, es morir.

Tom Hanks, quien ya había encarnado con éxito al héroe de un navío marítimo secuestrado por piratas en “Capitán Phillips” (2013) –también inspirado en un caso de la vida real–, interpreta en Sully a un hombre tenso, ensombrecido. Como el filme se concentra en la investigación posterior al accidente y a la hazaña, lo vemos distante, torpe, perdido en sus propios pensamientos. La paradoja es clara: Sully es un héroe para la gente y los medios, pero para las autoridades es un probable culpable.

Como es ya una costumbre de su última etapa, Eastwood se ha convertido en un duro fustigador de su sociedad, así como en un poeta del tiempo. Su clasicismo es en realidad un modernismo. La estructura del filme, como la de “J. Edgar” (2011), por ejemplo, intercala momentos del pasado reciente, ensueños, pesadillas y recuerdos de la infancia. El filme es también una inmersión en la vida del protagonista que desde un inicio quiebra la línea temporal, desde la comparecencia vergonzosa que soporta en el hotel donde está recluido.

Y es verdad: la prueba final de Sully, más que con el incidente del avión, tiene que ver con el proceso mencionado. Eastwood hace que este se vuelva más terrorífico, más cruel que el accidente. Las pruebas que hacen los científicos con las máquinas simuladoras, las presiones de las diferentes compañías, la revisión de los restos del avión y la caja negra, el aislamiento de su familia, etc., logran un dramatismo sobrio y punzante. Eastwood lo deja claro: en una sociedad deshumanizada, un hombre ya mayor tiene que demostrar su valor y dignidad frente a unos jóvenes pedantes llenos de estadísticas y herramientas tecnológicas.

Pero lo formidable de “Sully” no son sus clímax, sino la sutileza con la que está hecha de principio a fin: la invitación a trotar por Nueva York que le hace su amigo una noche antes del juicio, las conversaciones con su esposa o las evocaciones en medio del barullo. Con sus imágenes celestes, casi etéreas, aunque fatídicas como sus sueños, esta es la historia de un hombre viejo, pero también la historia de un triunfo. Una declaración de principios que se hace sin estridencias y que se filtra, entre tiempo y tiempo, como una personal poética del recuerdo sin fin.

“Sully: hazaña en el Hudson”
Puntaje: 4/5
Título original: “Sully”.
Género: drama. País y año:
EE.UU., 2016.
Director: Clint Eastwood.
Actores: Tom Hanks, Aaron Eckhart, Laura Linney.