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Crisol y la crisis que afrontan las librerías en el Perú - 1
Juan Carlos Fangacio

En el mismo año del , la cadena de librerías más grande del Perú parece a punto de colapsar. Los motivos de sus respectivas crisis son diferentes, pero refleja lo que somos: un país que le da la espalda a sus libros.

El caso de es increíble: en diez años pasó de tener dos tiendas a tener 32 –el 50% del país–; y de facturar S/5 millones anuales a casi S/80 millones. Hoy, sin embargo, su deuda asciende a casi S/17 millones, según la revista “Semana Económica”, y de acuerdo a fuentes  consultadas en el mercado editorial, solo a dos editoriales les debería más de S/10 millones. Hubo rumores de que San Martín Contratistas –empresa minera y de construcción– pensaba adquirirla, pero la firma indicó que no se encuentra en ningún proceso de compra.

Se debe tener en cuenta que para Crisol el aspecto económico siempre fue prioritario, pues no se trata de una librería tradicional, sino de un negocio netamente comercial. Se parece más a un 'retail' que a un sueño de Borges. “Es una librería supermercado –dice el librero y crítico Gabriel Ruiz Ortega–, pero que cumple una función involuntaria de alcanzar el libro a personas no acostumbradas a leer. Por eso su posible desaparición generaría un gran impacto”.

Una ex trabajadora de Crisol que prefiere mantenerse en el anonimato cuenta que la cadena nunca dejó de ser rentable, pero que su peor momento empezó el año pasado, cuando Carbajal diversificó sus negocios. Vender juguetes y artículos deportivos lo sobrepasó. “Fue una apuesta demasiado grande. Las importaciones excedieron lo que se podía posicionar. Todo se hizo al caballazo”, explica esta fuente.

LIBREROS EN EL TIEMPO
Para colmo de males, el golpe sufrido por Crisol ha venido acompañado del , su gerente general desde el 2006 y quien la llevó al pico de su éxito. Carbajal estaba enfermo desde hace varios meses (algunos atribuyen el origen de los problemas de Crisol precisamente a su mermada salud), pero siempre mantuvo un perfil contradictorio: por momentos fue un cliché del emprendimiento –“Vengo de una familia muy humilde, que ha hecho de todo por sobrevivir”, solía decir–, que lo llevó a revolucionar el negocio y a ser presidente de la Cámara Peruana del Libro durante cuatro años; por otro lado, fue una figura elusiva a raíz de varias denuncias: fue vinculado con los diarios chicha del fujimorismo, con compras irregulares del Ministerio de Educación durante la gestión de José Antonio Chang, su amigo y socio.

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Jaime Carbajal, fallecido el último lunes, revolucionó el negocio librero.

Y la historia de las librerías en el Perú es una de desapariciones. Pasó hace poco con La Casa Verde y estuvo cerca de ocurrirle a la mítica El Virrey. De las librerías más tradicionales, la de Juan Mejía Baca, en la vieja calle Los Huérfanos (gran nombre para albergar a libreros y lectores), solo pervive en anécdotas. Eran épocas en que un librero podía ser editor de un poeta como Martín Adán y a la vez dirigir la Biblioteca Nacional. Hoy, en esa institución acéfala se roban libros lanzándolos por las ventanas envueltos en bolsas de basura.

MANUAL PARA SOBREVIVIR
para subsistir puede resultar emocionante, pero ciertamente no debería estar pasando. Es lo que acaba de hacer Estruendomudo para recaudar unos cientos de dólares que amortigüen el difícil momento que atraviesa. Su director, Álvaro Lasso, menciona entre los desencadenantes de su crisis “la falta de seriedad en los pagos del más del 50% de las librerías limeñas”.

¿Cómo sobrevivir a esta situación? ¿Estamos ante el final de una era o solo es una crisis transitoria? Una de las principales amenazas es la que representan Amazon u otros servicios delivery que motivan que la gente reciba libros a domicilio. Cada vez son menos los que se mueven para buscar un libro: ahora el libro los busca a ellos.

Carlos Lorenzo, español radicado en el Perú y dueño de la librería barranquina La Libre, asegura que en España las librerías de barrio han tenido que reestructurarse para subsistir. “Han aparecido librerías que son a la vez cafés o que ofrecen una buena carta de vinos –explica–. Y lo más importante: rescatan la función del librero, conocen los gustos del cliente, les recomiendan lecturas”. Y acaso esa sea una de las carencias de Crisol: la frialdad despersonalizada de una librería que funciona más como un centro comercial.

¿Seguirán viviendo las librerías como espacio de visita y tránsito en esta era de intercambio virtual? En su ensayo “Vender el alma”, Romano Montroni explica la riqueza de la corporeidad: “El polvo es un tema de vital importancia para un librero. Se limpia el polvo por la mañana, durante la primera media hora, de arriba abajo y en el sentido de las agujas del reloj. Al desempolvar, el librero memoriza dónde se encuentran los libros y los conoce físicamente”. Y en esa metáfora polvorienta radica su vitalidad y también su posible fracaso.

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