Roger Santiváñez llena un vacío con su libro de memorias.
Roger Santiváñez llena un vacío con su libro de memorias.
/ El Comercio/ Penguin Random House
José Carlos Yrigoyen

Una frase hecha dictamina que la mejor biografía de un poeta está en sus poemas. Es una afirmación arbitraria y prescriptiva: prácticamente obliga a quienes escriben versos, sin argumentos de por medio, a no intentar vías alternativas para expresar su mirada vitalista sobre aquellos acontecimientos que los han deslumbrado y transformado. Como ocurre con toda frase hecha, hay muchas excepciones que la rebaten. Entre ellas debemos contar a El sentido de la soledad de , una prueba de que el testimonio -llamémosle memoria, autobiografía, autoficción- de un hombre que construye poemas no tiene por qué ser redundante.

Este libro resulta atípico y valorable pues cubre un vacío historiográfico relevante: el de una versión orgánica de primera mano acerca del devenir de la escena poética peruana de los años setenta y ochenta que describa con conocimiento de causa y profundidad el arco político, creativo y comunitario en el que se debatieron esos muchachos airados e ingenuos, quienes insistieron en su aspiración de vivir en poesía dentro de un país que dramáticamente se pauperizaba, se tugurizaba, se desintegraba. Que creyeron posible asir la imagen que se va entre huelgas feroces, guardias de asalto, militares fascistoides y el dogmatismo revolucionario. Dicha época está muy bien narrada y comprimida en estas páginas tan tiernas como convulsas.

El autor es parte de la memoria viva de nuestra poesía, una figura que protagonizó sus más memorables sucesos, derrotas y conquistas. Mediante estas vivencias ha edificado una vasta mitología personal. Nada de raro hay en esto: no existe poeta mayor o menor que no la haya pretendido forjar. La cuestión es si se cuenta con suficientes materiales para ello, si esa mitología particular goza de los cimientos necesarios para hacerla creíble. En ese aspecto, a Santivañez le sobran credenciales. De su viaje a Piura a Lima con la meta de conocer a los poetas peruanos que leía obsesivamente en la casa paterna, pasando por la fundación del colectivo La Sagrada Familia, el fracaso del gran megagrupo La Unión Libre, su afiliación a la segunda épica etapa de Hora Zero hasta la instauración del Movimiento Poétiko Kloaka -el grupo más decisivo de los peligrosos ochenta-, lo de Santiváñez es una aventura repleta de fe en la palabra, en la amistad de sus colegas -seres disímiles que basculan entre el carnaval y la épica-, en el ardor carnal por las bellas jóvenes de cuyo recuerdo hace fogoso catálogo.

Santiváñez paseó por la “zona dark” de la periferia limeña y emergió manipulando “la lengua que se habla en el centro de Lima después de medianoche”, presto para emprender una de las máximas renovaciones en el lenguaje de la poesía peruana en las últimas cuatro décadas al menos: la que motivó Symbol, quizá su libro mayor, ese que nos demostró palmario que había vida luego del británico modo. Una latencia vital tan generosa como intransferible para quienes pretendieron continuarla. El sentido de la soledad es una pertinente apostilla a esta obra poética: la historia de la consecución estética a través de una experiencia privada que se consagra a la búsqueda de la epifanía que permitió contemplar “figuras locazas en el cielo”, sustrato de una de las emanaciones líricas fundamentales del fin de siglo pasado.

"El sentido de la soledad"
De Roger Santiváñez

Editorial: Literatura Random House

Año: 2022

Relación con el autor: amistad

Valoración: 3.5 estrellas de 5 posibles

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