(Foto: Difusión)
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José Carlos Yrigoyen

Para los lectores de poesía peruana, el nombre de Manuel Morales (1943-2007) estuvo recubierto durante mucho tiempo por las sombras de un misterio casi mítico. Sabíamos que había nacido en Iquitos, que fue muy cercano al Movimiento Hora Zero y que en 1969 publicó "Poemas de entrecasa", libro fundamental para su generación por anticipar el uso radical del más crudo lenguaje callejero y la apropiación de personajes y lugares hasta ese entonces extraños a nuestra tradición. Ahí encontramos poemas antológicos como "Al amigo napolitano entre botellas van y botellas vienen", "La mala distribución de mi tiempo" y sobre todo su legendario "Si tienes un amigo que toca tambor". No teníamos mayor información de Morales, excepto que se había marchado a Brasil y que estaba aparentemente retirado de la poesía, pues luego de su debut no publicó nada más.

Tras su fallecimiento, ocasionado por un accidente doméstico, nos enteramos de que Morales había trabajado como periodista y que a pesar de renegar de la poesía y de sus costos vitales (a sus amigos les aseguraba que ser poeta en el Perú era más difícil que levantar una mesa con los dientes y que no se lo deseaba ni a Superman) nunca llegó a abandonarla del todo y al momento de morir tenía un centenar de poemas escritos a lo largo de treinta años. Su amigo Tulio Mora se hizo cargo de la edición y publicación de toda su obra, édita e inédita bajo el título de "Trapos líricos", uno de los mejores libros aparecidos en el 2018. Se trata de un necesario rescate que es a la vez un acto de justicia con un autor que por su alejamiento y condición marginal no recibió en vida el reconocimiento que sin duda merecía.

El tiempo no ha hecho mella en "Poemas de entrecasa". El hábil y punzante uso de la jerga, los seres extravagantes y decadentes que surcan estos versos y la crítica sentimental de la cotidianidad urbana y familiar mantienen frescas su carga irónica y la sutil sabiduría con la que fue escrito. Ese aliento renovador no se limita a hacer suya el habla de los jóvenes airados y de los héroes barriales, sino que se extiende a la lúcida certeza de participar en una época de cambios donde todo resto del pasado, incluidos los antepasados, es víctima de la impugnación más mordaz: "Por eso siempre que puedo dirijo mi batuta hacia mis viejos / y hacia esos despojos solemnes que frecuentan la casa / -a la abuela, sobre todo que aún sueña con Rodolfo Valentino" (p. 43). Sin embargo, esto no lo distrae de un fuerte escepticismo que invade frecuentemente al yo poético acerca de su capacidad de romper la incomunicación y límites que el devorador sistema le impone: "Cantaremos, quizás. / Quizás en nuestros hijos, después de tantos sacrificios y claudicaciones" (p. 36).

En cuanto a los poemas inéditos, es evidente que Morales profundizó en los hallazgos de su primer libro hasta forjar un discurso más complejo y ambicioso. Cambió el registro epigramático por otro donde el verso se alarga y se despliega a través de escenas, diálogos, cambios de ritmo y variaciones argumentales –o que recuerda los postulados del poema integral horazeriano–, como ocurre en "De un segundo encuentro con Cortázar" o "Muerte de la prostituta Tahlullah Ricketts en Tewcka", composiciones que incluso superan los alcances expresivos de sus textos primigenios. Una característica en la que la segunda etapa de la poesía de Morales difiere con la primera es en su inclinación por una temática erótica que oscila entre la ternura y el humor (“Tres monjas francesas bañándose al sol”) y la amargura y la reivindicación, presentes en el notable "Autorretrato de Penélope", una de las composiciones con las que Manuel Morales refrendó, hasta el final, su espíritu tan desafiante como irreverente.

AL DETALLE
​Título: "Trapos líricos"
Puntuación: 4/5 estrellas.
Autor: Manuel Morales.
Editorial: Lancom.
Año: 2018.
Páginas: 166.

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