"Todo bien". (Foto: Difusión)
"Todo bien". (Foto: Difusión)
Sebastián Pimentel

En el cine, el rostro femenino siempre fue el de la dramatización por excelencia, el plano de la expresión histérica o sufriente, el lienzo del dolor en forma de pasión convulsa. Lo sabía el danés Carl T. Dreyer, cuando dirigió a Maria Falconetti en una “La Passion de Jeanne d’Arc” (1928) que hacía, del cine, un estudio del rostro como única vía de conocimiento del alma. Entiéndase por alma a la libertad de los afectos encarnados.

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