La Feria Cachinera es impulsada por la antropóloga Alejandra Dávila y el musico Andrei Marambio.
La Feria Cachinera es impulsada por la antropóloga Alejandra Dávila y el musico Andrei Marambio.

En el año en que cumplían una década de vida, todo cambió. La Feria Cachinera, proyecto joven e independiente bastante activo, tuvo que cerrar sus puertas por el estado de emergencia decretado por la pandemia del COVID-19. Y con ello se vieron paralizados los negocios de decenas de emprendedores que ofrecían sus productos y servicios en un espacio fresco, dinámico y esencialmente comunitario.

Pero el proyecto de Alejandra Dávila y Andrei Marambio –una antropóloga y un músico– no podía quedar en el aire. Por suerte, desde un tiempo atrás, ya estaban planeando habilitar un portal web en paralelo a su espacio físico. Y esa idea tuvo que acelerarse y concretarse por obligación, debido al confinamiento. Es así que hace unos días entró en funcionamiento , un ‘marketplace’ que reúne a las marcas que solían participar de la feria, pero ahora instaladas en el escenario virtual que demanda la tan mentada nueva normalidad.

“Ha sido todo un proceso de adaptarnos a la venta digital. Muchas de las marcas que formaban parte de la Feria Cachinera no tienen tienda ni página web, y dependen de estos espacios alternativos de venta. Y han tenido que aprender a utilizar la plataforma, cobrar por Internet, virtualizar sus productos. Nosotros mismos que la organizamos también”, explica Marambio.

En el camino, desde luego, ha habido algunas complicaciones y cambios obligatorios. Por ejemplo, el hecho de que el número de marcas se haya reducido. “En la feria había más de 60 marcas, porque incluso tenían stands compartidos –agrega el organizador–. Además, como se generaba expectativa de las fechas en que la feria se desarrollaría, en esos días iba un montón de gente y no había tanta competencia entre marcas del mismo rubro. Eso es diferente ahora”.

Hoy, el mercado virtual de la feria se ha quedado con casi 40 marcas. La reducción se da para que cada una pueda generar más ventas, sin tener que competir y anularse entre ellas. “Además lo hemos reducido porque es una experiencia nueva. Estamos aprendiendo mucho en el proceso”, señala Marambio.

En el Mercado Cachinero se reúnen casi 40 marcas que ofrecen una gran diversidad de productos.
En el Mercado Cachinero se reúnen casi 40 marcas que ofrecen una gran diversidad de productos.

DINÁMICA RENOVADA

La vivacidad de la feria es otro aspecto que buscan rescatar. Si antes destacaban como un punto de encuentro y confraternidad, hoy las pantallas de una laptop o un teléfono se interponen. Aun así, intenta revertir la situación: ya han realizado dos talleres (que eran una de sus actividades con más demanda), pero esta vez a través de Zoom y Google Meets. Y también han organizado dos conciertos virtuales, los de Clara Yolks y Naïa Valdez, ambos con buena acogida.

“Es verdad que la cercanía y la presencia son irrecuperables, pero de estas experiencias virtuales hemos percibido que la interacción incluso puede ser mayor –dice Marambio–. En los conciertos, por ejemplo, los oyentes pueden escribirle al artista y este puede contestarles, todo de una manera más íntima. Entonces lo que nos queda claro es que es necesario adaptara. Todo esto tiene limitaciones, pero también nos abre las puertas a oportunidades a las que hay que sacar provecho”.

Al margen de las marcas que acogen en su web, el equipo de la Feria Cachinera (ahora Mercado Cachinero) se reduce a Dávila y Marambio, y al apoyo que reciben en temas de diseño y programación. Atrás quedó la red que habían formado con proveedores de equipos de sonido o de toldos, o con quienes les alquilaban el local. Consultados sobre la posibilidad de recibir estímulos del Ministerio de Cultura, afirman que evalúan postular. Mientras tanto, las ganas y el ánimo se mantienen bien en alto.

El dato


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