Los reyes Felipe VI de España y Letizia Ortiz en la inauguración del IX Congreso Internacional de la Lengua Española. Desarrollado en Cádiz (España). El evento se planeó originalmente para desarrollarse en Arequipa, Perú.
Los reyes Felipe VI de España y Letizia Ortiz en la inauguración del IX Congreso Internacional de la Lengua Española. Desarrollado en Cádiz (España). El evento se planeó originalmente para desarrollarse en Arequipa, Perú.
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Enrique Planas

Es una ciudad antigua, que desde siempre ha visto zarpar tantos barcos para verlos luego regresar cargados de objetos valiosos. Cádiz es la ciudad donde se inauguró este lunes, en el céntrico Teatro Falla, templo laico de la cultura popular, la novena edición del . Una ciudad peninsular, pero también profundamente latinoamericana, hermanada por la constitución liberal de 1812, y que se imagina a sí misma como un espejo de la Habana, tal es su espíritu hibrido y mestizaje cultural. “Aquí la pureza no existe”, decía la escritora Elvira Lindo en la ceremonia de inauguración.

Embanderada por entero, hasta el jueves 30 de marzo, la ciudad albergará debates enfocados en el mestizaje y la multiculturalidad. La cancelación de Arequipa como sede, “por conocidas circunstancias” a decir del Rey Felipe VI, y por cada funcionario de la academia, no se profundizó más allá del eufemismo. Y si bien hablar de la ausencia de Mario Vargas Llosa y su atronador silencio era un tabú en los pasillos del teatro, sí parece claro que la posibilidad de que la Ciudad Blanca sea la sede siguiente está al alcance: “Esperamos que sea una nueva sede en el futuro”, señaló el monarca en la ceremonia.

Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, recitó unas líneas de Vallejo para centrar el tema del debate. “Este es un viaje de ida y vuelta: Arequipa en Cádiz y Cádiz en Arequipa”, destacó el también poeta, quien agradeció a los funcionarios de la cancillería peruana por el esfuerzo realizado desde el 2019 para la celebración del congreso. Y lamentó que “las circunstancias hicieran inviable” su realización en la Ciudad Blanca.

La lengua española es el territorio común de lo único y lo diverso, mantiene a lo largo de los años su unidad y respeta los matices de sus 500 millones de hablantes y sus mundos anchos, pero nunca ajenos”, añadió aludiendo al peruano Alegría. “Algunos teóricos se incomodan por la palabra “mestizaje”, porque piensan que esconden en su interior una ofensa al indígena. Sin desconocer que hay mucho mestizo que desprecia al indígena, igual que hay mucho blanco supremacista que desprecia al mestizo, me atrevo a asumir otra conciencia del mestizaje: un modo de reconocer los procesos históricos y abordar nuestra propia identidad con un sentido de pertenencia abierto, sin considerar al otro como una amenaza”, señaló García Montero. Una definición a la que luego se adhirió la escritora Soledad Puértolas, que a su turno en la inauguración recalcó: “La riqueza es la diversidad, el mestizaje es nuestra vida. El gran hecho cultural de América Latina es el mestizaje, ese debe ser el sello del mundo hispano”.

Sin duda, las palabras más conmovedoras resultaron las del escritor nicaragüense Sergio Ramírez, quien rindió homenaje al colega ausente, el escritor Chileno Jorge Edwards, recientemente fallecido. Luego ofreció un revelador testimonio sobre el destierro, un tema que el premio Cervantes ha sufrido en carne propia. En reflexiones que de forma velada se dirigían a la dictadura de Daniel Ortega, el escritor señaló: “Cerca del lago Xolotlán en Nicaragua, pueden verse unas huellas que quedaron impresas en el lodo hace dos mil años. Pies de adultos y de niños en su huida de una erupción volcánica. Desde entonces, siempre hemos estado huyendo de algo: terremotos, huracanes, guerras civiles y tiranos”.

El tirano que envejece en su cama, siempre otro, siempre el mismo. Sus mandamientos y arbitrariedades siguen imponiendo el silencio y condenan al destierro. Es un rostro sobrepuesto al viejo rostro de la fantasmagoría”, señaló el escritor, a quien el gobierno nicaragüense retiró este año la nacionalidad, en un acto ilegal y repudiado por la comunidad académica.

Las palabras del Premio Cervantes tuvieron como contexto, además de la persecución del gobierno de Ortega contra él, la inédita medida de la Asamblea Nacional, dominada por el presidente, de cancelar la personalidad jurídica de la Academia Nicaragüense de la Lengua, un despropósito sin precedentes en sus 94 años de existencia. “El poder, cuando quiere ser absoluto, mal disimula su inquina contra la imaginación”, afirmó Ramírez. “Las tiranías hacen pagar con el destierro, borran la fecha y lugar de tu nacimiento. La arbitrariedad caprichosa se adueña de la cabeza del tirano, que sueña con hacernos desaparecer con el poder de su deseo”, añadió el escritor, que citó a otros autores proscritos y exiliados por otras dictaduras, como Luis Cernuda, Stefan Zweig o Juan Gelman. “Cada quien ha tenido su dictadura, su pedazo de pan amargo”, lamentó el nicaragüense. “La lengua nos lleva a todas partes, nos quita cárceles y destierros y nos libera. La mía es una lengua sin fronteras, la lengua que nadie puede quitarme, y de la que nadie puede desterrarme. La lengua que es mi patria”, añadiendo enfático, en medio de aplausos.

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