Almudena Grandes: "Yo solo le pido a un libro que me emocione"
Almudena Grandes: "Yo solo le pido a un libro que me emocione"
Redacción EC

México  (EFE)

Después de 25 años como novelista, la española Almudena Grandes se reconoce como una autora anticuada que no recomienda libros a nadie porque ve la literatura como un campo sagrado para emocionarse y no para ganar sabiduría.

"La literatura es el territorio de la emoción. Leer me gusta casi más que escribir, pero no leo para ser más sabia, para eso están la universidad y las enciclopedias. Yo solo le pido a un libro que me emocione", dice en entrevista con Efe.

Grandes, de 54 años, presenta en México la novela "Las tres bodas de Manolita", tercera entrega de una serie sobre la Guerra Civil española que comenzó con "Inés y la alegría" y "El lector de Julio Verne", y continuará con tres libros más.

El volumen narra la historia de una joven que se hace cargo de cuatro hermanos y enfrenta muchas adversidades, pero muestra una gran persistencia para defender la alegría y la felicidad. "Alegría es una palabra importante en la serie. Esta es la novela de la gente que va andando por la acera", asegura.

Vestida con una blusa azul y pantalón negro, mueve un cigarro con su mano zurda adornada con un reloj color plata y mientras hace gestos para enfatizar las palabras, califica a Manolita como una superviviente entre las mujeres educadas para casarse que se quedaron solas por la guerra y salieron adelante.

"Muchas como ella tuvieron nietos ingenieros, arquitectos y médicos y eso es un capital enorme de la sociedad española de postguerra que no ha sido reconocido", señala.

ESCRITORA CON DISCIPLINA
Comenzó a escribir la obra en el verano de 2010 y la concluyó el año pasado, en los días en que se cumplió el 50 aniversario de la publicación de la legendaria novela "", de Julio Cortázar. "Ha sido mi libro de cabecera, no me di cuenta de la coincidencia; de haberlo sabido, me hubiera parecido un presagio buenísimo", comenta.

Mientras habla, mira a los ojos de su interlocutor y se califica a sí misma como una escritora decimonónica. Insinúa no ser supersticiosa, pero acepta tener manías como la de escribir siempre en el mismo lugar y no imprimir nada hasta terminar.

"Soy muy prusiana. Cuando empiezo una novela escribo todos los días, en Nochebuena, Navidad, y en mi cumpleaños. Trabajo siempre en un cuarto pequeñito y nunca cambio las cosas de la paredes ni los muebles ni los adornos", revela.

Mientras está en el proceso de creación fuma y bebe litros de té, verde, rojo o moruno. En verano toma más agua y una de sus reglas es no poner el título de la obra hasta colocar el punto final.

"Soy casi neurótica con la estructura; eso es lo que sostiene el libro. Mientras escribo, corrijo a toda hora y al acabar dejo reposar la novela y cuando vuelvo por ella, le quito 100 o 150 páginas", agrega.

Aunque en México ha dado decenas de entrevistas sobre la novela, le ha quedado tiempo para jugar su juego favorito, leer. En estos días anda emocionada con la novela "El gran golpe", sobre cómo Franco se apoderó de la Falange, y tiene en espera "La estrella del Diablo", del escritor noruego Jo Nesbo.

GUSTO POR CÉSAR VALLEJO
"Doy muchos bandazos, leo de todo. Como no estudié literatura en la Universidad, no leo con un orden. A un libro le doy 30 páginas, si no sirve, lo descarto porque no me queda mucho tiempo de vida y sí mucho por leer", señala.

Es amiga del cantautor , con quien comparte el gusto por la poesía del peruano César Vallejo y la pasión por el club , aunque suelen hablar más de literatura.

"Lo conocí en el bar 'La Mandrágora' donde él cantaba en los años ochenta y nos reencontramos porque mi marido, Luis García Montero, es poeta y dio clases en la Universidad de Granada cuando Joaquín estudiaba allí. Sabina es noctámbulo y yo me duermo temprano porque soy novelista. Él se burla de eso, pero no le hago caso", cuenta.

Es considerada una de las plumas más finas de España, pero muestra humildad al identificarse como una aprendiz de los narradores del siglo XIX y de Benito Pérez Galdós. "Lo descubrí cuando tenía 15 años, mi abuelo Manolo tenía las Obras Completas de Galdós y me encontré con la novela 'Tormento'", dice.

Sus ojos brillan cuando acude a los recuerdos y no esconde su devoción por el escritor muerto hace casi 100 años, a quien considera un padre en el hermoso oficio de escribir. "Tal vez don Benito tenía un plan para mí porque a partir de ahí me enganché hasta hoy", acepta.

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