Jorge Pimentel, poeta fundador del movimiento Hora Zero. Foto: Grupo El Comercio.
Jorge Pimentel, poeta fundador del movimiento Hora Zero. Foto: Grupo El Comercio.
Ricardo Hinojosa Lizárraga

Este libro no está escrito para agradar sino para desagradar y convertirse en grano, en semilla, en pan, agua, tuerca para ese gran motor que es y será la formación del hombre nuevo, la formación del creador, pleno, poderoso, indesmayable e indestructible en la lucha, es decir EL HOMBRE VIVO”. Este texto fundacional, agitado, idealista, intenso, renovador, es también un llamado al alzamiento de la poesía y de la vida. Los entonces veinteañeros Juan Ramírez Ruiz y Jorge Pimentel, sus autores, lo llamaron “Destruir para construir” y es el manifiesto que abre Kenacort y Valium 10, más que solo un libro, la primera piedra poética de uno de los principales movimientos literarios que ha visto la luz en el Perú.

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Aunque el autor del poemario es Jorge Pimentel, junto a su amigo Ramírez Ruiz aprovechó la publicación para que no funcione solo en el ámbito poético, sino para que también rebase fronteras de tiempos y espacios con manifiestos y dedicatorias que hoy son también parte de su herencia y de su legado vivo. Criticaban en ellos a casi toda la poesía anterior a ellos, a excepción de Vallejo y unos pocos más. “Fue el primer libro del Movimiento Hora Zero. Definió y plasmó la poesía integral. Sin Kenacort no existirían ‘Un par de vueltas por la realidad’ (Juan Ramírez Ruiz, 1971) ni ‘En los extramuros del mundo’ (Enrique Verástegui, 1972). Es algo totalmente diferente a todo lo que se había escrito en la poesía peruana y sentó una nueva manera de abordar el Perú desde la poesía”, nos dice Pimentel en el inicio de este diálogo anárquico, distendido, lleno de humor, de poesía, de anécdotas, recuerdos y matices. Como, al fin y al cabo, es la vida misma.

Sentó las bases de una nueva manera de comprender la poesía y hacer un libro de poesía e incorporar palabras que antes de Kenacort no se consideraban poéticas, porque se consideraban sucias –agrega el poeta-. Por ejemplo, incorporó el jugo de papaya, cualquier jerga o insulto callejero, como poner “conchetumadre”. Eso podía estar en una novela, pero no en la poesía. Kenacort abre así las puertas a una poesía del sentido para la cual no hay palabras prohibidas. Todos pueden ser parte de la escritura poética. No hay palabras no poéticas. Eso es también la poesía integral que nace con Hora Zero”. A continuación, la conversación con el vate –hoy de 76 años recién cumplidos- que hace 50 escribió junto a su amigo Ramírez Ruiz: “Si somos iracundos es porque esto tiene dimensión de tragedia. A nosotros se nos ha entregado una catástrofe para poetizarla”.

Cincuenta años después, ¿Cómo ve Kenacort y Valium 10? ¿Siente que el libro se convirtió en aquello que esperaba?

Además de lo ya dicho, Kenacort también cumplió con la función de despertar al ciudadano, a la mujer y al hombre aletargado, muerto por dentro, abatido por una realidad y cotidianeidad que le quita su vitalidad, su capacidad de sentir y de pensar. Creo que Kenacort sigue cumpliendo con su función de despertar a la conciencia libre a sus lectores y hacerlos ver con ojos frescos y creativos. La realidad está allá afuera y debe ser cuestionada, criticada, y la propia vida, que cada uno merece, será vivida más allá del egoísmo, más allá del conformismo, más allá de la manipulación del poder político, del poder de los políticos. En ese sentido, Kenacort no es arte por el arte, sino un libro peligroso y revolucionario desde su primera hasta su última página.

En aquellos años también hubo una especie de pugna ideológica entre los escritores “puros” y los “comprometidos”. ¿Cómo los influenció esto?

El compromiso de Hora Zero siempre fue con la poesía. Pero no con una poesía intimista o meramente lírica, sino con una poesía integral. Es decir, con una poesía que sea capaz de incorporar todas las voces, que sea totalizante con la experiencia humana, incluso más que la novela o el teatro. Para nosotros, la poesía no tenía que ser menos abarcadora que la novela. Entendimos que la poesía podía incorporar el lenguaje de la calle también y múltiples lenguajes. Pero el compromiso para nosotros es con la creación poética, con la creación de un lenguaje que vaya más allá del ordinario y con una poesía que no esté al servicio de ninguna ideología. En ese sentido tampoco somos social realistas ni hipotecamos la poesía al servicio de la política. Nuestra poesía es una búsqueda por la expresión del ser humano a un nivel total y siempre en vistas a una revolución de la sensibilidad y el pensamiento frente a los lugares comunes y los eslóganes de las ideologías y los partidos políticos. Si Kenacort fue exactamente eso, cumplió con ser la semilla de una revolución poética. La poesía comprometida tampoco es poesía. Puede ser un panfleto, nada más. Si tú no estas comprometido con el lenguaje y haces poesía comprometida o esas cosas, vas a escribir malos poemas.

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¿Qué sensaciones permanecen vivas en usted de los tiempos iniciales de Hora Zero?

Sin chauvinismos, sin ser chauvinista ni costumbrista, a Kenacort lo propuse -y creo que lo consiguió-, como un libro moderno en el sentido de estar muy alejado, tanto de los populismos nacionalistas, como de los europeísmos que tanto afectaban y falseaban a la poesía peruana. Kenacort tiene su propia fuerza y misterio poético, sin ser costumbrista, ni alineado en el cultismo huachafo de las referencias europeas. Por eso, Kenacort no ha envejecido. Su autenticidad y fe en la palabra, en la poesía como obra total, la salva de esos peligros.

¿Y de dónde salió el título?

Kenacort la usaba mi mamá; y mi padre usaba Valium 10. No se me ocurrió otro título, el mejor era ese. En lugar de ponerle “Poemas del otoño”, “Poemas del verano y el mar”, huevadas. Me entiendes, ¿no? Kenacort y Valium 10 y se acabó la cojudez. (risas)

En los años 70 el mundo vivió una época agitada y el Perú no fue la excepción. ¿Qué similitudes encuentra entre esa juventud, a la que usted pertenecía, y la actual?

Hay una afirmación del ser latinoamericano, pero sin caer en ninguna trampa chauvinista o comunista. El tiempo nos dio la razón. Visto desde el punto de vista económico, no se produjo en América Latina una liberación o una superación de este estado de cosas paupérrimo, de gobiernos corruptos, como el último de Vizcarra. O sea, todos los gobiernos que hemos tenido son y han sido corruptos, una verdadera catástrofe y de situaciones de terrible injusticia en serie. Pero lo interesante, diría yo, es que en el ámbito artístico sí se ha producido una constante liberación. La cultura, el arte, la poesía en el Perú, ahora es más libre, más plural, incorpora más voces, más lenguas, más culturas, más tipos humanos, antes reprimidos. Antes de Hora Zero, la poesía estaba secuestrada por un cenáculo pequeño de la aristocracia limeña. Ahora ya no, la clase social, la proveniencia ya no determina al artista como antes. Felizmente, se ha democratizado mucho la práctica artística en el Perú. La cultura chicha, el quechua y aymara, las artistas mujeres, la amazonia peruana, el Perú en su diversidad y mezcla están mucho más representados que antes. Hora Zero no fue solo un movimiento descentralizado, sino también el primer movimiento poético feminista y que le da un gran impulso a la poesía escrita por la mujer. Hizo mucho por ese avance.

¿Qué opinión le merece la llamada “Generación del Bicentenario”? Hace unos meses, ¿Imaginaba posible algo así?

La poesía siempre estuvo presente en el nacimiento de nuestra República. Mariano Melgar es la figura por excelencia del joven poeta que dio su vida por la independencia. Los jóvenes del Bicentenario acaban de aportar su cuota de sacrificio, con dos jóvenes vidas en defensa de la democracia y por un futuro mejor y en democracia. La poesía está en esa permanente lucha, por construir un país para todos. La inspiración debemos encontrarla en ese combate por poetizar. En estos 50 años de existencia desde Hora Zero, hay dos momentos fundacionales en la sociedad peruana: en el 70 y ahora. Desde momentos históricos diferentes, creo que se dan coincidencias que se acentuarán con los años venideros. En los 70, los jóvenes salimos a reclamar nuestro espacio en el quehacer cultural, adecuándolo a un nuevo paradigma del país, que se inicia con el desborde popular de esos años. Hoy veo esa misma energía juvenil para reclamar un nuevo contrato social, tras el fracaso de una clase política que ha llevado al país a la ruina moral.

El poeta Jorge Pimentel en su juventud. Foto: Archivo personal de Jorge Pimentel.
El poeta Jorge Pimentel en su juventud. Foto: Archivo personal de Jorge Pimentel.

¿Qué es hoy la poesía en nuestro país? ¿A qué actos podemos considerar “poesía”, más allá de versos y páginas inspiradoras?

Es muy diversa, en proceso constante de transformación. Mucha poética de las últimas generaciones está en proceso de maduración. Gracias a Hora Zero ya no hay centros de poder poético y eso está mejor. Y, finalmente, la democracia, la libertad y la libertad de expresión son fundamentales para la poesía y para el Perú de hoy día.

Hora Zero marcó historia con sus intervenciones públicas. ¿Cuánto siente que se ha avanzado en el Perú que ustedes querían para el futuro y el que tenemos hoy?

Hubo un momento a partir del cual Hora Zero puso la agenda cultural diaria. Porque hicimos lecturas e intervenciones públicas en lugares adónde ante no llegaba la poesía de ese modo. Trujillo, Chiclayo, Ciudad del Pescador en el Callao. Hasta en el 68 nos vio Arguedas en una lectura en una plaza de Chimbote. Era una cosa tremenda. La gente alucinaba. Íbamos a Villa el Salvador, con un grupo de amigos del grupo Liberación sin rodeos, las cámaras enfocaban el arenal, porque no había luz y ahí salíamos a recitar. La poesía gustaba porque hablaba de ellos, en el lenguaje de ellos. No podemos seguir considerando lo económico como finalidad. Porque sería un pretexto para la usurpación cultural y el dominio del oscurantismo. La base fundamental de toda economía está dada por la cultura, tiene que estar dada por ella. Sin esa base, toda economía será débil y tambaleante. Hay que generar un arte integral dinámico que vaya más allá de nuestro egoísmo y concebirlo como una militancia cultural. El arte progresará en tanto progrese el hombre. El decidir inversiones culturales a partir de ahora tiene que dar el rostro político de los próximos 20 años. Rostros probadamente reales y humanos. Y asumiremos la tarea política pero desde la poesía.

“Estamos atentos a lo que se está haciendo en el país”, escribió también en Kenacort, junto a Juan Ramírez Ruiz. “Queremos cambios profundos, conscientes de que todo lo que viene es irreversible, porque el curso de la historia es incontenible y América Latina y los países del tercer mundo se encaminan hacia su total liberación”. Visto en el contexto actual y considerando el tiempo transcurrido, puede resultar algo desolador, ¿no?

El Perú es una imposibilidad latente. Para hacer posible el Perú hay que poner en trance la auténtica cultura popular. Hacer posible el Perú es escribir poesía. Hacer posible el Perú es desarrollar todas las artes. Todas estas manifestaciones están paralizadas y ahí está detenida la economía. Los poetas de Hora Zero somos la respuesta inesperada y, a partir de entonces, la poesía ya no pudo ser la misma cuando salió Kenacort. Fuimos la respuesta inesperada. Si tú sacas a Hora Zero ahorita, si no existiera, estaríamos en un retroceso terrible en la poesía, en la creación. Creo también que los poetas de Hora Zero son el resultado de gente que sintió urgencias impostergables, de gente que vivió la urgencia como palabras urgentes de una nueva poesía y de una nueva época. Nunca fue más cierto que el movimiento Hora Zero clausuró el siglo XX y abrió el siglo XXI a la nueva poesía peruana y latinoamericana.

Ahora que estamos a puertas del Bicentenario, más allá de una celebración pomposa o solo nominal, ¿Para qué podría servir conmemorar 200 años como república?

Bueno, para que todo lo que digo suceda, es muy importante que a partir de ahora elijamos ser un elemento dentro de la vida cotidiana, democrática, política del Perú. Tiene que haber un imprescindible y urgente sentido de claridad. La expresión de la claridad es la poesía. El máximo impulsor de la claridad debe ser la poesía. Los “expresores” de claridad tienen que ser los poetas. No alrededor de consignas, sino de claridad. Eso es lo que más nos falta en este país, claridad. La claridad perdura y se desarrolla. La oscuridad muere. Nace muerta. El otro año celebramos el Bicentenario y no hemos tenido claridad con todos los presidentes que han robado y toda la corrupción. La poesía siempre será un poder constructivo. Y la opción que ofrece una nueva poesía es la liberación de una sensibilidad adulterada y deformada por sistemas cavernarios que pregonan la armonía donde crece y se reproduce la descomposición.

Jorge Pimentel de escolar en el Colegio Italiano Antonio Raimondi. Foto: Archivo personal de Jorge Pimentel.
Jorge Pimentel de escolar en el Colegio Italiano Antonio Raimondi. Foto: Archivo personal de Jorge Pimentel.

Se nota que dice las cosas como las siente. ¿Mantiene hoy la misma vehemencia que tuvo cuando escribió Kenacort, con poco más de 20 años?

Es que las cosas que he dicho ahora no las he declarado nunca, porque nunca me han preguntado por Kenacort y Valium 10, ¿Puedes creerlo? Es la primera vez que me entrevistan para hablar específicamente de ese libro. Pero lo compran. Nunca nadie me tocó la puerta para decirme “Señor Pimentel ¿Podemos sacar la segunda edición?” Mira lo que es este país. ¡En 50 años! El significado es muy grande. Cuando lo saqué fueron mil ejemplares y se vendieron todos en una semana. Ha pasado de todo en este tiempo. Kenacort ha vendido, muchos lo han leído, pero otros tienen miedo, porque es un libro peligroso. Sale de toda forma de lo que es un libro de poemas. Acá el libro lo publicaban con poemas, prólogo y chau. Pero Kenacort es otra cosa, un libro de garaje, un libro con el que quise clavar mi corazón sobre la mesa y decir, “A partir de allí este soy yo, sin asco”.

Por ser relativamente contemporáneos, es como el “Demoler, demoler” de Los Saicos, pero en versión poética…

Sí, sí. Por eso hay un prólogo extensísimo, de 12 páginas. Y se lo dedico a todo el mundo. Incluso, me tuve que matricular en la cooperativa Santa Elisa. Pasé 4 meses escuchando clases de cooperativismo, dos veces a la semana en la noche. Al final, me dieron mi libreta, comencé a ahorrar un poquito y cuando ya tenía 500 o mil soles, creo, pedí 20 mil soles prestados, que era lo que me cobraban por imprimir Kenacort en la Editorial Jurídica, donde solo hacían libros de Derecho. Fue gracias a mi amigo Carlos Henderson, que trabajaba ahí. Nosotros no conocíamos más editoriales, ni diseñadores gráficos, ni nada. No conocíamos a nadie, no éramos nadie. Éramos los poetas niños, como nos llamaban. No sabía ni qué poner en la portada, así que me tomaron una foto al toque y ¡bum! Así salió. No fue por personalista o por ego. Hora Zero era una respuesta a la gran disputa de la poesía peruana entre los poetas de los 60, que se resume en lo que dijo Rodolfo Hinostroza: “Prefiero contemplar el Támesis que el río Rímac; prefiero un desnudo griego a un cholo calato”. Hora Zero respondió a eso diciendo que nosotros preferíamos ver el río Rímac y al cholo calato. Por eso sacamos también Palabras urgentes, nuestro gran manifiesto, que es el más bello manifiesto que se ha escrito en el Perú.

Es que, antes de Kenacort, en enero de 1970, ustedes sacaron una revista, la revista Hora Zero. ¿Cómo concretaron ese proyecto?

Sí, gracias al poeta Manuel Velásquez Rojas, a quien conocíamos del Bar Palermo, pudimos imprimirla en La Cantuta, tapando todo cada vez que entraba algún otro escritor amigo suyo, como Romualdo o Scorza, que ni nos miraban, porque no existíamos, no éramos nadie. Luego pudimos vender la revista gracias a libreros del centro como Néstor Jáuregui, el papá de Eloy, que desde ahí comenzó a parar con nosotros, cuando estaba aún en el colegio. Más tarde nos botó de la Villarreal el Búfalo Pacheco con sus matones apristas. Ahí se da la coincidencia histórica de encontrarnos estudiando en la Villarreal con gente de provincias. Manuel Morales de Iquitos; Jorge Nájar de Pucallpa; José Carlos Rodríguez de Iquitos; Mario Luna de Chimbote; Juan Ramírez Ruiz de Chiclayo; Julio Polar del Callao y yo de Lima. Ahí cada uno hablaba de su propia perspectiva de provincias. Entonces, comenzamos a ver que la poesía no solo era de Lima. Y un día el Búfalo Pacheco, que andaba con sus búfalos por la universidad, nos encerró en un aula grande y nos gritó: “A ver, reciten, ¡Carajo!” Y nos tiraba bombas apestosas, que olían a basura. Y nadie quería recitar, todos calladitos. Y yo recité, carajo. Era un poema de Kenacort, “Sinfonía de Marlene”, que dice: “Aquí estás Marlene al comienzo de una nueva década…” y hay una parte así: “Hubo un intercambio de palabras en la que el chofer llevó la peor parte, pero una vez que el chofer puso su carro andar se asomó a la ventana gritando ¡Concha tu madre!”. Los búfalos nos sacaron la mierda. Hubo frentes rotas, huesos rotos, sangre. Felizmente pudimos huir por una puertita, todos heridos. Yo no quería llegar a esa parte del poema. La hubiera podido obviar, pero no me traicioné, no lo hice. Además, igual nos iban a pegar (risas).


Su relación con Enrique Verástegui también fue clave…

Sin duda. Verástegui cayó después, a los meses. Lo conocí en el centro, en un cafetín ahí por el Chino-Chino, por Colmena. Él tenía solo 19 años. Y ahí permanecimos conversando hasta las 12 de la noche y caminando alrededor de la Casona de San Marcos hasta la 6 de la mañana. Tomamos 80 cafés y lo convencí de que se uniera a Hora Zero. Y eso que Enrique estudiaba Economía, pero yo le dije “Tienes que ser de Hora Zero por esto, esto y esto”. Y él me dijo “Ya, cuenta conmigo”. Comenzó a parar con nosotros y a la semana dejó San Marcos, dejó todo, todo por Hora Zero y se fue con nosotros a Chiclayo a hacer la fundación del movimiento allá en la tierra de Juan Ramírez Ruiz. Todos nosotros dejamos casi todo por Hora Zero. Dejamos todo por la poesía. Hasta ahora.

Otra cosa que define a Hora Zero es su relación con los infrarrealistas. ¿Qué recuerda, por ejemplo, de su amistad con Roberto Bolaño?

Yo me fui a Europa en los 70. Allá edité mi libro Ave Soul, pasé por la censura, conocí gente, tuve experiencias. Llevé en una maleta como 100 libros de Kenacort y cuando estaba por volver en el barco, desde Barcelona, conocí a un mexicano y, en el mismo puerto, intuí que era poeta y le regalé varios ejemplares de ambos libros para que los lleve a su país. Dio la casualidad que este mexicano llegó a donde vivían Roberto Bolaño y Mario Santiago y les entregó los libros, me leyeron, les gustó y a partir de ahí empezamos a escribirnos. Al poco tiempo, José Rosas Ribeyro, quien estaba deportado allá por Morales Bermúdez, se encuentra con un cartel en la calle que anunciaba “Un gran recital con poetas peruanos”. Y se dice “¡Pero si el único deportado aquí soy yo!” (risas). Va al lugar y ve a Bolaño y Santiago leyendo mis poemas en voz alta, los de Enrique, los de Manuel, Juan. José se presenta y le dicen “¡Qué bueno! ¡Otro poeta peruano, carajo!” (risas) y ahí se inicia la amistad. Tenían una gran admiración por Hora Zero. Bolaño no era aún el gran novelista que fue, era un excelente poeta. Desde esa época, hasta su muerte (el 2003) comenzamos a escribirnos cartas larguísimas y nos hicimos muy amigos. Tiempo después de su muerte, Tulio Mora llegó a Santiago de Chile con una invitación para presentar allá su libro Cementerio General y, desde que llegó al aeropuerto, notó que dos hombres, con lentes y gabardinas oscuras, lo seguían a todos lados. Le pasó durante tres días. Al final, él estaba en un bar con otros poetas amigos y los vuelve a ver, impasibles, mirándolo fijamente. Estaba palteado. Pero igual se les acercó a preguntarles “Ustedes me están siguiendo, ¿no?”, y los dos le dicen: “No, Tulio. Roberto Bolaño, desde el más allá, nos ha dicho que te sigamos, hueón, ¡Somos los Detectives Salvajes! ¡Te estamos cuidando, hueón!” (risas). Ya, después de eso, se quitaron los sacos, los lentes y se dedicaron a chupar nomás (risas). ¡Qué maravilla, carajo!… Toda la vida de Hora Zero es una maravilla.

Un episodio del que se ha hablado mucho es el duelo poético con Antonio Cisneros que incluyó unos disparos. ¿Qué se buscó en aquel momento con esa teatralización?

Toño Cisneros había estado en Europa. Se entera de nosotros y nos escribe una carta: “Saludo a la nueva generación. Pero la próxima vez, escriban el manifiesto con las manos, no con los pies” ¡Uy!, eso nos dolió. Así que reté a Cisneros a un duelo poético. Y yo no tenía libro aún, ni nada. Solo los huevos para retarlo. Tenía que demostrarle a los de Hora Zero que no había que tenerle miedo a nadie ni a nada. Él aceptó y el duelo se hizo en el INC que quedaba donde hoy está el Tribunal Constitucional, en jirón Ancash. Yo fui con los poetas jóvenes y Cisneros, que ya era muy conocido, llevó a toda su gente. Estaba repleto. Había como 500 personas, entre sociólogos, escritores, académicos. Estaba Susana Baca, Chabuca Granda, José Miguel Oviedo, Ricardo Gonzáles Vigil chibolo. Entonces, con mi amigo Alberto Colán compramos una pistola de fogueo en las galerías Boza del Jr. De la Unión y yo me puse un tomate dentro de la camisa blanca. Ya en el duelo, me inventé un poema, teatralizado, con la música de In –A-Gadda-Da-Vida de Iron Butterfly que creaba una atmósfera tremenda. Entonces, en una parte del poema, yo grito tres veces “¿Quién está ahí? ¿Quién está ahí?” (Pimentel se interrumpe. “Putamadre –dice-. A veces lo recuerdo y me pregunto: “¿Tú has hecho esto?” “Sí, tú lo has hecho, me respondo”) Y entonces, en el momento álgido de los tambores, Alberto hizo lo que le pedí antes y apareció de la nada gritando “¡Muere, conchatumadre!” y me disparó como tres veces y yo caí como caería alguien a quien le disparan de verdad y mi camisa parecía sangrar por la salsa de tomate. Y la gente lo creyó y empezó a correr y a gritar. Yo caí casi a los pies de Oviedo, me arrastré por el suelo y le agarré los pies como si estuviera agonizando. El huevón comenzó a gritar “¡Ayy, Ayy!” (risas). Al final, Chabuca se me acercó y me dijo: “¡Ay! ¡Qué lindo tu poema! ¡Qué lindo lo que has hecho! (risas). Nunca más hubo un happening como ese.

¿Qué proyectos tiene Hora Zero en camino?

Ahorita, para el Bicentenario, sale “Cementerio General”, de Tulio Mora. También hemos sacado “El árbol de Mora” que es una antología suya y ha salido en plena pandemia. Además, un libro de Manuel Morales -con prólogo de Tulio Mora- y el de José Carlos Rodríguez. También vamos a hacer recitales virtuales y el próximo año saldrá mi libro Jardín de uñas, que esperó 10 años para salir, porque yo cuando escribo un libro lo guardo, y si su lenguaje supera los 10 años, ya supera para toda la vida ¿no? Es un librazo, tiene como 150 poemas. Después vamos a sacar “Los Manifiesto de Hora Zero”. Hay mucho pendiente. De Hora Zero se conoce solo el 0.05% del 100%. Hora Zero llegó a ser internacional, en México, en Francia. ¡Éramos más de 160 poetas! Hemos publicado unos 400 libros, es decir… ¡Más no se pudo hacer!

Y hoy hay varios ausentes. Juan Ramírez Ruiz, Enrique Verástegui, Tulio Mora. Para un grupo que fue tan unido, como una familia que hasta vivió en comunidad en un determinado momento, ¿de dónde se saca fuerza para continuar creando?

Mi vida es Hora Zero y mis compañeros que ya se han ido no me han dejado solo. Me siento muy bien acompañado por todos mis amigos, por poetas jóvenes y por los poetas de Hora Zero que continúan. Tulio, gran comandante, Enrique, gran hermano, Juan Ramírez, Manuel Morales, hermanos del alma también. El espíritu de ellos me acompaña. Yo te digo, Ricardo, que sus muertes me han dolido, me duelen hasta ahora, he sufrido, me he sentido solo. ¿Tú sabes lo que es vivir 50 años con ellos? Pero ¿Sabes qué? Todos los días converso con ellos y todos los días los tengo presentes, sobre todo, porque la lucha continúa. Su sabiduría continúa. Hora Zero tiene que continuar y va a continuar con las nuevas generaciones.

Kenacort y Valium 10, de nuevo disponible

Considerado un libro de culto o, sencillamente, inhallable por décadas, Kenacort y Valium 10 verá nuevamente la luz en abril del 2021, gracias al box set de lujo que lanzará Lustra Editores. Además de Kenacort, el box tendrá poemas de la época que no fueron incluidos en la primera edición, junto al poema que el autor leyó en el recital-duelo que tuvo con Antonio Cisneros en el INC. También contendrá documentos y fotos relativos al duelo y a la primera etapa de Hora Zero.

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