(Ilustración: El Comercio)
(Ilustración: El Comercio)
José Carlos Yrigoyen

Desde el comienzo de la pandemia que nos acosa, se ha difundido ampliamente una versión del origen del coronavirus que lo reduce a una serie de coincidencias fortuitas ocurridas en un mercado de animales vivos de Wuhan, China, cuya consecuencia fue el contagio de una persona a través de la codiciada carne del pangolín. Esta posibilidad es en cierto modo consoladora, pues pinta el desencadenante de la tragedia como una imprevisible casualidad que nos libera de cualquier culpa y nos convierte en inopinadas víctimas del azar.

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