El concurso Historias de solidaridad muestra relatos de apoyo fraterno durante los lamentables episodios presentados con el fenómeno de El Niño costero. (Foto: Jorge Merino/ USI)
El concurso Historias de solidaridad muestra relatos de apoyo fraterno durante los lamentables episodios presentados con el fenómeno de El Niño costero. (Foto: Jorge Merino/ USI)

"Cómo quisiera retroceder el tiempo", le dijo uno de los voluntarios a mi compañero. "¿A qué te refieres?", respondió.

"Sí. Solo hace tres días estos niños reían. El lodo y las piedras que ahora arrastra la naturaleza no alcanzaban sus rodillas. Sus muñecos y sus frazadas no estaban a kilómetros de aquí. Aún jugaban fútbol allí. Sí, allí. Allí donde ahora solo ves charcos y obstáculos”.

Era cierto. Quizá si retrocedemos el tiempo –tal cual película de ciencia ficción- podríamos evitarlo, pensé. Continuamos cargando las cajas y alimentos. Levantamos rocas, madera y basura. Y fue ahí cuando encontré un robot. De aquellos que funcionan con una sola pila. A los que basta con apretar un botón para que mencionen una enigmática frase. Pero no recuerdo la frase, recuerdo a un niño que vino corriendo hacia mí.

“Por fin lo encontraron”, exclamó. Casi con los ojos llorosos. No tardó en llevárselo para jugar con él en un lugar que acabábamos de limpiar. Era feliz. Se había olvidado, por unos momentos, de la situación minutos atrás.

“¿Habré retrocedido el tiempo?”, pensé. Hace tres días las cosas eran distintas. Pero en el lapso de tres minutos, la felicidad había regresado ante sus ojos.

No dudé en contarle a mi compañero. “Tal vez no podemos retroceder el tiempo, pero podemos crear uno mejor”. No fueron esas sus palabras. No las recuerdo bien. Pero es lo que entendí. Hace tres días las cosas eran distintas. Hace tres minutos, también. “En tres días, tres meses o tres años, las cosas pueden mejorar”, pensé. Y seguimos cargando cajas y alimentos. Levantamos rocas, madera y basura.

Tal vez podríamos encontrar otro robot.

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