"Las edades" de Teresa Cabrera. Editorial: Álbum del Universo Bakterial.
"Las edades" de Teresa Cabrera. Editorial: Álbum del Universo Bakterial.
José Carlos Yrigoyen

El seguro equilibrio entre lo descarnado y lo sereno, lo abstracto y lo material, la lucidez y la sombra sostiene “Las edades”, el libro que acaba de publicar Teresa Cabrera. En su primer poemario, “Sueño de pez o neblina” (2010), manejó un onirismo que difuminaba panoramas, edificios y rostros de una ciudad compuesta por estados de ánimo cuyos matices denunciaban y advertían una injusta realidad en “que antes que tú los perros / allá afuera el mal”. Esta vez el sueño es una puerta abierta hacia un universo interior corroído por signos negativos que marcan un conflicto incesante con momentos plenos de estallidos e incendios sensoriales y verbales.

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Esa deflagración, muda en ciertos tramos, elocuente en otros, nos permite vislumbrar un mundo descompuesto -humanamente, históricamente- por un poder que aquí se encarna en elementos perniciosos reiterados de poema en poema. El primero es el oro y su engañoso fulgor, símbolo dinámico de la codicia y la destrucción, que se manifiesta por medio de una apocalíptica imaginería (“El oro escupe una ola gigante de fuego // con la onda expansiva la cabeza sale despedida / a su paso el viento azota la puertas eriza a los animales / los alambres se estiran hacia el cielo / el fuego es una estrella negra”), presagiando a los hombres la confusión y el horror (“verás ese brillo se aloja en tu cabeza / la rueda se atasca en el cieno / y la pesadilla empieza no bien alguien arroja una moneda en el camino”.

El segundo elemento persistente es la máquina, artefacto devorador cuya decidida crítica recuerda a ratos el canto contra la usura de Pound (“mientras la máquina arroja sus mercancías inicia guerras / perfora tuberías túneles cisternas / roba peso en el mercado adultera la gasolina y muele las pastillas entre dos cucharas”) y por otros trae a la memoria esa afirmación de Marx acerca de que “el constante perfeccionamiento de la máquina coloca al obrero en una situación más precaria” y que aquel a la larga ocasionaría su propia aniquilación. El poema “El agua estancada es fácil de interpretar” parece sustentar dicho aserto: “la estrella puso mensajes en mi mente / para que mi mente estalle / y sus partículas encarnen máquinas del más reciente modelo / si no estalla no sirve su llamarada es la ruina / la ruina repitió la burbuja / si no estalla no hay nada que esperar”.

Un plano distinto del libro se presenta en sus últimos poemas, mucho más emotivos y cercanos a las circunstancias del hablante poético: la crónica de una incursión por el laberinto de la salud pública, amoblado de cuerpos sufrientes, signado por la indiferencia de aquellos pasillos bajo cuya única luz natural “se acomodan las bacterias” y donde la sangre y las plaquetas son “mercadería”. La contención sentimental de Cabrera consigue plasmar con admirable objetividad el desvalimiento personal y de ese modo hacerlo una ofrenda común y testimonio general de la frialdad burocrática ante la muerte desoladora: “pronto quedaré sin padre / o todo lo que queda por saber del padre está contenido en la muestra (…) así responderá el Estado: un certificado con aspas / sin voz sin carne”. Dichos motivos recuerdan algunos poemas del importante “Ya nadie incendia el mundo” de Victoria Guerrero, que recorren asuntos similares.

En esta vertiente encontramos el poema que recoge la más feliz expresión de Cabrera en sus tres libros editados hasta ahora: “La máquina arroja al maquinista”. La soltura enunciativa, la síntesis conceptual y la llamativa originalidad de las imágenes de este texto se confabulan con suma prestancia para ilustrar una situación límite en que nada se puede conceder: “la máquina produce y destella en la calma de un amanecer abierto a todas las posibilidades / el discurso es lo muerto / la entrega de tu cuerpo al Estado / el visillo el horno la máquina que silencia el rugido de un fuego final”. Y aunque otras piezas reunidas en “Las edades” no logran redondear sus faenas con tal brío, estamos ante un estimulante libro que destaca entre la última poesía peruana, donde -la evidencia es ya abundante- la voz de las mujeres es la que guía la pauta.

La ficha

Teresa Cabrera. Las edades.

AUB, 2021. 66 pp.

Relación con la autora: conocidos.

Calificación

3.5 estrellas de 5

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