Día de la Reforma Protestante: Ahondamos en la revolución de Martín Lutero
Día de la Reforma Protestante: Ahondamos en la revolución de Martín Lutero
Teresina Muñoz-Najar

Se le conoce como “reforma” pero el historiador Rafael Sánchez-Concha, profesor del Departamento de Humanidades de la PUCP, prefiere llamarla “revolución” o “cisma”. Y es que aquel 31 de octubre de 1517, luego de que Martín Lutero clavara en la puerta de la capilla del Palacio de Wittenberg, en Alemania, las 95 tesis que sustentaban sus discrepancias con la Iglesia Católica, se armó tal revuelo que por poco va a la hoguera. En efecto, en 1521, el emperador Carlos V, alarmado por las consecuencias de la rebeldía de Lutero –y la cantidad de seguidores que ya tenía–, lo hizo comparecer ante una instancia del Sacro Imperio Romano Germánico, en la Dieta de Worms. Esta, después de interrogarlo por dos días, emitió un decreto que lo señalaba como delincuente. Se había convertido en hereje.

“Se salvó porque el príncipe de Sajonia (estado natal del insurrecto) le consiguió un salvoconducto para que huyera”, señala Sánchez-Concha. A su parecer, Lutero no fue un reformador, sino un revolucionario. “La reforma es un cambio interno y lo que él hizo fue salir de la Iglesia Católica para formar la suya propia y formular doctrinarios”. El eje o nervio de su propuesta, relata el historiador, se basó en la afirmación “solo nos salvamos por la fe”. ‘Sola fide’.

— ¿En qué momento ocurre su transformación?
Primero, es importante saber que mientras estaba en la universidad, Lutero tuvo un accidente al caer de su caballo. Como se espantó, se encomendó a la Virgen y a Santa Bárbara, prometiendo que si se salvaba se haría monje. Luego, cuando ya vestía el hábito agustino, viajó a Roma en compañía de su prior con la intención de hablar con el papa Julio II. Como este no los recibió pues estaba en el norte, luchando contra un señor feudal, Lutero se llevó una muy mala impresión de él. Tampoco le gustó el clero romano. Y a su regreso pasó por un proceso terrible: la tentación de la tristeza. Tuvo un profundo agobio de escrúpulos, sentía que como no tenía una verdadera vocación, estaba engañando a Dios. Tenía pesadillas y soñaba con su condenación.

— ¿Qué o quién lo sacó de esa depresión?
Encontró la salida, el alivio, al leer la carta de San Pablo a los Romanos, capítulo 1, versículo 17: “El justo por la fe vivirá”. Entonces, las puertas del paraíso se le abrieron de par en par. Dedujo: si soy cristiano, tengo fe y a Dios en el corazón, estoy predestinado para ser salvado. Lutero consideró, a partir de esa lectura, que las obras piadosas no servían para nada. Hablamos de ayudar a los pobres, del martirio ascético, de la penitencia, por ejemplo. Ahí estaba la herejía. Él niega las obras pías y también el libre albedrío, es decir, la libertad que Dios da al hombre para elegir entre su salvación y la condenación. También niega la razón, en tanto que la razón conduce a la libertad.

— ¿Qué es exactamente una herejía o qué características tiene?
1. Es un error en materia de la fe que uno profesa. 2. Es la discriminación de los elementos de la fe. 3. La herejía se argumenta: el hereje defiende su posición y tiene seguidores. El problema es que en su tiempo la herejía estaba vinculada a la política: tiene prosélitos, genera una secta, la secta genera una iglesia y esa iglesia reclama un estado territorial.

— ¿Cuáles son los cambios que propone Lutero respecto del catolicismo?
Confunde sentimiento con consentimiento. O sea, tentación con pecado. Para él basta ser tentado para haber pecado. Solamente se nutre de la Biblia (“sola fide, sola scriptura”), para él no hay tratados de teología, ni cartas pastorales, ni catecismos, ni santos padres de la Iglesia. Para él prevalece la verdad individual sobre la colectiva. Además, de los siete sacramentos solo reconoce dos, el bautismo y la cena del Señor, que no es lo mismo que la eucaristía, porque para Lutero no hay transustanciación (transformación del pan y el vino en el cuerpo y sangre de Cristo), sino consustanciación (coexistencia del cuerpo y sangre de Cristo con el pan y el vino).

— También hay un tema relacionado con las indulgencias, ¿verdad?
Siendo fraile, Lutero se enfrentó al papa León X que mandó vender indulgencias (a fin de que los difuntos salieran pronto del purgatorio) para terminar la construcción de la cúpula de San Pedro. Es famosa la polémica que tuvo con el dominico Johann Tetzel por este motivo. Yo pienso que llegó incluso a ridiculizar el tema de las indulgencias.

— ¿Cómo definirías a Lutero?
Fue un pensador importante sin llegar a equipararse, por ejemplo, a Tomás de Aquino. Además, su pensamiento es irregular. Era un castigador, un fustigador. Unas veces se muestra suave, dulce, y otras es grosero. Hay que reconocerle la promoción de la alfabetización en Alemania. Y es que cuando terminó la Dieta de Worms, se refugió en el Castillo de Wartburg y tradujo la Biblia al alemán a fin de que todos la leyeran. Es autor asimismo de un libro terrible, “De los judíos y sus execrables mentiras”, que siglos después los nazis emplearon como justificación para el Holocausto. Es el primer texto antisemita de la historia moderna.

— ¿Es de Lutero que se desprenden todas las iglesias protestantes?
De Lutero se desprenden los calvinistas, puritanos, congregacionalistas, metodistas, etc.

— Actualmente hay un acercamiento entre protestantes y católicos...
Sí, claro, a partir del ecumenismo de Juan XXIII hay un acercamiento muy amable. Además, el papa Francisco ha puesto una estatua de Lutero en el Vaticano, cosa que a los integristas no debe haberles gustado mucho.

— No obstante, hasta los integristas son más tolerantes que en los tiempos de Lutero…
Sí. Y es que el mundo se ha secularizado.

MÁS DATOS
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-Lutero nació el 10 de noviembre de 1483 en Eisleben, Sajonia, estado del Sacro Imperio Romano Germánico. En ese tiempo, el emperador era Maximiliano de Austria. El sucesor fue su nieto Carlos V.

- La lengua alemana moderna comienza con la publicación de la Biblia de Martín Lutero. Esta fue impresa en 1534.

-Según Noticiacristiana.com, hay 900 millones de protestantes en el mundo. De estos, alrededor de 74 millones son luteranos.

-El historiador Rafael Sánchez Concha es autor de “Santos y santidad en el Perú virreinal” (2003), “Miradas al Perú histórico” (2012) y “Del régimen hispánico. Estudios sobre la conquista y el orden virreinal peruano” (2013).

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