Pilar Sordo: “La vejez debe vivirse con hermosura y plenitud”
José Silva

Con más de 600 mil libros vendidos en toda Latinoamérica, Pilar Sordo se hizo de un merecido reconocimiento cuando se trata de analizar temas de familia.

El último martes brindó una charla en Lima para hablar sobre su más reciente libro “No quiero envejecer” (Editorial Planeta, 2015).

Esta obra ratifica el éxito de las investigaciones que Sordo ha realizado en los últimos años. No solo está escrita de forma limpia, sino que además posee un lenguaje muy directo, como si el lector fuera su paciente.

Compartimos aquí la segunda parte de nuestra entrevista con la autora chilena. La primera puedes leerla .

Uno siempre ha tenido vacaciones, desde el colegio, pero usted menciona en el libro la importancia de saber aprovechar el tiempo de ocio. ¿Por qué no somos capaces de utilizar correctamente nuestros descansos?

Porque creo que nos ganó la tecnología. Tengo la impresión de que el tiempo de ocio no lo sabemos utilizar porque gran parte de ese espacio libre lo disponemos usando a este ‘Dios del siglo XXI’ que yo llamo y que tiene que ver con estas pantallas (celular, Internet y televisión) que nos consumen el tiempo y nos hacen perder la noción de cómo disfrutar y con qué. Cuando uno aprende que el disfrute pasa más por los vínculos, por los afectos, por el estar con gente que uno quiere es donde se estructura mucho mejor ese tiempo. Estar de ocio puede significar no hacer nada, pero también hacer cosas distintas a las que hacemos todos los días. En ambos procesos se puede producir el descanso.

Usted cuestiona que haya cada vez más hospitales, clínicas, farmacias y ‘enfermos’ que requieren atención. ¿Tan mal estamos o qué hay detrás?

Creo que no nos hemos ido dando cuenta de cómo el cuerpo está empezando a 'hablar' (expresar) emociones que por ahí no tenemos muy codificadas. De esa forma es como se han ido repletando los centros de salud y donde, claramente, si nosotros empezáramos a limpiar a persona por persona, nos daríamos cuenta de que muchos de esos trastornos físicos parten de procesos emocionales que no fueron trabajados, hablados o llorados en el momento que debía ser y que desde ahí se aumentan. Siempre se ha dicho que el cuerpo termina gritando lo que uno no habla y eso en países como Chile, Perú, donde tenemos problemas para decir lo que sentimos, sin duda alguna se hace más difícil hacer el esfuerzo.

Le ocurre a muchos hijos únicos que pierden, por ejemplo, a su papá y luego sienten la responsabilidad de quedarse al lado de su madre hasta que esta muera, muchas veces descuidando su vida personal. Esto es lo que usted denomina ‘Contrato implícito’. ¿Cómo romper este vínculo de forma adecuada?

Lo más importante es que esa madre, padre o abuelo (que se queda sin pareja) tenga su propio proyecto personal. Cuando no lo tiene, los hijos adoptan un rol de padres que claramente no conviene tener y de alguna manera imposibilita que ese adulto mayor tenga la posibilidad de generar sus propios proyectos. Cuando un adulto mayor tiene proyectos y está haciendo cosas, todos los hijos –de alguna manera— quedan más libres de poder seguir con sus proyectos propios y al mismo tiempo también acompañar al adulto mayor. También pueden cuidarlo, claro que sí.  A la larga, la vida es un devolver, por lo tanto uno como hijo tiene la obligación de devolverle a los padres lo que a uno le entregaron.

Se trata de un cambio cultural muy importante y a veces no entendido

Así es. A mí no me parece que sea sano que todas las cosas que los bebés precisen, desde cambiarles pañales o el no dormir para cuidarlos, sean consideradas encantadoras y cuando eso mismo pasa en un viejo, sean vistas como deterioro y hasta dan asco. Ahí hay un cambio cultural que producir, donde ambas cosas tengan que ver con un mismo circuito de la vida y desde ahí poder devolver lo que nos entregaron.

¿Qué hay en la cabeza de un hombre de 50 años que se viste como un adolescente, con cadenas, gorrito y no vive su edad como debería ser?

Creo que hay una ilusión por detener el tiempo. La gente que tiene recursos económicos siente que con el dinero puede controlar el paso del tiempo y hacerse cirugías, cambiar de ropa, estar en el gimnasio, tener relaciones con chicos o chicas más jóvenes que ellos para sentir que detienen el tiempo y así alargan el proceso de tomar contacto con la vejez. Y en los sectores de menos recursos hay una sensación como de deterioro, de decir ‘da lo mismo que esté gordo’, ‘da lo mismo que tenga canas porque ya estoy viejo y estoy fuera de mercado’. En ambas situaciones la vejez no está siendo bien vivida. La vejez tiene que ser vivida con hermosura, con autocuidado, con elegancia y con la sensación de plenitud que da el paso del tiempo. Evidentemente hoy que voy a cumplir 50 años no pienso como hace 3 décadas. Ese cambio de concepciones va ocurriendo solo con el paso del tiempo. Es la experiencia que permite sacarte los prejuicios, romper barreras con respecto a los otros, que uno pueda ser más libre para ser quién es y que no esté sujeto al qué dirán.

¿Qué hace que un joven tenga hoy entre sus objetivos prepararse físicamente para entrar a un ‘reality’ de televisión y no estudiar en la universidad?

Tener dinero en corto tiempo y al menor esfuerzo. En general ese es un problema educacional gravísimo. Los jóvenes están pensando que al menor esfuerzo posible quieren la mayor rentabilidad. Y eso es imposible. A la gente que le va bien en la vida son personas que se sacaron la mugre desde muy joven, que probablemente se levanten muy temprano y se acuesten muy tarde. Es el fruto de esa constancia lo que produce los buenos resultados. Estas cosas instantáneas pueden ser una fama de 15 segundos pero a la larga terminan por producir muchos dolores, depresiones y muchos contrastes porque después (las personas) son incapaces de seguir manteniendo ese nivel de vida que obtuvieron con esos trabajos de menos esfuerzos y alta ganancia.

En Perú hay un altísimo nivel de adultos mayores sin pensiones por lo que cada fin de mes están a la deriva…

Lo que cuentas es válido para muchos países. En Chile las pensiones son bajísimas. La gente no siempre se preocupa de joven, prefiere recibir un sueldo más alto pero no aportar como tendría que hacerlo para cuidar su futuro. Por eso siento que mi investigación es interesante porque habla de abrir espacios que no solo pasan por las personas sino también por los gobiernos. Creo que los estados se tienen que hacer cargo de una población que va en aumento. En Chile y Perú en 2025 habrá más viejos que niños nacidos.  Habrá una masa de gente enorme que debe divertirse, tener buena salud, seguir educándose, probablemente seguir trabajando, no sé.

Por eso su libro plantear revisar el concepto de jubilación.

Las edades que los países han decidido para la jubilación ya no son válidas. Si un país decide que una persona se jubile a los 65 años, a esa edad todavía está plenamente activa y con ganas de seguir trabajando y creo que el Estado tiene la obligación de preguntarle a la persona si se quiere ir a su casa y no obligarle a hacerlo por su edad, haciéndole sentir que ya no sirve en el ambiente productivo, lo cual es falso. Hoy, todos los estudios dicen que la mejor edad para emprender son los 50 años. A dicha edad las personas están preparadas emocionalmente, tienen experiencia y en ese sentido mi investigación contribuye a comprender que tenemos que empezar a visualizar este proceso de envejecimiento, no como un signo de deterioro, soledad, enfermedad o dependencia, sino como un signo del paso del tiempo, desde el que se puede canalizar mucha sabiduría y capacidad de trabajo.

El próximo mes cumple usted 50 años. ¿Qué es lo más valioso que rescata de esta etapa de su vida?

 Lo más valioso son mis dos hijos, que tienen 24 y 21. La posibilidad de haberme caído muchas veces y haberme levantado tantas otras. Fundamentalmente, mi familia, mis afectos  y lo que he logrado conseguir en estos 50 años en términos de vínculos a través de mi trabajo y de sentir que con mis investigaciones pude llegar al corazón de la gente. Estoy feliz de cumplir 50 años, se lo cuento a todo el mundo porque siento que hay que celebrar la vida. Ahora empezaré a planificar cómo serán los otros 50 que vienen en camino.

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