Portada de "El demonio camuflado en el asfalto". (Foto: Difusión)
Portada de "El demonio camuflado en el asfalto". (Foto: Difusión)
José Carlos Yrigoyen

Cada vez se hace más notoria una tendencia dentro del agitado panorama de la narrativa peruana reciente: la de ciertos jóvenes autores interesados en explorar los sectores populares de Lima por medio de referencias culturales de la posmodernidad que han marcado su andadura generacional. Al mismo tiempo, en desmedro del realismo, dejan constancia de su afinidad con géneros marginales en la cartografía de nuestra tradición. Es el caso de Luis Francisco Palomino, quien en “Nadie nos extrañará” modela con humor un San Juan de Miraflores particular desde la parodia pop, los recovecos más hostiles del mundo de los videojuegos y conflictos adolescentes entre calles mal iluminadas y hacinadas cabinas de barrio.

Otro ejemplo es “Quien golpea primero golpea dos veces”, de J. J. Maldonado (Lima, 1990), que fuera comentado en esta columna hace pocas semanas. En sus páginas, Ñaña, localidad donde vive el autor, es transfigurada en un espacio convulso e inasible a través del influjo del cómic, el anime y el cine distópico. En algunos cuentos, el consistente perfil de los personajes los salvaba del riesgo de la gratuidad y la inverosimilitud; en otros, todo se derrumbaba bajo el extenuante peso de un lenguaje artificioso, libresco y alambicado, que repasaba la mayoría de lugares comunes hallables en cualquier escenario posapocalíptico de ocasión.

Como para reafirmar la tendencia antes señalada, Maldonado, junto a Leonardo Ledesma Watson (Lima, 1988), otro novísimo narrador de similares motivaciones, acaba de publicar “El demonio camuflado en el asfalto”. Son cuentos que, amparándose en la ciencia ficción y en las posibilidades de lo fantástico, recogen el reto de la creación de compactos universos autónomos concebidos a partir de alusiones a lugares reconocibles de la Lima urbana y periférica. Maldonado insiste con su Ñaña de pesadilla. Ledesma, por su parte, elige la sombra de los complejos vecinales del barrio de Matute.

En lo que respecta a Maldonado, sus relatos no ofrecen mayor diferencia con los de su libro anterior. La propuesta es idéntica, pero los resultados son menos disfrutables. “Balas con alas de mariposa”, historia de incomprendido amor lésbico con acentos cyberpunk, está diseñada con la lejanía y frialdad propia de los ejercicios. La trama se reduce a un ‘patchwork’ de tópicos en el que los protagonistas toman decisiones definitorias y las llevan a cabo sin que comprendamos con claridad el porqué de sus móviles. “Pueblo Lavanda, una creepypasta”, a pesar de un comienzo muy prometedor, se diluye en la limitada eficacia del juego de planos de realidad que sostiene la narración. “Las vacas flacas del Apocalipsis” me parece lo mejor de esta cosecha, aunque tampoco se salva de algunos vicios retóricos de los que Maldonado –en constante búsqueda de un lugar de enunciación más firme– no consigue sacudirse todavía.

En cambio, lo de Ledesma Watson constituye una auténtica sorpresa. Su manifiesto propósito –presentar un Matute sobrecogedor, acosado por el terror cósmico y extrañas apariciones y desapariciones que pueden ser obra de lo maravilloso o de la locura colectiva– se cumple con solvencia. Aunque el primer cuento, “Sarah, Robert Stark y los Aliens”, peca de diálogos explicativos demasiado enrevesados y de vacilaciones a la hora de privilegiar los momentos valiosos de la historia, en “Recolectores” y “El laberinto de la hormiga” Ledesma se revela como un competente creador de escenas y atmósferas, logros que potencian la intriga sobre la que sus personajes se mueven y sospechan. Mucho tienen que ver las enseñanzas de Cortázar –el mismo autor lo confiesa en la solapa–, pero asimismo resuenan James Ellroy y Philip K. Dick, quienes en esto de los demonios son indudable autoridad.

LA FICHA

Autores: J. J. Maldonado (★★★★★) y Leonardo Ledesma (★★★★★).

Editorial: Revuelta.

Año: 2020. Páginas: 146.

Relación con los autores: conocidos.


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