Paul Auster recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2006. (Foto: THOMAS SAMSON para AFP)
Paul Auster recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2006. (Foto: THOMAS SAMSON para AFP)
/ THOMAS SAMSON
Ricardo Hinojosa Lizárraga

“Cuando vives en la ciudad, aprendes a no dar nada por sentado. Cierras los ojos un momento, o te das la vuelta para mirar otra cosa y aquella que tenías delante desaparece de repente (…) una vez que una cosa desaparece, ha llegado a su fin”, escribió en El País de las últimas cosas (1987), como insospechada premonición de su presente. Los hechos que precipitaron el trágico final de su hijo mayor se iniciaron el 1 de noviembre del 2021, a pesar de que sus problemas con las drogas se remontaban a varios años atrás.

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Aquel día, según su testimonio, Daniel Auster despertó tras un sueño de heroína y encontró a su pequeña hija Ruby, de apenas 10 meses, “azul, inmóvil y sin responder”. Inmediatamente, contó Daniel, le administró Narcan –naloxona- un fármaco capaz de revertir los efectos de una sobredosis de drogas. Sin embargo, la niña no sobrevivió. A mediados de abril se revelaron los resultados de la autopsia: su sobredosis había sido causada por heroína y fentanilo “suficientes como para dejar inconsciente a un adulto”, según la fiscal del caso.

Zuzan Smith, madre de la bebé, había salido temprano a trabajar y, solo pocas horas antes, había llamado por teléfono a su casa y todo parecía estar bien. Durante el tiempo que pasó, Ruby estuvo sola con su padre, que acababa de administrarse una dosis de heroína. La pregunta se hizo natural: ¿Cómo llegó la droga a su sangre? El 15 de abril, la policía arrestó a Daniel Auster para que responda a esa pregunta. Fue acusado de homicidio involuntario en segundo grado, homicidio por negligencia criminal y por poner en peligro el bienestar de un niño.

Sus problemas con las drogas se iniciaron desde los 18 años, tiempos en los que, además, se vio involucrado en un sórdido crimen. Aunque no fue señalado como autor directo, Daniel Auster estuvo presente cuando dos hombres asesinaron a un traficante llamado André Meléndez para robarle. No solo lo mataron, sino que desmembraron su cuerpo y lo lanzaron al rio Hudson. A cambio de su silencio recibió 3 mil dólares que le fueron hallados por la policía pocos días después. Recibió 5 años de libertad condicional. En una película con guion escrito por su padre, Smoke (1995), es también un delincuente juvenil, aunque en ese caso se trata de un inofensivo ladrón de libros. Fue su único paso por el cine.

Según informó el New York Times, tras ser incapaz de explicar cómo pudo morir su hija de una sobredosis y pagar la fianza que lo dejó libre tres días después, Daniel Auster fue encontrado inconsciente en una estación de metro de Clinton Hill y llevado al Brooklyn Hospital Center. Había sufrido una sobredosis de heroína y fentanilo, como su hija Ruby. Y, como ella, no volvería a despertar jamás.

Paul Auster es autor de “La invención de la soledad”, “La trilogía de Nueva York”, “El palacio de la Luna”, entre otros libros. (Foto: AFP)
Paul Auster es autor de “La invención de la soledad”, “La trilogía de Nueva York”, “El palacio de la Luna”, entre otros libros. (Foto: AFP)
/ CHRIS J RATCLIFFE

El hijo de Paul Auster y la también escritora Lydia Davis tenía solo 44 años. Ninguno de los padres se ha manifestado públicamente sobre lo ocurrido. Tampoco lo hizo la hermana del fallecido, la cantante y actriz Sophie Auster. Concentrada en el lanzamiento de su nuevo EP y usuaria casi diaria de Instagram, no tuvo palabras públicas hacia Daniel o Ruby.

Quizás en ese silencio se esconda la clave de sus destinos.

Hijos de la fatalidad

El laberinto de su soledad

Los días finales de Helena Paz Garro fueron la tristeza, la melancolía y la pobreza que le heredó su familia. A pesar de haber sido muy unida hasta el final de sus días a su madre, la escritora Elena Garro, la relación con su padre, el Premio Nobel de Literatura Octavio Paz, fue intermitente y, una vez muerto, de recriminación por rencillas familiares de distintos orígenes. En 1968, ella y su madre deben abandonar México, acusadas por el PRI de instigar el movimiento estudiantil de 1968, que tuvo su punto más trágico en la Masacre de Tlatelolco, perpetrada por militares bajo órdenes del mismo PRI. En protesta, Octavio Paz renunció a continuar como embajador de México en la India. Esta decisión lo enfrentaría por mucho tiempo a su hija y a su ya ex esposa, con quienes no se hablaría durante muchos años. Entrada la década de los 80, madre e hija viven casi en la pobreza. Helena, incluso, padeció cáncer de mama y útero. Por estos días retoma la relación con su padre, que le consigue trabajo. Helena cayó en el consumo de drogas y alcohol, justificado por sus problemas personales. Nunca tuvo hijos. Llegó a asegurar que quedó estéril como producto del contagio de una enfermedad venérea a causa de las múltiples violaciones a las que la sometió de niña el esposo de su abuela materna. Ya en los 90, Helena, quien también llegó a publicar dos novelas, fue internada en una clínica siquiátrica. En su libro “Memorias” habló del rencor que sentía por sus padres, sobre todo por Octavio. En sus últimos años, que pasó en una casa de reposo, sufrió diabetes y un infarto cerebral que la dejaron muy limitada. Como pertenencias, solo tenía 35 gatos y una perrita. Falleció en la más absoluta pobreza a los 74 años, el 30 de marzo del 2014, un día antes del centenario de su padre.

Retrato de la artista evanescente

Lucía Joyce quiso ser bailarina y sus pasos la llevaron hacia la legendaria Isadora Duncan, con cuyo hermano, Raymond, estudió durante un tiempo. Intensamente interesada en al arte, tuvo romances con Alexander Calder, precursor de la escultura cinética, y con el dramaturgo Samuel Beckett, entonces amigo y discípulo de su padre, James Joyce. La sensibilidad de Lucía no pudo, sin embargo, salvarla de su propia mente. Afectada por el estrabismo, pero exitosa en sus presentaciones en algunos importantes locales de Paris, no pudo con la danza moderna ni con el ballet por una tenaz oposición de sus padres. Carente de autoestima y estabilidad emocional, su equilibrio empezó a quebrarse definitivamente después de que Beckett terminara la relación. Sus crisis nerviosas se hicieron cada vez más frecuentes y violentas, llegando a tirarle una silla en la cabeza a su madre, Nora Barnacle. Se dice que Joyce escribió Finnegans Wake mientras Lucía bailaba, como poseída, a través de las habitaciones de la casa. De este modo, fue musa y víctima de su padre. Para muchos estudiosos, hubo una retroalimentación entre la locura de su hija y su inextricable novela. El célebre sicoanalista Carl Jung llegó a atenderla. Los médicos la llamaron “maníaca depresiva”, “esquizofrénica” o “neurótica”. Nacida en Trieste, en un hospital que atendía a pobres y desfavorecidos, en 1907, a consecuencia de la escasez económica y el alcoholismo de su padre, después de los 25 años intercalaría desdichadas visitas a la casa familiar con internaciones en distintas instituciones siquiátricas hasta su muerte en 1982, a los 75 años.

La región menos transparente

El 22 de agosto del 2005 era encontrada muerta en una calle del barrio de Tepito en México D.F, Natasha Fuentes Lemus, hija menor de Carlos Fuentes, uno de los referentes del Boom latinoamericano. El cuerpo de la joven de 29 años permaneció como NN varios días en la morgue. Parecía otra anónima víctima de las drogas en esa zona brava de la capital mexicana. Una vez conocida la noticia, el escritor y su esposa Sylvia Lemus volaron desde Londres. Gabriel García Márquez fue el primero en darle el pésame. A pesar de que los cables noticiosos informaban que la causa de su muerte era un infarto o una “congestión visceral generalizada”, lo cierto es que Natasha arrastró por varios años un grave problema con las drogas. Ante el hermetismo de la familia, se difundieron oscuras teorías: que en realidad había sido apuñalada en un lío con traficantes, que estaba embarazada de 7 meses o que murió por una sobredosis de crack. “Fue una niña rebotona, alegre, llena de imaginación y humor –escribió Fuentes en En esto creo- La gran ilusión de un padre es que su hija sea siempre una fuente de ternura y entre siempre a la sala haciendo cabriolas. Pero las fotografías se desvanecen, las gasas se rasgan, las sedas se amarillean. La primera comunión no es un evento eterno”. Solo 6 años antes, en Puerto Vallarta, fue hallado muerto el hermano de Natasha, Carlos. También se dijo que fue un infarto, que fue a consecuencia de la hemofilia o que se suicidó por padecer una dolorosa enfermedad. Otra vez la oscuridad sobre el dolor. La tragedia también siguió a Fuentes con las mujeres que amó: Jean Seberg, Rita Macedo o Arabella Arbenz se suicidaron.

Carlos Fuentes fue uno de los referentes del Boom latinoamericano. (Foto: AFP)
Carlos Fuentes fue uno de los referentes del Boom latinoamericano. (Foto: AFP)

El lugar sin límites

En unos diarios íntimos que no fueron revelados sino hasta el 2009, casi 13 años después de la muerte de su autor, José Donoso, se habla de un proyecto de novela: una hija descubre los diarios secretos de su padre y se suicida después de leerlos. Aquel 2009, Pilar Donoso publicó “Correr el tupido velo”, un polémico libro que reveló al mundo la vida y pensamientos más personales del autor de “El obsceno pájaro de la noche”. “Con el libro fue como reencontrarme a mí misma, porque hasta entonces yo era ‘la hija de’. También logré reconciliarme con mi madre y a nivel personal, me separé como producto de mi libro”, aseguró entonces a la prensa Pilar Donoso. En su obra, reveló la homosexualidad velada tanto como el alcoholismo del escritor chileno, así como sus reflexiones y anotaciones sobre la enfermedad, la depresión o sus paranoias. Habló, además, sobre ser una hija adoptada y las tormentosas relaciones que tuvo con sus padres Donoso. Aunque recibió muchas opiniones positivas, ante sus críticos, que argumentaban una supuesta “traición” o “venganza” por revelar temas que el escritor no hubiera dicho estando vivo, se defendió: “No encuentro que haya traicionado nada. Además, todos los documentos están en dos universidades para ser leídos”. Como una especie de designio fatal, José Donoso pareció anticipar en aquel borrador de novela casi olvidado, el final de su hija. Pilar Donoso se suicidó con una sobredosis de medicamentos en noviembre del 2011. “Como hija, soy protagonista de muchas versiones noveladas de la mente creativa de mi padre; -escribió Pilar en “Correr el tupido velo”- soy mala, adorable, acusadora, ladrona, abnegada, asesina, ajena, protectora, cruel, generosa, lapidaria, madre… y muchos roles más que se entremezclan en una relación amor-odio que va más allá de lo comprensible”.

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