Portada de "La jaula invisible" de Martín López de Romaña, que narra sus experiencias en la comunidad fundada por Luis Fernando Figari. Foto: Debate.
Portada de "La jaula invisible" de Martín López de Romaña, que narra sus experiencias en la comunidad fundada por Luis Fernando Figari. Foto: Debate.
José Carlos Yrigoyen

Desde hace cierto tiempo, un subgénero narrativo se manifiesta entre nosotros: la literatura sobre el . Esta corriente se inició en 2015 con la publicación de “Mitad monjes, mitad soldados”, completo y estremecedor reportaje de Pedro Salinas con la colaboración de Paola Ugaz, al que siguió una serie de libros complementarios acerca de aquel culto perverso y destructivo que pretendía canjear una falsa pureza espiritual por el albedrío y la integridad psicológica y física de sus seguidores. Recientemente han aparecido dos novelas que trajinan el mismo asunto: la vacua “Líbranos del mal” de Santiago Roncagliolo (2021) y “Sepulcros blanqueados” (2020) de Gonzalo Cano, un llamativo intento donde concurren algunas buenas ideas, irregularmente plasmadas por la falta de oficio de su autor. A estos títulos hay que sumar ahora “La jaula invisible”, el testimonio de Martín López de Romaña (Arequipa 1975) atinente a los casi quince años que vivió dentro de la comunidad que Luis Fernando Figari fundó bajo un lema de fascista esencia: “El que obedece, nunca se equivoca”.

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Debo confesar que abrí este libro con desconfianza: ¿qué se puede agregar a lo mucho que se ha dicho acerca del Sodalicio sin tropezar en la redundancia, sin limitarse a hacerse eco del espanto ya conocido? López de Romaña cuenta con algunos elementos que tornan su relato distinto y novedoso. Fue uno de los favoritos de Figari, alternó con los sodálites más poderosos de la cúpula y parecía destinado a ser, tarde o temprano, parte de esta. Su mirada reconstruye el entramado de vileza, sujeción y mentiras que sostenía el funcionamiento del grupo, además de los actos repugnantes del trinomio que lo dirigía: Figari, descrito como un “megalómano cobarde y sádico”, autoproclamado santo, ayuno de carisma y según él poseedor de dones extrasensoriales; Germán Doig, pederasta cruel de intratable carácter; y el inolvidable Jeffery Daniels, un predador serial, por completo desensibilizado para el dolor ajeno, una serpiente encantatoria especializada en cuerpos jóvenes, inseguros y crédulos, que somete sexualmente a López de Romaña bajo la despreciable estratagema del pacto de silencio.

El relato de López de Romaña es valiente y honesto. Valiente debido a que no tiene temor en contar todas las sevicias e iniquidades que sufrió, incluso aquellas que afectaron las zonas más privadas y vergonzantes de su personalidad. El conflicto que mantiene con la tentación carnal está espléndidamente cristalizado, sin remilgos ni elipsis, mediante anécdotas y situaciones que retratan con acierto la angustia de un muchacho desgarrado entre la lealtad religiosa y sus pulsiones sanas y naturales, que el lavado de cerebro de sus preceptores ha convertido en sombras diabólicas de las que debe huir cada vez que se apersonan. Y es un informe honesto porque, ante los eventuales tramos de desmemoria y olvido, prefiere hacer constar el vacío que ceder al recuerdo fabulado o a la remembranza inexacta; el texto transpira una ética en cuanto al tratamiento de los hechos y a su potestad incriminatoria que es respetada escrupulosamente hasta en sus menores detalles.

Ahora bien, la valentía y la honestidad no son, por sí mismas, atributos literarios: si estas no se apoyan en determinados valores expresivos, se desdibujan en una enunciación sin reverbero en el imaginario del lector. López de Romaña posee dichos valores, contenidos en una prosa castiza, límpida, siempre dispuesta a rescatar los temores, el marasmo, la tortura plenaria que herían sus días dentro de la tenebrosa casa de San Bartolo donde residió durante varios de sus años de militancia, de ofrecérnoslos vívidamente a través de un despojado ejercicio introspectivo que se caracteriza por la reflexiva acuidad de sus asertos y conclusiones. No obstante, algunos capítulos, como los dedicados a la descripción de su vida familiar o a los acontecimientos posteriores de su etapa sodálite, pecan de blandos y hasta frívolos, erosionando la tensión de lo sentido y lo contado. Una objeción muy puntual a este libro de sostenida vibración emotiva.

“La jaula invisible” significa una aportación indispensable para quienes deseen adentrarse con documentado rigor en las profundidades del desalmado Sodalicio y es, además, apreciable pieza narrativa fabricada con la pericia del que guarda una historia personal e intransferible y ha cuidado mucho cómo contarla. Aquel arduo logro es palmario en estas páginas.

La ficha

Autor: Martín López de Romaña

Título: “La jaula invisible. Mi vida en el sodalicio: un testimonio”

Editorial: Debate

Año: 2021

Páginas: 295 páginas

Relación con el autor: cordial.

Valoración: ★★★★☆

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