(Foto: El Comercio)
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Enrique Planas

Su novela inicia con una imagen extraordinaria: de noche, mientras su esposo duerme, una mujer embarazada ha salido a caminar por la carretera, esperando que un auto le pase por encima. Momentos después, el impulso se disuelve y vuelve a la cama. Treinta años más tarde, esta historia la contará el niño que iba en su vientre entonces, el inocente suicida.

"", el nuevo libro de , lleva muchas capas: la compleja relación madre-hijo, los poemas de César Moro como mapa vital, los enredos  amorosos de una prima perversa, el padre ausente o la imposibilidad de comunicarse pese a hablar varios idiomas. 

Hace ocho años que Castañeda no volvía a la Feria del Libro de Lima para presentar una novela. Luego de doctorarse en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Colorado, en Boulder, es actualmente profesor asociado de español en Middlebury College, en Vermont, pueblo de 10mil habitantes cerca de la frontera con Canadá.

Vive lejos, pero la distancia no le impide seguir la fiesta literaria local. “La veo, la celebro, me siento parte de ella. Y después, esaparezco. Mantengo una relación ocasional, pero a la vez profunda con lo que está pasando aquí”, dice. 

Importante es preguntarle por esa impresión desde fuera: Castañeda advierte que en una década el medio literario local ha cambiado muchísimo: más autores, más libros, un calendario ordenado de novedades.

Una coexistencia de estilos narrativos que antes parecían enfrentados. Diversidad y espacio para todos. Y, mientras tanto, lamenta, la poesía ha perdido parte de su espacio. “Aunque pueda sonar muy mal, creo que la poesía no ocupa más el centro de la escena literaria”, añade.

Peter Elmore decía que enseñar en una universidad en Estados Unidos no significa estar en el centro del mundo sino, más bien, en la más alejada periferia. ¿También te sientes en esa orilla?

¡Yo soy un escritor rural por completo! Irme a Estados Unidos, lejos de instalarme en un centro, lo que hizo fue reconciliarme con mi condición provinciana. Viví en Colorado, una ciudad pequeña de 100 mil habitantes, como un distrito limeño. Ahora estoy en Vermont, la periferia de la periferia.

— Siempre asociamos el mundo rural estadounidense con las bases más conservadoras de Donald Trump. ¿Es así? 

Sí y no. Tengo la suerte de vivir en un lugar excéntrico, donde la gente es liberal y poco religiosa. ¡Es el pueblo donde nació Bernie Sanders [el candidato en las elecciones primarias del Partido Demócrata en el 2016]! Eso es muy reconfortante. Ahora mismo existe una presión muy grande del conservadurismo gringo en el país, pero yo vivo en una especie de islaliberada. Veo los problemas un poco de lejos. 

Esa idea de ver de lejos, desde una isla, me recuerda la actitud del narrador de tu novela "Mi madre soñaba en francés"...

Estoy leyendo un libro de Mario Montalbetti y hay un verso que le cae perfecto al narrador: “Todo aquel que tiene algo que decir, es un extranjero en su propio idioma”. Irónicamente, el personaje ha aprendido diversos idiomas, pero ninguno le sirve para acercarse a la gente más cercana. Busca comunicarse y a la vez alejarse. Este extrañamiento para mí es vital,y a la vez es el drama de la novela: la intención de decir cosas importantes y la imposibilidad de encontrar el código para hacerlo.

En un ensayo sobre la traducción, Javier Marías decía que mientras más idiomas sabes, más descubres que todos resultan complementarios.

En tu caso, la hipótesis parece distinta: a más idiomas, menos comunicación. Juan, el protagonista, piensa que deciralgo en un idioma implica no decirlo en el otro. Dándole la vuelta a la frase de Marías, diríamos que mientras más idiomas sabes, menos te puedes comunicar. Y más consciente eres de la distancia frente al otro.

Mucho se ha escrito sobre el padre y muy poco sobre la madre. ¿Por qué nos resulta un personaje difícil de llevar a la ficción?

Porque asociamos al padre con la acción, con el drama, con ser un héroe o un antihéroe. A la madre, más bien, la vinculamos con algo tan estáticocomo el hogar. En la tradición literaria peruana, se piensa que hablarde la madre es profundamente antinarrativo. Yo quería romper eso con una novela de aventuras, en la cual una madre viviera un montónde experiencias límite. Quería que esta madre tuviera una vida propia,una historia propia. Con el tema del padre todavía hay mucho por hacer, sin duda, pero también hay que abrir el campo. Escribir sobre la madre te permite hablar de cuestiones como el origen, como la lengua materna. Evidentemente, hay un gran potencial metafórico y narrativo.

Tampoco se escribe sobre la madre porque nuestra tradición literaria resulta inconscientemente machista. Como si hablar de la madre feminizara al escritor.

En la presentación de la novela, decía que los narradores peruanos, hombres heterosexuales, habíamos hablado lo suficiente. Lo que toca hacer es una revisión de esa voz masculina, una autocrítica en relación con la mujer y con el mundo. Los narradores peruanos hemos gozado de un gran privilegio no reconocido, y corresponde hacer un mea culpa. El protagonista de mi novela, por ejemplo, quiere ser un galán por un lado y, por otro, se dacuenta de que su galantería, su forma de acercarse a las mujeres, es profundamente arcaica y violenta. Y eso es un pecado que recorre la literatura. Creo que las cosas están cambiando, y varias novelas revelan una nueva masculinidad, más autoconsciente y sensible.

Mientras que, socialmente, los hombres solemos avergonzarnos de nuestras madres. Su compañía mina la masculinidad. Incluso escribir sobre la madre puede ser considerado extraño. ¿Qué nos pasa?

Hay una vergüenza frente a la madre. En ella concentramos una serie de culpas: lo que no queremos ver, lo que queremos dejar atrás. Por eso hay que visibilizarlas. En la novela la madre está en el título y hay un tabú allí. El padre se muestra, la madre se oculta.

Hablando de nuevas masculinidades, no es casualidad que en tu novela la presencia del poeta César Moro sea relevante.

En la novela, la madre dice que Moro es “la santa patrona de las mujeres desesperadas”. Moro representa muchas cosas: la apertura hacia el exterior, la búsqueda de lo nuevo, el rechazo a lo tradicional, el abrirse a otro idioma, otra tradición, otra experiencia. La masculinidad de Moro es un tema por descubrir. Moro es un poeta reconocido, pero siempre víctima del prejuicio. Es el marginal, el menospreciado. Se dice que su obra en francés es inferior a su obra en español, que es un poeta desigual... En fin. Es un poeta por descubrir.

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Autor:
Editorial: Alfaguara
Páginas: 362

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