Oates (Lockport, Nueva York, 1938 ) es la gran autora estadounidense de la última mitad del siglo XX. Sus grandes novelas nos hablan de sentimientos pequeños, encontrando belleza inclusive en lo monstruoso. (Foto: Reuters)
Oates (Lockport, Nueva York, 1938 ) es la gran autora estadounidense de la última mitad del siglo XX. Sus grandes novelas nos hablan de sentimientos pequeños, encontrando belleza inclusive en lo monstruoso. (Foto: Reuters)
Dante Trujillo

Muchas veces le han preguntado por la raíz de su escritura, una cuestión que parece trillada y baladí. O quizá no. Quizá lo que periodistas, académicos y devotos quieren entender es cómo germinó una obra así de vasta, tan perturbadora.

Joyce Carol Oates cuenta que cuenta historias desde que puede recordar. Que como fue la primera hija de una pareja de granjeros, en casa no había muchos , y menos para niños; y por eso cada semana caminaba hasta la lejana biblioteca pública y retiraba tres títulos —el máximo permitido—. Que, sabiendo de su afición, su abuela paterna le regalaba dos libros cada año, por Navidad y por su cumpleaños, que ella atesoraba. Que su breve vida cambió cuando la señora puso en sus manos "Alicia en el país de las maravillas": tenía solo 8 años, y pronto empezó repetir en voz alta pasajes completos de la novela. Pero no era que solo le fascinara su universo onírico e inquietante, sus extrañas aventuras, sus personajes extremos. La pequeña JC no deseaba, como las demás niñas, convertirse en Alicia. No ansiaba ser el títere, sino la mano.

Es decir, quería ser Lewis Carroll.

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Cuando cumplió 14, la abuela le hizo otro regalo estupendo: una máquina de escribir Smith Corona Electra, bastante portátil, con la que escribió el primer cuento que le premiaron, a los 19. Ya había logrado abandonar Lockport, una localidad muy pequeña en el extremo oeste del estado de Nueva York, y estudiaba becada en la Universidad de Siracusa. La máquina siguió acompañándola, en sus estudios y en sus historias.

En 1963 publicó su primer libro de relatos, "By the North Gate". En 55 años ha entregado igual número de novelas (entre ellas, incluso ocho policiales tras el seudónimo Rosamond Smith, y tres como Lauren Kelly). Esto, además de 12 nouvelles, 41 cuentarios, 12 poemarios, nueve piezas teatrales, 16 libros de miscelánea (memorias, ensayos), seis para jóvenes, tres para niños… en total, esta señora alta, flaca, de ojos grandes y voz tan delicada como clara ha publicado 154 títulos. Es decir, una media de 2,8 al año. Eso por hablar solo de lo divulgado: tiene textos listos hasta, por lo menos, el 2020, sin contar los que ha descartado o duermen en su conciencia o su escritorio.

Al ojo, y considerando que sus libros suelen superar las 500 páginas, a un lector en forma le tomaría entre tres y cuatro años dedicados en exclusiva leer toda su obra.

Las cosas le fueron bien. Desde hace 40 años vive en una casa sencilla pero rodeada de árboles en Princeton, donde hasta hace solo un par enseñaba Escritura Creativa.

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"Es un monstruo al que debería decapitarse en un auditorio público, en el Shea Stadium o en un campo de exterminio […] Para mí, es la criatura más odiosa de Norteamérica", dijo refiriéndose a ella Truman Capote, quien fuera alguna vez un genio solar y entonces solo un mamarracho. Realmente no era personal, tan solo envidia: mientras él andaba intoxicado y bregando con sus "Plegarias atendidas", Oates seguía produciendo libro tras libro. Por suerte se murió antes de la publicación de "Blonde", el conmovedor retrato de Marilyn Monroe que la señora editó en el 2000.

Aunque ya había unos pocos títulos suyos traducidos a nuestro idioma, el reconocimiento de Joyce Carol Oates en Hispanoamérica recién comenzó hace diez años, tras la publicación de "La hija del sepulturero", una historia inspirada y dedicada a Blanche Morgenstern, su querida abuela. En esta aventura truculenta por Estados Unidos están muchas de sus recurrencias: la violencia, la obsesión, la oscuridad en el fondo y en la forma, las distintas formas de opresión, la familia —en especial, la figura materna—, la niñez y la adolescencia, el maltrato a las mujeres, el horror, la pobreza, las maneras de sobrevivir, la América salvaje tanto en hogares como en la inmensidad.

Se considera una escritora lenta. Lo que pasa, dice, es que escribe todo el tiempo. "Proteica y prodigiosa", la define, con más justicia, su amigo Richard Ford.

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Otra cosa que le suelen preguntar es cómo trabaja, y ella dice que casi siempre la cosa tiene que ver con correr. Porque sigue corriendo. La sangre le circula más rápido, empujando las ideas. Ve lo que quiere escribir. Ve imágenes, situaciones. Toma unas cuantas notas, sigue moviéndose. Solo cuando tiene bien asidos una serie de elementos en los que confía, se sienta a trabajar. Empieza por el principio: de ahí, fluye la magia. Lo normal es pasar entre cinco y ocho horas diarias sentada. Dice que nunca se ha tomado un día de vacaciones, y debe ser cierto.

Pero Oates no solo corre y escribe libros. Si bien ya no enseña en la universidad, redacta artículos y críticas, toca el piano, pasa tiempo con sus gatos, lleva un diario, lee muchísimo, revisa los diarios y los noticiarios, mira series en Netflix, cocina, viaja, dedica cerca de una hora diaria a las redes sociales, y hace largas caminatas con su segundo marido, el neurocientífico Charles Gross.

Con Gross se casó tras la muerte del editor Raymond J. Smith, su compañero durante 47 años, un tipo muy querido y saludable que un día del 2007 contrajo una neumonía y se murió una semana después. Sobre esa experiencia Oates escribió "Memorias de una viuda", un relato descarnado y conmovedor como pocos.

Joyce Carol Oates (Foto: Reuters)
Joyce Carol Oates (Foto: Reuters)

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Aunque cueste creerlo, la semana pasada ha cumplido 80 años, y aquí una digresión. Y es que llama la atención la cantidad de grandes narradoras octogenarias que hay en Norteamérica. Empezando por arriba, está la canadiense Alice Munro (86) —uno de los premios Nobel más merecidos—; en Estados Unidos, además de Oates, Toni Morrison (87, Nobel de 1993), Annie Proulx (82) y Joan Didion (83). También, las mexicanas Elena Poniatowska (86) y Margo Glantz (88). Al grupo casi se pudo sumar la recientemente muerta Ursula K. Le Guin, que tenía 88, y el próximo año Margaret Atwood.

Oates es muy activa en Twitter, donde se mantiene en contacto con los jóvenes, lo que suele animarla. Además, ahí se expresa de cuestiones políticas, como los derechos de las minorías y los inmigrantes, el aborto, el animalismo, la salud y la educación pública, la presencia bélica en Medio Oriente y, en especial, la reivindicación de las mujeres y Trump, su bestia anaranjada. Ha publicado más de 75.500 tuits.

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Sus más recientes títulos en español son los cuentos de "Desmembrado" y "Un libro de mártires americanos", una novela de 824 páginas donde, a través de distintas técnicas narrativas (la comodidad nunca es una opción), se acerca al fanatismo religioso, la intolerancia, el aborto, la manipulación política, el peso del clan, la redención.

Año tras año es voceada para el Nobel, lo que dice que la tiene sin cuidado. Quienes se acerquen a "Ave del paraíso", "Hermana mía, mi amor", "Mágico, sombrío, impenetrable", "Be-llefleur" o "Del boxeo" —un ensayo soberbio sobre el asunto— querrán que la dejen tranquila, que nada la distraiga.

Hace tiempo que cambió la máquina de escribir de su abuela por una MacBook Pro.

Ojalá dure mucho. Que no se quiebre, que no le entre ningún virus. Que por favor siga juntando tantas palabras fuertes, bellas y turbadoras como hasta hoy.

Y que tampoco le pase nada a la laptop.

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