Juan Carlos Fangacio Arakaki

La historia de la radiología peruana está curiosamente ligada con la de la literatura en nuestro país. Y aunque no es precisamente un secreto, la anécdota no ha sido tan difundida.

El relato se remonta a 1896 en el Perú. Un año antes, el físico alemán Wilhelm Conrad Röntgen había descubierto los rayos X, un hito de la medicina mundial. Por ese entonces, el ginecólogo peruano Constantino Tendulio Carvallo Loli (1853-1920) se encontraba por Europa y quedó fascinado por dicho avance científico. Tal es así que, animado por sus posibilidades de experimentación, adquirió un aparato para traerlo al Perú. Menos de 10 meses después del descubrimiento de Röntgen, la máquina Siemens-Halskey era instalada en el consultorio particular de Carvallo.

Para presentar en sociedad la efectividad de la máquina, Carvallo convocó a una demostración el 22 de octubre de 1896. Allí, él mostró algunas imágenes radiológicas de objetos metálicos, un gato y hasta un pez. Pero además –y aquí la peculiaridad de este evento–, tomó radiografías de las manos derechas del presidente de la República Nicolás de Piérola y del escritor Ricardo Palma, ambos invitados al encuentro.

Con un anillo puesto en el meñique, los dedos torcidos del autor de las “Tradiciones peruanas” pueden observarse claramente en la que sería una de las primeras radiografías hechas en nuestro país. “Se evidencia el proceso artrósico interfalángico distal que afecta a esa mano, que a la sazón contaba con 63 años de uso”, escribe la doctora Ladis Delpino, eminente radióloga y pionera de las mamografías en el Perú. Ella recoge esta historia en un artículo incluido en el libro “Historia de la medicina peruana en el siglo XX” (tomo I), editado por Oswaldo Salaverry García (UNMSM, 2000).

“Hasta donde se sabe, en Sudamérica, el Perú fue el primer país en contar con un aparato de rayos X –agrega Delpino en dicha publicación–. Así comenzó la radiología peruana, entrando por la puerta grande”. Una historia que incluye las falanges y los metacarpianos de Ricardo Palma, y que parece digna de una de sus tan ingeniosas tradiciones.

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