Beto Ortiz. (Foto: Allen Quintana/ USI)
Beto Ortiz. (Foto: Allen Quintana/ USI)
Enrique Planas

Soñar con su madre en un tren. Describir la soledad. Recordar la humillación. Enumerar las viandas sobre la mesa limeña de los cumpleaños infantiles de los años 70. Denunciar que el teléfono celular te vuelve cerebralmente inútil. Compartir el dolor, ironizar sobre el periodismo. Emulando el registro de su amada Yma Súmac, entona los temas agudos y los más graves en "De dudosa procedencia", libro que suma ensayos y crónicas para capturar la experiencia de quien acaba de cumplir 50 años y tiene mucho que decir tras soplar las velitas.



—En tu libro hay pesimismo y desencanto...
Aburrimiento del periodismo, fue lo que me dijo mi editor, el poeta Manuel Fernández. El título del libro debería ser "El periodismo no sirve para nada".

— ¿Aburrimiento? No tienes 70 años, tienes solo 50...
Siempre me he adelantado un poco. Cuando comencé como practicante en el suplemento "No" en 1988, Lucho Freire me dedicó así un libro suyo: "A Beto Ortiz, autobiógrafo prematuro". Siempre estoy escribiendo autobiografía prematura.

— "De dudosa procedencia" puede leerse como un testimonio generacional. ¿El libro sería lo que es si no hubieras cumplido 50 años?
Probablemente no. Soy hijo único, pero vengo de familia numerosa. Muchos tíos y decenas de primos. Durante toda mi infancia y adolescencia viví inmerso en parrilladas domingueras, misas, matinés infantiles. Creo haber adquirido allí el lenguaje que me sirve para escribir: el lenguaje de las tías, lleno de refranes, valsecitos y palabras desaparecidas.

Lectura de Beto Ortiz.

— Lenguaje de nuestra idiosincrasia cortesana, lleno de eufemismos...
Sí, pues, los limeños nunca terminamos de decir las cosas. Pero a la hora de escribir, esas palabras resultan expresivas.

— ¿La televisión es el terreno del eufemismo?
Sí, claro.

— ¿Eso no te afecta como escritor?
La televisión te obliga a ser fácil, entendible, digerible. Te limita el vocabulario. El hacer un programa diario es profundamente empobrecedor, terminas hablando como coleguita, como si narraras el noticiero. De hecho, el título del libro tiene que ver con eso. No sé en qué momento los periodistas empezamos a sentirnos obligados a usar un lenguaje ficticio. ¡Nadie dice fémina, ni galeno, ni burgomaestre!

— El problema es que llevas el micro a la calle y la gente reproduce las mismas palabras.
Claro. Repiten palabras que ni las entienden ni son parte de su realidad. Por ejemplo, encuentro gente en la calle que me pregunta por mi ráting en el AB. ¡Todo el mundo habla de eso, aunque no tenga idea de qué significa!

— El poder de los medios es un tema muy presente en tu libro. ¿Cuán real es el poder actual del periodista?
La idea de que el periodismo te da poder es la razón por la que tanta gente que no estudió la carrera terminó de periodista.

— ¿Piensas que el gremio terminó como refugio de profesionales frustrados de sus respectivas carreras?
Lo has dicho de una manera más cruel, pero sí. Lima funciona con relaciones, argollas, tarjetazos. Ahora se habla mucho de lobbies, pero los limeños hemos sido lobbistas naturales desde antes que se conociera ese concepto. Y mucha gente entra al periodismo por eso. Yo llegué al periodismo político por accidente. No es por dármelas de puro, pero nunca me ha interesado aspirar a ese tipo de poder.

— ¿El poder de un periodista televisivo hace 20 años era mayor que el que tiene hoy?
Creo que hoy el poder es mayor. Si bien la costumbre de sentarte frente a la televisión a las 10 de la noche para ver el noticiero ya no existe, ni mucho menos la costumbre de esperar al domingo para ver los reportajes, su poder se ha multiplicado con las redes sociales. Lo que puedas decir en pantalla en tiempo real solo importa si en Twitter alguien lo está rebotando. Es un juego interactivo que antes la televisión no tenía.

— Uno de los textos más divertidos es un listado de "principios" del periodismo. Lo curioso es que tú mismo has roto cada uno...
Soy un experto en cometer errores. Por ejemplo, el principio que dice que tumbarse al gobierno no es chamba del periodista. Hubo una época en que todos los periodistas estaban obsesionados con encontrar el correo electrónico, la factura, la fotocopia, la grabación, el video que se tumbe al gobierno. Es una manera de hacer periodismo en la que muchos hemos caído. A mí me pasó con Toledo.

— ¿Qué sientes al ver a Toledo en su condición actual?
Tuve una época en que cultivé el rencor con dedicación y disciplina. Pero es una etapa superada. Como a todos, me indignaba que siguiera dándose la gran vida en Palo Alto. Pero no me siento como una víctima.

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