Crítica al libro “Un ser de cristal y sueño. Antología”
Crítica al libro “Un ser de cristal y sueño. Antología”

La inmediatez de las recientes tendencias en producción literaria parece pregonar, en circuitos que gozan de visibilidad y poder, el olvido de los clá- sicos modernos de nuestra tradición. Debe sospecharse de las calculadoras y sus socios, es decir, la harta desidia o miedo dictados por la imperiosa rentabilidad. Y resulta obvia también la necedad atrevida de los editores (con salvedades), especialmente de los que gestionan el llamado “plan lector”.

Por ello, es positiva la aparición de “Un ser de cristal y sueño. Antología”, justo homenaje a la figura y legado de (1924-1965), uno de los grandes escritores del Perú contemporáneo. Los dos últimos años han sido ciertamente conmemorativos: en el 2014 se evocaron cinco dé- cadas de “Lima la horrible”, y en el 2015, medio siglo de la desaparición física del autor. Este cuerpo de textos fortalece una revaloración de su aporte, gracias al empuje de estudiosos como Alejandro Susti, encargado de la selección y la nota preliminar.

Desde el principio, llama a admiración la versatilidad de Salazar Bondy en todos los campos de la palabra, de la que este conjunto elegido por Susti brinda cuenta acertada. Y la empresa es doblemente saludable porque incluye piezas dramáticas que no habían sido difundidas o no son de frecuente representación en las tablas locales, lo que también, por supuesto, constituye una injusticia descomunal. “El rabdomante”, “Ifigenia en el mercado” o “El fabricante de deudas” están obligados, por su calidad, a figurar entre los más importantes hitos del teatro peruano. A su apropiación original de las grandes conquistas del lenguaje moderno, a la manera de Brecht, Ionesco o Beckett, se suma al conocimiento exhaustivo de la dramaturgia de todos los tiempos. De ellas fluye la perspectiva radical y crítica de este creador de izquierdas en torno de la sociedad peruana y de la cultura criolla –a las que fustiga con dureza– y de la humanidad.

Retrata así la innegable crisis de la civilización. Respecto de los seis cuentos (proceden, en su mayoría, de “Náufragos y sobrevivientes”), es apreciable la factura realista y sobria de estas narraciones ancladas en una línea atendida por la Generación del 50. Emergen la ciudad personaje, la clase media arribista y pauperizada, las estrecheces morales y las ilusiones perdidas, que sintonizan con el espíritu de su época. Y de la lectura de sus trabajos de prensa –a los que Salazar Bondy se dedicó con pasión–, en torno del paupérrimo nivel de educación o una urbe atiborrada de cemento, brota una terrible sensación: de 1957 a la fecha nada cambió aquí.

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