"Agua por todas partes" - Leonardo Padura. (Foto: Difusión).
"Agua por todas partes" - Leonardo Padura. (Foto: Difusión).
José Carlos Yrigoyen

En "Yo quisiera ser Paul Auster" uno de los mejores textos que componen "Agua por todas partes", la más reciente entrega de (La Habana, 1955), el narrador cubano se lamenta –con buen humor– de que en casi todas las entrevistas a las que se somete le consulten más sobre la realidad de su país que sobre sus libros, o que incluso sus inquisidores lo tomen como un "pitoniso, astrólogo o babalao", que conoce las fechas precisas de los hechos que cambiarán el futuro de sus compatriotas. Pero la pregunta más reiterada en sus encuentros con la prensa es por qué ha elegido quedarse en Cuba, teniendo la posibilidad de hacer su carrera de escritor desde espacios más favorables para la elaboración y difusión de su trabajo. La intención de responderla con la mayor honestidad ha animado a a escribir las piezas que integran este volumen, donde el insobornable amor por su país, su literatura y su historia se despliegan sin por ello dejar de señalar los problemas de una nación donde la normalidad se ha convertido en poco menos que un milagro.

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afirma que la necesidad de permanecer en su patria implica un reto: el de expresar la "peculiaridad y desproporción" que implica el hecho de ser cubano, esa esencia universal y expansiva tan difícil de condensar (y que él ha logrado resumir en el personaje de Mario Conde, quizá el más emblemático que ha moldeado). Los mejores ensayos de "Agua por todas partes" son los que fusionan el apunte autobiográfico con el discurrir cultural y político de la isla, ejercicio en el que no se ahorra objeciones sin duda pertinentes, pero también bastante moderadas (como sucedía con las declaraciones de Tomás Gutiérrez Alea, otro intelectual crítico tolerado por el régimen).

Esa peculiaridad y desproporción de las que habla están encarnadas en uno de los más grandes escritores nacidos en Cuba, Virgilio Piñera, a quien dedica un lúcido estudio y rinde homenaje en el mismo título del libro, prestado de uno de sus versos más célebres. Excepcional cuentista y dramaturgo, la irremediable tendencia de Piñera por el absurdo cruel y la ironía disidente fue imposible de tolerar por los funcionarios de la revolución, quienes lo condenaron al silencio hasta su muerte, en 1979.

El destino de Piñera ilustra muy bien los vaivenes de la relación entre los escritores cubanos y el poder. Bajo la consigna de "la superación de los errores no implica que los errores no hayan existido" se repasa aquel decenio negro en el que todo conflicto personal o colectivo fue suprimido de la literatura nativa: durante los años setenta, solo el optimismo y la fe en el sistema eran aceptables, hasta que a comienzos de los ochenta empezó un deshielo que les permitió a los autores jóvenes abordar la realidad con menos restricciones.

Es aquí donde se engarza el testimonio de , uno de los integrantes de esa nueva hornada. Las páginas dedicadas a contar sus inicios como escritor entre sus propias dudas personales y las más laxas pero inevitables restricciones ideológicas es una contribución valiosa acerca de una poco conocida etapa de la literatura cubana que, además del mismo , generó narradores notables como Pedro Juan Gutiérrez o Daína Chaviano. Su estupendo relato sobre el aprendizaje de un escritor en medio de la caída de la Unión Soviética, el tétrico Período Especial y la siempre dilatada esperanza de estabilidad en un país "donde nadie se muere de hambre, pero chirrían los intestinos" debe contarse entre las mejores páginas que el autor de "El hombre que amaba a los perros" ha escrito. "Agua por todas partes" es heredero de ese extrañamiento y maravilla que sentía Piñera por vivir en un pequeño lugar del mundo que es más grande de lo que parece.

DATO
4/5
Autor: .
Editorial: Tusquets.
Año: 2019.
Páginas: 362.
Relación con el autor: ninguna.

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