“Meche”: ¿qué opina nuestro crítico literario del libro biográfico de Mercedes Araoz?

PARA SUSCRIPTORES: Hollywood irredento, por Sebastián Pimentel

Este es el caso de “Meche”, reciente publicación de la exvicepresidenta Mercedes Araoz, una de los protagonistas de la crisis política que atravesamos, quien repasa su andadura vital cargando el estigma de ser una funcionaria alejada deshonrosamente del poder en medio de la convulsa disolución del Congreso en 2019. “Somos nosotros y nuestra circunstancia, como diría Cervantes” nos recuerda en el prólogo (y desde aquí le recordamos que, en realidad, la frase es de Ortega y Gasset).

“Meche” está compuesto por dos partes bien delimitadas. Las secciones iniciales relatan, con espontaneidad, la infancia, adolescencia y aprendizaje de esa chica clasemediera de Pueblo Libre que, sin ventajas ni privilegios, a punta de estudio y esfuerzo, salió adelante hasta convertirse en una prestigiosa economista, premier en dos ocasiones y la primera ministra de Economía de nuestra historia. Las cálidas anécdotas y entretelones de dicha ascensión consiguen que empaticemos con esa Araoz sencilla y a la vez inquieta, que aúna hábilmente la superación profesional con la vocación de servicio. Pero quizá lo que más distingue a este apartado sea la necesidad de dejar en claro que no hablamos de una insípida tecnócrata más, sino de una política con ideas propias y principios democráticos inquebrantables, cercana a la teoría de la elección pública del nobel James Buchanan. Para demostrarlo, formula duras críticas al régimen de Alberto Fujimori, considerándolo “en teoría, una democracia representativa, y en la práctica, una autocracia con rasgos imperialistas y populistas.”

«Pero el momento cumbre de “Meche” es sin duda, aquella inolvidable juramentación que acabó en ridículo internacional».

La otra mitad del libro, dedicada a su labor durante el segundo mandato de Alan García, la campaña política del 2016 y su participación en los gobiernos de Kuczynski y Vizcarra, cambia el talante amable por uno más agresivo y, por tramos, abiertamente rencoroso. La autocrítica brilla por su ausencia, salvo cuando acepta “no haber insistido en una política de comunicación y diálogo” durante la tragedia de Bagua, a pesar de las conclusiones de la comisión investigadora correspondiente. También deslinda de la decisión del indulto a Fujimori, motejándola de “torpeza tanática”, aunque haya declarado el 7 de enero de 2017 que “este indulto de ninguna manera significa impunidad y menos olvido; se trata de empezar a cerrar heridas como país”.

En cambio, los ataques a sus adversarios y otrora aliados son reiterados, hasta llegar al ensañamiento. El blanco predilecto es, por supuesto, Martín Vizcarra. Araoz lo califica de inseguro, cobarde y desleal: “Él iba acumulado disgustos y resentimientos. Es su estilo”; “mecedor, manipulador y cínico”; “pareciera que la fuga frente a una responsabilidad, por muy nimia que parezca, es un signo inequívoco de su personalidad”. Tampoco se libra Salvador del Solar, caracterizado como un hipócrita lleno de dobleces, ni Mercedes Cabanillas, a quien culpa de haberle organizado una campaña de desprestigio por la masacre de Bagua, o el infaltable Alfredo Barnechea, que recibe también su respectiva dosis de curare, al ser reducido a un matoncete machista y arrogante.

Pero el momento cumbre de “Meche” es sin duda aquella inolvidable juramentación que acabó en ridículo internacional. Araoz invierte muchas páginas en sustentar tal decisión; sin embargo, sus explicaciones, por muy buena voluntad que pongamos, no nos convencen. Afirma que aceptó el ofrecimiento de la bancada fujimorista, pues su “gesto político” serviría para la “defensa de la constitucionalidad”, posición desconcertante por parte de quien describe, unos capítulos atrás, a sus eventuales aliados como unos “radicales” y “termocéfalos” que “empujaban a usar cualquier resquicio de la Constitución para deshacerse de sus enemigos”. Pretender iniciar una auténtica reforma política con semejantes colegas, delata, en el mejor de los escenarios, un candor desarmante.

Araoz, al igual que Edith Piaf, no se arrepiente de nada. Cree que hizo bien en no ceder a las exigencias de los “políticamente correctos”, al reclamo de la calle o de los “opinólogos”, y situarse, según su interpretación, del lado de la legalidad. De esa manera, sus memorias finalizan como la amarga justificación de un viejo orden que, soberbio, sordo y ciego, es incapaz de comprender las causas de su condición caduca y terminal.

LA FICHA:

Autor: Mercedes Araoz.

Editorial: Primera Persona.

Año: 2020.

Páginas: 311.

Relación con el autor: ninguna.

Calificación: ★★★