Carla Guelfenbein: “Siempre estuve cerca del mundo más joven"
José Silva

La escritora chilena volvió al Perú para presentar “Contigo en la distancia”, obra con la que ganó el Premio Alfaguara de Novela 2015. El libro cuenta la historia de tres personajes (Horacio, Daniel y Emilia) girando alrededor de la protagonista (Vera Sigall) --una escritora de culto inspirada en la brasileña Clarice Lispector-- que al inicio del relato sufre un misterioso accidente que debe ser esclarecido.

Este thriller psicológico lleva al lector a recorrer dos épocas: la de los años cincuenta y la actual. En cada momento queda claro el talento de su autora para penetrar en los sentimientos y el amor de los seres humanos.

Conversamos con Carla Guelfenbein sobre “Contigo en la distancia”, novela que ya está a la venta en las principales librerías de Lima.

-Dentro de esta investigación que usted hizo sobre la escritora brasileña Clarice Lispector, ¿cuál fue el aspecto que más le llamó la atención?

Yo había seguido desde muy joven la obra de Clarice Lispector. Tuve oportunidad de leer sus libros traducidos a varios idiomas durante varios periodos de mi vida, pero creo que el punto de inflexión se dio cuando leí su biografía, que tiene varios aspectos parecidos a la mía. Ambas familias huyeron de Ucrania, casi por la misma época y por los mismos motivos. Su familia fue a recalar a Recife (Brasil) y la mía a Chile. Eso de alguna manera te marca. Ella es hija de una generación de migrantes en condiciones muy terribles. Su madre fue violada por un batallón de rusos y terminó muriendo de sífilis.

-Tuvo un pasado muy duro…

Claro, y un pasado del que ella nunca hizo referencia. Cuando uno lee su obra no podría deducir que (Clarice) tuvo ese terrible pasado. No escribió sobre eso. Lispector creó un mundo imaginario que es propio de ella, sin referencia directa a su pasado. Ella siempre decía que era una escritora brasileña, no una autora ucraniana. Y eso fue un intento por encontrar una identidad, por hallar un lugar al cual pertenecer después de haber sido depositaria de una tradición de migrantes. Y eso fue un poco lo mismo que hicieron mis padres. Ellos también hicieron ese mismo proceso psicológico, lo que devino en que yo no reciba un legado con respecto a la historia de mis abuelos. No los conocí. Entonces escribí la historia de mi personaje, Vera Sigall, y de alguna manera mi propia historia también.

-¿Se podría decir que Vera Sigall (la protagonista) tenía la capacidad de manejar la vida de varias personas a la vez?

No es que el personaje de Vera maneje la vida de los demás, sino que de alguna manera su fuerza interior perdura cuando ella está en coma. El personaje principal de la novela es uno que al comienzo (del relato) no existe porque está en coma. Por lo tanto, no es que maneje nada.

-Pero todos dan vuelta alrededor de ella…

Sí, pero es por una especie de imán que ella tiene para interesar a los otros, y que logra incidir en sus vidas. Vera nunca tuvo la intención de manejar la vida de nadie. De hecho fue una gran solitaria, que hizo su vida como quiso y que puso por encima de todo su labor de escritura.

Carla Guelfenbein durante su visita a Lima.

-Dicen que la primera imagen importa mucho. Su novela inicia con un misterioso accidente. ¿Concibió siempre la historia teniendo este punto de partida?

Siempre pensé que la novela tenía que comenzar así, con Vera cayendo por las escaleras.  Concebí esta historia como un thriller policial, en el sentido de ¿quién echó por las escaleras a la protagonista? Es un thriller policial pero por sobre todas las cosas uno psicológico. Comienza con un evento que tiene que detonar el resto. Es la base de la estructura.

-En su novela “Nadar desnudas” se aprecia la intención por cruzar lo íntimo con lo histórico. ¿Se puede decir que ocurre lo mismo en “Contigo en la distancia”?

Creo que más se da esto en “Nadar desnudas” que en esta nueva novela. En la primera hubo más voluntad de cruzar las historias personales con una más grande. En este caso, la base son las historias personales y que sin embargo tienen dos momentos en el tiempo: los años 50 y la época actual.

-¿Cuánto le costó trabajar a un personaje como Horacio? No solo por ser hombre sino por las características que lleva detrás.

Creo que fue uno de los personajes que menos me costó porque lo entendí muy bien desde el comienzo. Supe sus características y me fue fácil ingresar a su ser y ver el mundo desde allí. Además, creo que la distancia entre yo como escritora y él es gigante. Eso también te da una cierta libertad como para ir por los caminos que te vaya llevando. En cambio, Emilia --que es un personaje mucho más cercano a mí-- me costó mucho más. Estaba muy cerca, era mucho más cautelosa, más temerosa con su voz, hasta que finalmente logré 'sacarla'.

-¿Se pone algún tipo de plazo entre libro y libro?

No. Creo que lo peor que uno puede hacer en literatura es ponerse plazos, metas, porque es algo que tiene que llegar hasta las últimas consecuencias, en términos de corrección y además está el lado instintivo y esto último no lo puedes encajonar en tiempos.

-¿Cómo sobrevivir a un premio tan importante como el Alfaguara?

Creo que nunca debes perder el centro. Me protejo muchísimo en términos físicos. Duermo temprano, hago gimnasio, nado mucho cuando puedo. Trato de no perder mi centro y cumplo mis labores de forma profesional. Esa me parece la clave.

-En Hollywood se cuestiona un supuesto machismo que impide que las mujeres directoras de cine asuman grandes proyectos. ¿Cree que pasa lo mismo en la literatura?

No es que no haya mujeres escritoras. Existen muchas y son muy leídas, pero sí creo que existe un gran prejuicio con respecto a la literatura femenina. Y son prejuicios que tienen que ver con tradiciones. La mujer se integró tarde al mundo de la literatura. De hecho las primeras escritoras publicaban con seudónimos masculinos. Fue un ingreso tardío y se pareció a un castillo protegido por lo masculino. Eso todavía lo estamos viviendo y lo que se considera prejuiciosamente es que la literatura femenina no es universal, como sí lo es la de los hombres. Es como anacrónico. Y así hay otros tantos prejuicios que recaen sobre la literatura femenina.

-Hay mucha presencia de personajes jóvenes en sus historias. ¿Hay alguna razón en especial?

Siempre he estado cerca del mundo más joven. Ahora he decidido escribir una novela que de alguna manera reunirá todo eso, mi aproximación innata con las generaciones más jóvenes. No es que tenga un afán de atraer al público joven, sino que es algo que nace de mi propia escritura. 

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