Vida de Lurgio Gavilán llega al cine con guión de Vargas Llosa
Fernando Vivas

He leído su biografía y no sé si el Perú esté listo para asimilarla cuando se convierta en película ambiciosa. Me asombro de que Lurgio Gavilán se haya sentido listo para contarla. Habrá quienes rechacen indignados su fase senderista, cuando, según su propio relato, se enroló en el radicalismo porque “fui tras de mi hermano”. Era 1983 y tenía 12 años. Al poco tiempo, estaba sumido en el pánico y la alerta permanente, pues los mandos terroristas no solo asesinaban a militares y ronderos, sino también a sus militantes si cometían una falta tan humana como dormirse haciendo guardia. Una noche fue obligado, junto a cinco chicos, a ahorcar a una compañera que se enamoró de un policía. Al cabo de dos años, Lurgio albergaba sueños de deserción, pero la violencia –y la suerte– decidieron por él.

Habrá quienes recelen de su pase al Ejército. Fue tras una emboscada. Lo cuenta con cierta frialdad, pues quiere compartir su historia sin poses ni desgarros. Hoy es antropólogo y sabe lo útiles que son las historias de vida para sociedades que necesitan comprenderse antes de reconciliarse: “Unos instantes más y habría muerto. Intenté gritar torpemente […] ¡Viva Gonzalo! ¡Viva Lenin! ¡Viva Marx! […] Cuando volví en mí, el teniente me estaba hablando y me pedía guiar el camino de regreso a la base militar” (pág. 99).

El oficial que pudo rematarlo lo usó de guía para volver sano y salvo a su base. En medio del horror, ese gesto de confianza es uno de los momentos más conmovedores. Los extremos emocionales se tocan. Pero Lurgio no subraya nada; solo nos cuenta cómo el teniente, a quien consideraba su padre, lo hizo asimilarse a la vida del Ejército, lo hizo cabito y lo ayudó a terminar el colegio. También le tocó participar, como soldado, en operaciones atroces.  

Y habrá quienes digan “esto es demasiado, no me lo creo” cuando lleguen a su conversión en fraile. Pero la clave es leer a Lurgio con el mismo desprejuicio con el cual él ha contado todo. Y confiar en él, porque en torno a su desfogue sin furia ni resentimiento, hubo religiosos y antropólogos que lo animaron a publicar. Uno de ellos, el difunto Carlos Iván Degregori, escribió el prólogo y resume en una línea su odisea: “Después de pasar por las tres instituciones totales (SL, ejército e Iglesia) más connotadas de la historia del Perú, Lurgio es un hombre libre” (pág. 13).

NO ES UN CAMALEÓN

Conversando con amigos que leyeron el libro, evocamos la figura de Zelig, el camaleón de Woody Allen. ¿Es Lurgio un personaje camaleónico porque adaptó diferentes identidades? Pienso que no. Lo que hay en él son fases acumulativas, experiencias que decantan una personalidad capaz de tomar distancia de todo lo que le tocó vivir para contarlo.

Lo llamé a México, donde vive con su mujer y su niña (tiene, además, un hijo mayor en el Perú), pues prepara su tesis doctoral en la Universidad Iberoamericana.

¿Crees que la sociedad peruana está preparada para tu historia? "Creo que no. El libro no lo empecé a escribir pensando en el público. Y ahora estoy sorprendido, me han llamado ex soldados que quieren contar su vida, me invitan a hablar ante jóvenes y niños. Y me ha pasado, pero es uno entre 100, que un escritor llamó a la universidad quejándose de que permitieran estudiar a un criminal de guerra. Cuando vino a México Alfredo Crespo (del Movadef), participé con preguntas y me llamó la atención que insistía en el 'derecho del pueblo a conocer la verdad de la guerra'. Entonces, escribí un artículo, hablé de masacres y atrocidades. No es posible terminar en un abrazo fraterno mientras los arquitectos de la violencia sigan vivos".

Luego de oírlo, le digo a Lurgio que no lo veo como un camaleón, pero sí con una gran capacidad de adaptación: "Lo que pasa es que a tantos niños simplemente nos tocó vivir la guerra interna. Nadie elige vivir esas cosas. Cuando estabas en SL y querías escaparte, te mataban. Entré al Ejército porque me capturaron, era difícil salir". ¿En cambio, sí decidiste entrar al convento? "Comenzaban los tiempos de paz, me orientaron las monjitas".

Lurgio ha sido asediado por cineastas y documentalistas impactados por su historia. Francisco Lombardi y su habitual guionista Giovanna Pollarolo hablaron con él; también el documentalista Javier Corcuera y la reportera Mariana Sánchez Aizcorbe. Pero Luis Llosa se había adelantado y le compró los derechos. Le dijo que escribiría el guion con Mario Vargas Llosa, y que este quería conocerlo.

¿De qué hablaste con Vargas Llosa? "Fue muy ameno. Tomamos un café, hablamos de Ayacucho y de Uchuraccay" [MVLL hizo un informe sobre la masacre de periodistas que allí aconteció]. Antes de despedirme, le digo que su vida dará un nuevo giro tras la película: "No lo sé. Cuando salió el libro, di muchas entrevistas. Sigo siendo Lurgio y quiero estar al lado de mi familia".

TATUAJES EN LA MEMORIA

Llamé a Luis Llosa para que me contara cómo iba el proyecto. "Es un libro muy interesante, pero todavía no hay una película allí. Hemos trabajado con Mario [Vargas Llosa] la adaptación y hemos terminado una primera versión. Hace unas semanas fui a México, a hablar con Lurgio. Ha hecho anotaciones muy puntuales que nos ayudan a legitimar cómo hablaban los personajes".

Le pregunto a Lucho si mantendrán las fases en la vida de Lurgio: "Nos estamos concentrando en las dos primeras, la de fraile es una suerte de epílogo, es como una consecuencia de la guerra". ¿Cuándo rodarán? "Hacia junio. Vamos a intentar ir a Ayacucho, aunque razones de producción podrían llevarnos a otro sitio. El año pasado, aprovechamos la Semana Santa ayacuchana, y viajamos con Mario a hacer trabajo de campo. Conversamos con mucha gente, recorrimos varios lugares y surgieron cosas para la adaptación que no están en el libro".

Daniel Lazo, el ganador de la primera temporada de "La voz Perú", declaró días atrás que trabajaría en una próxima película de Luis Llosa. No dio más detalles. Le pregunto a Lucho si Daniel haría el papel de Lurgio: "Hemos hablado con él. Es una posibilidad. El punto de partida es la manera extraordinaria en que canta 'Adiós pueblo de Ayacucho'. Pero he hecho contactos en México que podrían determinar traer a otros actores".

Le hago a Lucho la misma pregunta que a Lurgio. ¿Estamos listos para esta historia? "Es un reto. Todos los que vivimos esa época hemos sido víctimas. ¡Cómo no herir susceptibilidades! Pero Lurgio es una voz autorizada porque vivió la guerra". ¿Ya tienen título? "Sí, 'Tatuajes en la memoria', es una frase del libro".

Si la película se rueda en junio, quizá la veamos estrenada a fines de año, sino en el 2016. El libro de Lurgio se reeditará en tiempos de trance político, y con él, se reavivará la polémica de qué tanto vale reabrir heridas. Vargas Llosa dedicó una columna a la historia que ahora adapta y dijo: "Es un libro que deberían leer todos esos jóvenes que todavía creen que la verdadera justicia está en la punta de un fusil" (“El País”, 16/12/2012).

Al ex senderista imberbe y por lo tanto inimputable, al cabito accidental, al fraile chancón, al académico maduro; la vida aún le guarda una sorpresa. Y él nos guarda otras que querrá contar.

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