Albert Camus, periodista francés y ganador del Premio Nobel de Literatura junto a su magna obra "El extranjero" (1942).
Albert Camus, periodista francés y ganador del Premio Nobel de Literatura junto a su magna obra "El extranjero" (1942).
/ AFP

Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé”. Menos de quince sílabas fueron necesarias para uno de los inicios más impactantes de la literatura universal. Meursault acaba de recibir un telegrama del asilo de ancianos en el que vivía su madre, con la noticia de su fallecimiento. No parece dolido o sorprendido, mucho menos desesperado o abrumado por la pena. Simplemente se une a los hechos como un elemento inerte llevado por el viento con absoluta naturalidad, sin apenas un leve temblor de rodillas, sin conmoverse aparentemente con nada. “Por el momento, es un poco como si mamá no hubiese muerto. Después del entierro, por el contrario, será un asunto resuelto y todo habrá revestido un aire más oficial…”, piensa después. La historia empieza a seguir su curso como si no fuera necesario hacer nada para evitar o causar nada.

“¿Es así como se sienten o reaccionan los seres humanos hoy?”, deben haberse preguntado no pocos lectores al encontrarse con este libro cuando fue publicado en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial. En junio de 1940, los nazis habían hecho su ingreso triunfal a una París temblorosa y desolada. Por supuesto, nada volvió a ser igual ni se volvió a sentir como antes. Tampoco a leer, aunque entonces era difícil imaginar que, en ese contexto, podría editarse uno de los libros que cambiaría para siempre la literatura del siglo XX. Menos de un mes antes de que Hitler se paseara bajo la Torre Eiffel o por los Campos Elíseos, , de 29 años, le había puesto punto final a “El extranjero”, una novela que fue calificada como “existencialista”, aunque el propio autor renegara de ello. “Yo no soy existencialista. Sartre y yo siempre nos sorprendemos de ver asociados nuestros nombres –dijo alguna vez-. Sartre y yo habíamos publicados nuestros libros antes de conocernos. Cuando nos conocimos, fue para constatar nuestras diferencias. Sartre es existencialista”.

El 22 de agosto de 1938, con 26 años, había escrito el ya mencionado –y legendario- inicio. En aquel escritor impetuoso de origen humilde se combinaban una agitada vida sentimental, su compromiso social y una inestabilidad laboral que lo perseguiría desde la llegada de los nazis. Desde ese punto hasta su encuentro decisivo con Gaston Gallimart, quien se convertiría en su editor, pasarían, literalmente, algunas batallas.

Foto de archivo del periodista, filósofo y novelista francés Albert Camus en 1957.
Foto de archivo del periodista, filósofo y novelista francés Albert Camus en 1957.
/ AFP

De Argel a París

Poco más de 30 años antes de la publicación de “El Extranjero”, en 1911 –cuando Camus ni siquiera había nacido-, André Gide y Gaston Gallimard harían una alianza que confluiría en la Nouvelle Revue Française (NRF) (La Nueva Revista Francesa), publicación con ánimo editorial que posteriormente sería motivo de pugnas, más que literarias, políticas. En 1917, Gallimard consiguió los derechos de publicación de Marcel Proust, como el primero de otros nombres destacados que se sumarían luego. En 1940, ya en plena ocupación alemana, sería Pierre Drieu de la Rochelle, fascista notorio y colaboracionista nazi, quien se haría cargo de la NRF, mientras Gallimard desaparecía por un tiempo.

En 1945, Drieu de la Rochelle, avergonzado ante la inminente caída del nazismo, tuvo éxito en su tercer intento de suicidio. La NRF dejó de publicarse y Gallimard convertiría su editorial en una de las más representativas del siglo XX. Hasta hoy, 43 escritores publicados allí obtuvieron el Premio Nobel de Literatura. Uno de ellos fue, precisamente, Albert Camus, en 1957, con solo 44 años. Es, aún hoy, uno de los más jóvenes en conseguirlo. En aquel entonces, diría que André Malraux lo merecía más. Jean Paul Sartre, irónico y consciente de la polémica que despertaban sus desencuentros, diría que Camus sí lo merecía. Una de las razones para obtenerlo fue “El extranjero”, libro sin aspavientos, introspección o exageradas emociones, pero profundo como una mirada que hace entender el mundo sin pestañear.

Albert Camus había sobrevivido a la muerte de su padre en la Primera Guerra Mundial, cuando tenía menos de un año, a la pobreza en los barrios miserables de Argel, al analfabetismo, gracias a una beca, o a la tuberculosis que contrajo como consecuencia de su condición social y económica. Estudió filosofía y letras, no fue aceptado en la milicia por su salud, y se volvió un gran aficionado al fútbol, llegando incluso a jugar como arquero. Paradójicamente, la tuberculosis jugó a favor de su destino como escritor. No solo porque sus largos periodos en cama le dieron más tiempo para dedicarlo a la lectura, sino porque todo aquello que no pudo hacer en las canchas, lo hizo en un papel: sus sueños deportivos cobraron formas literarias.

Extranjero, extraño, forastero

Varios de sus primeros textos periodísticos llamaron la atención sobre la situación de Argelia, entonces una colonia francesa que pugnaba por su independencia. Allí denunció el trato que las autoridades tenían hacia los árabes o los migrantes, como él, de origen francés (Camus nació en Dréan, Argelia, el 7 de noviembre de 1913, pero tenía la nacionalidad francesa), a quienes se llamaba despectivamente “pieds-noirs” (“pies negros”). Meursault, protagonista de “El extranjero”, también tenía esta condición. Además, se sentía un extranjero en el lugar donde vivía, en parte, por no reaccionar como todos esperaban que se debía reaccionar frente a diferentes circunstancias, un aspecto clave en la novela. Así fue como un “pieds-noirs” escribe la historia de un pieds-noirs en la que habrá una madre muerta, una mujer golpeada, un árabe asesinado, un sol asesino y una inexplicable y absurda indolencia que roza la crueldad.

Camus se alejó del Partido Comunista tras serias discrepancias, aunque el resto de su vida siguió siendo consecuente con sus ideas humanistas, progresistas o de izquierda. Por sus investigaciones periodísticas fue perseguido por el gobierno argelino y se vio obligado a instalarse en Paris en marzo de 1940, cuando las botas de los nazis ya empezaban a sentirse cerca. Cruzó el Mediterráneo lleno de dudas y la capital francesa no se convirtió, precisamente, en su ciudad favorita del mundo. “Esta ciudad es triste y la vida es dura cuando no ficticia”, le escribiría a su amigo y maestro Jean Grenier.

La experiencia adquirida en sus días como reportero de notas judiciales en el Alger Républicain le servirían para retratar el proceso al que es sometido Meursault. Cuidadoso observador, tomó otros apuntes y reflexiones que le serían útiles para el libro. Todo lo demás, aquella desidia que parece hacerlo imperturbable, es siembra del Camus periodista, pero cosecha del Camus escritor.

Fue precisamente el fundador de Alger Républicain, Pascal Pia, quien le mostró el trabajo de Camus a André Malraux, uno de los escritores que más admiraba. “Sinceramente, hacía tiempo que no había leído algo de esta calidad. Estoy persuadido de que tarde o temprano L’Étranger ocupará su lugar entre los primeros”, le escribe Pia a Camus en abril del 41, tras leer su manuscrito. Malraux, impresionado con su talento, lo puso en contacto con Gaston Gallimard.

Bajo el cielo de París

En sus días parisinos escribió para el importante Paris-Soir, pero, aunque el diario sobrevivió hasta agosto de 1944, en mayo de 1940, tras solo 2 meses de trabajo, Camus tuvo que salir de Paris a causa de los incesantes bombardeos. Trabajó en Paris-Soir hasta 1941, pero ese mismo año volvería a Argel con su nueva esposa, Francine, y terminaría tres libros enmarcados en su concepción de lo absurdo: el ensayo “El mito de Sísifo”, la obra teatral “Calígula” y la novela “El Extranjero”, cuyo manuscrito hizo llegar a André Marlaux. El autor de La condición humana le recomendó directamente a Gallimard que lo publicara, cosa que hizo en junio de 1942. Poco después, lo contrató también como lector de la editorial.

Apenas salido de las prensas, L’Étranger de Albert Camus obtuvo el éxito más grande –escribió sobre ella Jean Paul Sartre en su texto “Explicación de El Extranjero”-. Se repetía que era ‘el mejor libro desde el armisticio’. Entre la producción literaria de la época esa novela era ella misma una extranjera. Nos llegaba del otro lado de la línea, del otro lado del mar; nos hablaba del sol, en esta desabrida primavera sin carbón, no como de una maravilla exótica, sino con la familiaridad cansada de quienes han gozado demasiado de él; no se preocupaba de sepultar una vez más y con sus propias manos al viejo régimen ni de imbuirnos la sensación de nuestra indignidad; al leerla se recordaba que había habido en otro tiempo obras que pretendían valer por sí mismas y no probar nada”.

Aunque Camus consideró que Sartre no había entendido bien su novela y pensó defender sus puntos en charlas y conferencias, la tuberculosis lo atacó nuevamente y tuvo que pasar una temporada, entre 1942 y 1943, en un pueblo cerca de Lyon, Le Chambon-sur-Lignon, cuyo clima le sería más favorable. En 1943, Camus fue nombrado editor en jefe de Combat, revista de la Resistencia Francesa contra los nazis, aparecida en diciembre de 1941. Allí se enfrenta a ellos con su pluma y sus ideas. Sus textos publicados entre 1944 y 1947 fueron reunidos en el volumen La noche de la verdad. Configuran el testimonio de un escritor comprometido, con responsabilidad social y política, capaz de mirar hacia el futuro de Francia, Europa y el mundo más allá de los extremos de ciertas posturas ideológicas. Lo dijo Carlos Fuentes: “Su distancia de lo que entonces pasaba por ortodoxia (de derecha o de izquierda) le valió toda suerte de epítetos”. Después de todo, para Camus, un periodista era un “historiador del momento”. “La única manera de tratar con un mundo sin libertad es volverte tan absolutamente libre que toda tu existencia sea un acto de rebelión”, dijo alguna vez, en una de sus frases que, no por más conocidas, se hacen menos necesarias hoy.

Convertido pronto, tras la publicación de “El extranjero”, en una figura literaria relevante, actor destacado de la intelectualidad francesa de posguerra, sería este un lugar que no abandonaría ni siquiera tras su trágica, repentina e, irónicamente, absurda muerte, cuando el 4 de enero de 1960 se estrelló el auto que manejaba Michel Gallimard, sobrino de su editor, con él sentado al lado. Un Gallimard le dio vida como escritor; otro Gallimard se la quitó.

En “El mito de Sísifo”, Camus escribiría una frase que podría abarcar su obra, y también su vida: “El absurdo depende tanto del hombre como del mundo”.

Sepa más
Extranjero en la pantalla

En 1967, Luchino Visconti adaptaría al cine la novela de Albert Camus, con Marcello Mastroianni en el papel de Meursault. Aunque con baja calidad de imagen, el filme puede verse en YouTube.

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