Enrique Planas

La Lima de 1881 era muy distinta a la de hoy. Por entonces, un tercio de su población era extranjera, en su mayoría europeos y chinos. Era una ciudad onírica, señorial, aquella a la que siempre le cantó el criollismo. Esa ciudad ya no existe, como tampoco existen para la historiografía (tanto peruana como Chilena) aquellos tres años en que la llamada Ciudad de Los Reyes fue ocupada por el ejército del país del sur. Tres años perdidos, olvidado todo lo resistido por sus habitantes. Estos vacíos en nuestra historia le llevaron al poeta y ensayista Bruno Pólack a escribir “La ciudad que no existe” (Planeta), detallada investigación en la que, en lugar de investigar en batallas o contar los milímetros de blindaje de las naves en combate, desmilitariza lo heroico para revelarnos cómo la sociedad limeña que resistió la ocupación tenía también muchísimas conexiones familiares con el país del ejército invasor.