Clorinda Matto de Turner y Julio Ramón Ribeyro (Foto: Difusión)
Clorinda Matto de Turner y Julio Ramón Ribeyro (Foto: Difusión)
Enrique Planas

Cerca de cumplir 200 años como república independiente, no son pocos los prejuicios arraigados en el Perú desde la Colonia. Quizás el más resistente sea el , enfermedad del alma que sostiene aún las jerarquías de poder en nuestro país. Prueba de ello es que ya entrado el siglo XX, a nadie escandalizaba que un intelectual como José de la Riva Agüero considerara a indígenas y afroperuanos "razas inferiores" en su ensayo "Carácter de la literatura del Perú independiente" (1905).

Desde sus orígenes, la novela peruana ha representado a pueblos andinos, amazónicos y afroperuanos separados de una sociedad moderna y occidental. Sin embargo, los creadores supieron dar una visión crítica de esta realidad escindida. Desde el realismo o el costumbrismo, nuestros escritores siempre se sintieron llamados a intervenir en su sociedad a partir de discursos moralizantes o de denuncia.

El racismo que aparece inexorable en nuestra convivencia es el tema central de "Aves sin nido" (1889) de Clorinda Matto de Turner, quien denunció la subordinación indígena por parte de una aristocracia tiránica formada, como señala la autora en el prólogo de su novela, por curas, gobernadores, caciques y alcaldes.

También la denuncia está clara en "Matalaché" (1928), trágica historia de amor entre un esclavo mulato y la hija de un hacendado piurano, o en el cuento "La venganza del cóndor", publicado el mismo año por Ventura García Calderón, quien condena a los terratenientes andinos que hacen del látigo la expresión de su poder.

En gran parte de estas ficciones estamos frente al conflicto entre el blanco explotador, frente al otro, esclavizado y humilde. Más allá de las buenas intenciones, la visión paternalista de un autor hace pasar su racismo inconsciente. Léase, por ejemplo, el final de "El amor de don Rodrigo", cuento dentro de "Tempestad en los Andes" (1927), libro del indigenista Luis E. Valcárcel, cuando el señor terrateniente ha logrado casarse con la campesina indígena de la que se ha enamorado: "Cuando el caballero llegó a la estancia nupcial, La Raza dignificada lloró con lágrimas de gozo el avatar".

Distinto es el caso de don Ricardo Palma, de ancestros maternos negros, quien abordó la condición afroperuana en gran parte de su obra, especialmente en sus "Tradiciones peruanas" (1872). Aunque siempre en el papel del esclavo al que la colonia relegó, Palma nunca dibujó sus personajes como seres sumisos, más bien se enfocó en sus estrategias para desafiar el destino.

TAMBIÉN EL CLASISMO
En las décadas del veinte y del treinta del siglo pasado, los indigenistas fueron dejando los enfoques paternalistas para intentar retratos más reales. Gran muestra de este esfuerzo es "El tungsteno" (1931) de César Vallejo. La novela empieza con la imagen vívida del progreso en el pueblo de Colca gracias al esplendor minero. A esta riqueza el poeta contrapone la inocencia de los indios soras, para quienes lo gratuito es esencial y el trabajo es solo un juego. Por ello, el mundo occidental y sus élites intelectuales los desprecian.

"El tungsteno" fue escrita en una época marcada por el "darwinismo social", ideología que planteaba la existencia de razas superiores e inferiores. Un exponente de este discurso pseudocientífico fue Clemente Palma, hijo del célebre tradicionalista, quien presentaba a los indios como una raza degenerada, inepta para el progreso, que desaparecería ante el empuje de la civilización. Así, Vallejo da cuenta de cómo en el Perú el racismo y el clasismo son fenómenos que van de la mano.

Ciro Alegría y José María Arguedas, desde la idealización el primero y la empatía más profunda el segundo, formaron parte del segundo indigenismo, corriente que describió al indígena ya no desde fuera, sino desde el interior de su cultura. A ello se le suma un dato clave: entender que el drama indígena está estrechamente vinculado a la propiedad de la tierra, entonces en manos del poder gamonalista y terrateniente. Por su parte, autor fundamental en el empoderamiento de la identidad afroperuana será Nicomedes Santa Cruz, folclorista, músico y decimista, quien desde el escenario o desde los medios supo estudiar, revivir y difundir la cultura negra peruana más allá de nuestras fronteras.

Nicomedes Santa Cruz (Foto: BNP)
Nicomedes Santa Cruz (Foto: BNP)

RACISMO EN LA CIUDAD
"A pesar de ser zambo y de llamarse López, quería parecerse cada vez menos a un zaguero de Alianza Lima y cada vez más a un rubio de Filadelfia". Así inicia Julio Ramón Ribeyro "Alienación", tragicómico relato que nos habla de la pérdida de la identidad y el cotidiano racismo de las clases medias limeñas. No son pocos los cuentos en los que el narrador limeño despliega el mapa de la exclusión en nuestra ciudad, donde "cholos" o "zambos" contaminan con su presencia el espacio de los "pitucos". Crítica parecida es la de Mario Vargas Llosa en "La ciudad y los perros" y "Conversación en La Catedral", donde el racismo se activa ante la llegada de los inmigrantes a la capital.

"¿Por qué no vendemos este país tan inmenso y horroroso y nos compramos un país chiquitito al lado de París?", se pregunta la antipática Tere en las páginas de "No me esperen en abril", de Alfredo Bryce Echenique, quien desde sus primeros cuentos supo dar cuenta de cómo el racismo infecta nuestra sociedad. Denuncias parecidas aparecen en las ficciones posteriores de autores como Alonso Cueto y Jaime Bayly, en las que el desprecio del blanco hacia el mestizo alcanza una brutalidad extrema. Triste e inolvidable resulta este diálogo en "No se lo digas a nadie": "Aprende de tu padre, Joaquín. Si quieres salir adelante en el Perú, tienes que saber putear a los cholos".

Así, desde sus primeras ficciones, la tradición literaria se ha enfrentado al racismo desde la denuncia, aunque menos se ha escrito sobre cómo el conflicto racial puede encontrarse en el interior del mismo narrador, escindido de él mismo. En ese sentido, una novela como "Contarlo todo" de Jeremías Gamboa resulta un aporte germinal.

SOBRE LA CAMPAÑA
"De Inga y de Mandinga"
es un esfuerzo periodístico de El Comercio para combatir el racismo desde la evidencia científica de la biología genética. La campaña, que cuenta con el auspicio de la Fundación BBVA, abonará a favor del mejor conocimiento del ADN propio de la peruanidad, fusión étnica y cultural que debemos celebrar.

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