“Tengo nueve años y me llamo como el peor día de la semana: Domingo”, nos cuenta desde el principio el protagonista de esta que es fantasía, sí, pero sobre todo recuerdo, nostalgia y realidad. Domingo, que vive en una ciudad al norte del país, se ve obligado a mudarse a Lima con su mamá, dejando su barrio, sus juegos, a sus amigos y a sus abuelos allá. Su mamá es joven y entrañable. Su papá ha partido hace mucho tiempo. Su contacto con la nueva ciudad, grande y monstruosa como lo dice el título del libro, lo llena de dudas y temores, pero también de nuevas aventuras, personajes, sorpresas o amistades. Ese viaje de adaptación y aprendizaje es el corazón de “Diario de Domingo”, cuarto libro de Sandoval (Trujillo, 1979), pero su primera incursión en el mundo infantil/juvenil. Y lo hace en pleno boom: durante la pandemia las ventas de literatura juvenil aumentaron en un 90%. Antes, Castro publicó los volúmenes de cuentos “Un hombre feo” (Borrador, 2010); “Orientación vocacional” (Paracaídas, 2015) y “Yo no quería escribir cuentos (solo quería conocerte)” (Planeta, 2019).

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“Cuando tuve la primera reunión con Crisol –a través de Xilófono, su sello editorial-, me dijeron que lo ideal sería que lo terminara en 3 meses. Les dije que era imposible y que podía hacerlo en 6. Pero al final me demoré 3 años”, nos dice el autor entre risas. A pesar del buen humor actual, gracias a la satisfacción del trabajo terminado, en determinado momento pensó que no iba a poder con el proyecto. La tristeza ocasionada por la pandemia le había quitado creatividad y energía. Al final, gracias a la paciencia de sus editores –Alberto Rincón y Fiorella Zenteno-, y a sus habituales visitas “para hablar de los libros y de la vida”, en palabras de Castro, pudo retomarlo. “Después de 3 años de pérdida y recuperación de la esperanza y también de descubrimiento de cómo escribir y dibujar la historia, nació el “Diario de Domingo””, nos dice.

El autor, que también es profesor de Literatura, Escritura Creativa y Guion, empezó haciendo los dibujos que acompañan la historia con un sencillo lapicero Pilot de tinta líquida, y terminó girando a colores, plumones, óleos pasteles y delineadores de tinta. “Aprendí a dibujar con diferentes herramientas, sin mucha técnica, pero con muchas ganas de probar, como un niño en el Nido, que coge cualquier cosa de color que tenga a la mano”, recuerda. A pesar de sus temores, casi compartidos con los de su personaje, la primera presentación de “Diario de Domingo”, en la reciente FIL, fue un éxito rotundo. La cola para las firmas se prolongó por más de una hora después de terminado el evento. Es muy posible que esta sea la primera parte de una saga con el mismo protagonista. La variedad de público demostró lo evidente: “Diario de Domingo” es apto para todas las edades.

—¿Por qué escribir un libro como “Domingo”?

Porque así gente más joven sabe que hay una voz como la de ellos que merece ser escuchada. Porque más niños y jóvenes tienen que leer libros y pensar que la literatura puede ser divertida, que puede hablar de ellos y no solo del mundo de los adultos. El mundo de los niños es fascinante todo el tiempo. Y todo el tiempo están ellos frente a alguien más grande. Cuando escribes un libro pones en palabras emociones que alguien más siente, ante las que alguien más dice “Yo también me sentí así”.

—¿Para ti ha fluido naturalmente cambiar el registro de escribir literatura para adultos a escribir “Diario de domingo”?

Es difícil, es otro ritmo. El lenguaje poético que a uno se le escapa en un cuento, ya no se puede utilizar de la misma forma. Con un niño hay que comunicarse en otro plano, hay un límite de licencias. Hay metáforas hermosas que pueden utilizarse, pero sin rebuscar mucho en un lenguaje que aún no conocen. Ahora, los niños sí juegan con el lenguaje, su capacidad para destruirlo o reconstruirlo es genial, porque son chicos, no creen que nada esté prohibido. Y eso es, precisamente, hacer literatura.

Castro confesó que, en determinado momento, pensó que no iba a poder terminar el proyecto de "Diario de Domingo". (Foto: Renzo Salazar para El Comercio)
Castro confesó que, en determinado momento, pensó que no iba a poder terminar el proyecto de "Diario de Domingo". (Foto: Renzo Salazar para El Comercio)
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—¿Qué significó para ti crear a Domingo?

Hay cosas que había olvidado, que había puesto como en un árbol y que el proceso del libro ha ido zamaqueando para hacerlas caer desde allí. De pronto, pensé en cosas que me había olvidado que debía hacer, que estaba bien hacer. Domingo me preguntó “¿Por qué te convertiste en esto?” O me dijo: “A ti te gustaban tales cosas”. Domingo me interpelaba. Me decía “Yo creo en esto y tú eres capaz de escribirlo. Es porque lo recuerdas, ¿Por qué has renunciado a ello?”

—¿Cuál fue el impacto personal de involucrarte en un proyecto como este?

Fue como una obligación de volver a creer en un mundo en el que ya no creía. Cuando veía a Alberto, mi editor, que estaba a punto de ser papá, le preguntaba cómo así traía a un niño al mundo, a un mundo que siempre parece estar a punto de destruirse, y él pensaba que era posible traerlo a un mundo bueno. Entonces, cuando terminé de hacerlo pensé que también podía suceder que el mundo no se vaya al diablo. Puede que esta generación dé la curva final y lo salve. El libro me devolvió la esperanza que yo había perdido. Yo pienso que todo está mal, que todo está cuesta abajo, pero el libro me llevó a considerar que, de repente, no es así.

—¿Cómo te ha dejado la experiencia de reencontrarte con tu Pierre chico al acudir a ciertos recuerdos?

En una parte del libro, Domingo insiste en abrazar a su mamá, a pesar de que los otros niños lo miraran y eso siempre da un poco de vergüenza en esa etapa. Él quería hacerlo porque yo quería hacerlo también, pero ya no podía. Mi mamá supo del libro, vio algunas cosas al principio, le pareció que iba a ser divertido, pero falleció antes de que lo pudiera terminar. Entonces pensé que, al menos, podría hacer que ella estuviera en el libro como la mamá de Domingo. Por eso es que tiene características que, ante los ojos de Domingo, también la dejan ver vulnerable, al contrario de la forma como la mayoría de adultos se muestra con los niños. Esa ha sido una de las cosas que más me removió.

Ilustración de su libro "Diario de Domingo, perdido en la Mostruociudad", donde se ve a Pancha (izquierda) y Domingo (derecha). (Ilustración: Editorial Xilofono)
Ilustración de su libro "Diario de Domingo, perdido en la Mostruociudad", donde se ve a Pancha (izquierda) y Domingo (derecha). (Ilustración: Editorial Xilofono)

—¿Cuánto de ti tiene Domingo en realidad?

En realidad, Domingo es el primer personaje de mis libros que, siendo la voz narradora, no soy yo. Pero lo veo como un sobrino y lo quiero mucho. Tiene un poco de todos mis amigos. He hablado con muchos de ellos sobre su niñez, la gente está muy dispuesta a hablar de esa etapa. Me contaron muchas historias y yo usé pedacitos de esas historias para construirlo. Hay una leyenda, creo que apócrifa, cuando le preguntan a Flaubert quién era Madame Bovary en realidad y él responde “Madame Bovary soy yo”. Domingo ha perdido la fe al haberse mudado a una nueva ciudad. Representa, en algún sentido sí, a Pierre en medio de una pandemia, sin querer vivir en ese mundo impuesto. Algo de mí sí hubo. Pero, principalmente, era todos los seres humanos como nosotros que ya no sabíamos qué hacer con lo que estábamos pasando, pues no podíamos recuperar la capacidad de abrazar a un amigo o de juntarnos con ellos a comer algo, tomar unas chelas o jugar Play.

—Has escrito antes libros de cuentos con historias muy divertidas, pero la mayoría son vivencias adultas. Hoy publicas este trabajo ¿Dónde sientes que tu voz de autor se muestra con más comodidad?

Al hacer “Diario de Domingo” tuve que renunciar de algún modo al lenguaje literario que me había tomado como 15 años aprender. Era una forma en que me permitía licencias poéticas que ya no podía usar. Pero las historias no solo tienen que ver con la forma como nos expresamos, sino con su esencia. Y un niño, en una forma honesta, también podría conmoverse, no solo porque el lenguaje estuviera bien construido, sino porque estás en situaciones que puedes recordar. Un ejemplo: jugando canicas, mientras te das cuenta que cada canica que te ganan es como una persona que a lo largo de tu vida vas a perder. Tuve que encontrar la manera de decir las cosas con formas, con escenas, no con palabras. La materia prima de la narración no es el lenguaje, sino la vida.

—¿Cómo convertir esas sensaciones en un libro y cómo convertir ese libro en un puente hacia chicos de la misma edad o parecida que tu personaje?

Creo que el sentimiento de pérdida es igual. Es inherente al ser humano. Lo conocen los niños desde que tienen muy poca edad. En ese punto específico no necesité distinguir entre mi usual narrador y Domingo. Sentía que cuando Domingo decía que extrañaba a su papá o a sus amigos, era lo mismo que yo sentía que había dejado de tener cerca, cosas que antes me daban la vida entera.

—¿Cuál crees que puede ser un elemento clave en la literatura que pueda hacer que los chicos regresen a los libros y dejen los celulares y lo digital, al menos temporalmente, de lado?

Que hablen de ellos. Que sean sus historias. Que conviertan el libro en una carpa bajo la cual se metan, como sucede en una escena del Diario de Domingo. Los adultos también necesitamos un lugar donde guarecernos, no solo cuando somos niños.

Domingo es el primer personaje creado por Pierre Castro que, siendo la voz narradora, no es él mismo. (Foto: Renzo Salazar para El Comercio)
Domingo es el primer personaje creado por Pierre Castro que, siendo la voz narradora, no es él mismo. (Foto: Renzo Salazar para El Comercio)
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—Tuviste oportunidad, además, de hacer tu propio Stranger Things: una especie de tributo a todas las influencias que te enriquecieron desde pequeño, en los años 80.

(Risas) Sí, es cierto. Hay un momento importante del libro en el que Domingo y sus amigos ilustran poemas de Rossella Di Paolo, Lizardo Cruzado, Washington Delgado, José Watanabe y José Emilio Pacheco de México. Logramos hablar con los poetas y sus editores o herederos, les mostramos lo que queríamos hacer y estuvieron felices de cedernos sus poemas. Eso me conmovió, porque son poetas que yo admiro mucho y esta era una forma de acercarlos a los niños. También me ayudaron El guardián en el centeno, Julio Verne, Kafka, Charly García, Elton John, Freddie Mercury, El zorro y el sabueso o El increíble hombre menguante. Quería que las nuevas generaciones se contagien de algo que fue hermoso.

—Y el camino que viene, ¿Literatura para adultos o libros para chicos? ¿Cómo vas a marcar la diferencia en adelante? Parece que te has sentido muy cómodo en esto…

Cuando leí mis primeros libros nunca sentí que hubiera diferencia entre literatura para adultos o para niños. Yo sentí que eran verdades tangibles tanto para adultos como para niños. Cuando me quedaba solo en la biblioteca de mi abuela y mis tías, encontraba Marco Mono, de Carlos Trillo y Enrique Breccia, y eran unas tramas bien quemadas, de un mono aventurero que recorría un mundo post apocalíptico. Leí esas historias a los 10 años y pensé: los libros cuentan secretos que nadie más me va a revelar. Desde entonces, supe que a los niños hay que respetarlos y decirles también la verdad. El niño se cuestiona, se pregunta cosas, y hay respuestas que va a tener cuando lea el libro.

—¿Qué te parece que es lo más importante decirles a los chicos, sabiendo que escribiste un libro con el que te iba a leer más gente joven que adultos?

Que la vida está llena de cosas lindas que pasan. La vida es que te pasen cosas. A mí me encanta una parte en la que Don Lucho, uno de los pocos personajes adultos, le dice a Domingo: “La vida es un carro que te lleva. Deja que te lleve. Lo peor que puedes hacer es detenerlo”. Domingo está angustiado porque ha dejado a sus amigos, pero el primer día de clases en su nuevo colegio le pasan un montón de cosas. La vida puede ser una pendejada, pero nunca van a dejar de pasarte cosas lindas. Quiero que los chicos sientan que su vida es narrable, memorable. Que todos los días pueden pasarle cosas especiales y solo hace falta estar atento para verlas bien.

Otro dato

Puedes leer más historias de Pierre Castro en su blog huesohueso.blogspot.com o en su cuenta de Instagram: @manongosterne.