Javier Cercas: elogio del chisme y de la infidencia
Javier Cercas: elogio del chisme y de la infidencia
Juan Carlos Fangacio

se ha anotado una magnífica novela sobre la Guerra Civil española y la memoria histórica, pero, como ya es su costumbre, en ella vuelca mucho sobre él mismo y sobre quienes lo rodean. 

En “El monarca de las sombras” hay un pasaje que ha llamado la atención, pese a que ocupa menos de dos páginas, entre la 40 y la 42: Cercas cuenta la historia de su amigo, el cineasta David Trueba, y el dolor que este atravesó por la separación de su esposa, la actriz Ariadna Gil, quien lo abandonó para iniciar una relación con el actor Viggo Mortensen. Un triángulo amoroso de película. 

Aunque Cercas no menciona los nombres de Mortensen ni de Gil, cuenta la dureza con que confronta a su contrariado amigo Trueba: “Preocúpate de ti, coño –le dije, furioso–. Olvídate de esa mujer. Y desahógate un poco. No pasa nada. Llámala a ella bruja y a él sinvergüenza. Mira, mira, repite conmigo: ¡Sin-ver-güen-za! ¿Lo ves? Es facilísimo”. 

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El episodio, por supuesto, superó sus márgenes librescos y ha terminado rebotando en la prensa rosa española. Así salta la pregunta: ¿en qué momento la anécdota literaria se convierte en chisme?

Dicen que la literatura nació cuando el hombre regresó a las cavernas tras un día de caza y les contó a los demás cómo fue su faena. Y la transmisión es también la esencia del chisme, la comidilla que nos fascina contar y que nos cuenten. Sin él, Marcel Proust no hubiese completado su “En busca del tiempo perdido”; sin él, la Biblia no sería la que hoy conocemos. 

En “Nuevo museo del chisme”, el escritor argentino Edgardo Cozarinsky hace un paralelo: “El chisme y la novela (o, menos taxativamente, los relatos de ficción) se han encontrado con tanta frecuencia en la indignación de las mentes serias y las almas nobles que no parece injustificado estudiar cuáles pueden ser los rasgos compartidos que hicieron posible esa coincidencia”. 

Y aunque son algunas mentes serias y almas nobles, precisamente, las que se han indignado con la infidencia de Cercas, es válida y saludable la discusión en torno a los límites que puede representar la actividad literaria al momento de sacar a la luz episodios de la intimidad propia o ajena. Menos o más frívolos, estos fragmentos son también parte constitutiva de nuestra memoria. 

Ya Walter Benjamin decía que solo se relatan cuentos para que se los repita. Si seguimos su regla, lo de Cercas sería el ejemplo perfecto de la efectividad narrativa. Larga vida al chisme, entonces.

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