Mariano Ludueña nos presenta su nuevo libro de cuentos
José Silva

Visitó Lima por primera vez para la Feria Internacional del Libro y se sintió a gusto en un ambiente donde la gente parecía desesperada por buscar una buena obra para leer a solas. Su nombre es Mariano Ludueña. Es periodista, músico y escritor.

En diálogo con “El Comercio”, este autor nacido hace 46 años en la ciudad de Santa Fe, comenta algunos detalles de su libro lanzado por Ediciones Piloto de Tormenta, a la venta ya en librerías limeñas.

Se trata de un conjunto de 24 relatos cortos en donde el rock, la calle y el arte está muy presente. Bajo el matiz de un narrador que lucha por encontrar la palabra justa, los lectores sentirán más de cerca el puerto de Buenos Aires, una ciudad cautivante desde cualquier punto de vista.

Aquí nuestra breve charla con Mariano Ludueña sobre “La mitad que no recuerdo”.

-Mariano, ¿cómo así recordaste la otra mitad de historias que incluye tu primer libro, “De todo lo que vi, recuerdo la mitad”?

Así es. Ese libro fue editado en 2010, fue una edición de autor que yo mismo la confeccioné. Me hice cargo de la ilustración, de la edición, del gramaje de papel. Me sirvió eso como una escuelita para hacer un libro. Luego la editorial Piloto de Tormenta me contrata y lo reedita con el formato que está actualmente en librerías, pero con el mismo título. Y mi tercer libro, segundo en la editorial ya mencionada, vendría a ser “La mitad que no recuerdo”. Este es un conjunto de relatos de ficción, ambientados en locaciones y situaciones reales, con personajes, barrios y hechos reales, pero manipulados a mi antojo.

-En tus cuentos está muy presente Buenos Aires, pero en realidad podría ser también cualquier otra ciudad latinoamericana…

Buenos Aires es una ciudad colapsada, gris, como todas las grandes capitales del mundo en las que ya no entra nadie, donde el tráfico es insoportable y el aire irrespirable. Pero la gente sigue viviendo. Lo interesante de todo esto es que uno sigue trabajando más allá de todos esos inconvenientes. Uno sigue tratando de meterle arte, letras, música, cine y arte a la vida. Buenos Aires es un polo cultural interesantísimo. Me parece que es una de las capitales más ‘cultas’ del mundo. Y lo digo por las librerías, teatros, cines, café concerts. El porteño goza mucho de esa libertad cultural que ofrece la ciudad.

-Es tu primera visita a Lima, ¿cómo ves la ciudad?

Sí. Y veo algunas cosas similares. Los veo muy interesados en el arte, en la cultura, en la divulgación de obras, escritos y también del cine.

-¿Cuál es el soundtrack que nos recomiendas mientras leemos tus cuentos?

El libro está musicalizado, tiene una banda de sonido. Por ejemplo, “La santiagueña” se podría escuchar con una canción de Daniel Melingo titulada “El narigón”. Después, bueno, hay temas de Billy Idol y de varios más. Como que me gusta ponerle una banda de sonido a mis relatos para que el lector pueda profundizar más y captar la idea. Intento escribir como para que el lector vaya al cine. Me gusta mucho graficar las descripciones. Y creo que la música colabora para eso.

-Salvo tres o cuatro de los cuentos de este libro, el resto tienen como título una sola palabra. ¿Por qué esto?

Eso es un vicio del músico que hace la lista de temas y acorta las palabras. En vez de ponerle “Fuego y tierra en Las Vegas” le pone solo “Fuego”. Y eso me gusta. Considero que una palabra es más fuerte que una frase. Y el secreto es saber elegirla. En Argentina tenemos lectores realmente importantísimos, que son mis maestros. Borges te enseña es a elegir la palabra justa y ponerla en el lugar indicado. También tenemos a Horacio Quiroga. De él aprendí el formato del cuento de historia ‘redondita’. También creo haber aprendido del humor del Negro Fontanarrosa y del Gordo Soriano. Son tipos que abren puertas a través del humor. Otro que me seduce es Galeano, que a través de pocas palabras tira un buen concepto. Lo que podemos asociar de mi escritura con la del uruguayo es la pequeñez del hombre. Busco que el lector se dé cuenta de que los seres humanos no estamos solos.

-Ejerces el periodismo y eres músico. ¿Qué te da el refugiarte en la literatura?

El periodismo es un trabajo, con eso sustento la farsa literaria y la musical. Sin música no soy feliz. Y la escritura me permite desarrollar mi interior. Es como si la banda de rock fuera jugar al fútbol y la escritura al tenis. Estás solo, tienes tiempo para diagramar las cosas, pulirlas, editarlas. Me siento muy a gusto en la literatura.

-Finalmente, ¿hay mucho ‘boliche’ (discoteca), mucha noche en estos cuentos de “La mitad que no recuerdo”?

Hay muchas historias punk, de drogas, de cuchilleros, de gente marginal. Se pasea mucho por los bordes, sin perder el sentido del humor y la ternura. Bajan los niveles de violencia y muta en humor, alegría. Y creo que a través de esto puedes llegar a todos.

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