“Ricardo Piglia me cambió por completo la forma de leer”
José Silva

El tiempo ayudó a a consolidarse como uno de los autores más talentosos de su generación. Sus dos primeras novelas, “La línea en medio del cielo” (2008) y “Austin, Texas 1979” (2014), recibieron interesantes opiniones de parte de la crítica especializada.

Y si bien los elogios hacen que muchos autores jóvenes decidan no regresar a sus primeras obras, con este escritor nacido en 1977 pasó todo lo contrario. Francisco asume claramente que ningún texto es completamente perfecto e intocable.

Y el más claro ejemplo de esto es “Plagio”, la novela que presentó hace unas semanas en Lima. Por primera vez, aquel adolescente que escribía novelas y cuentos soñando verlos publicados alguna vez, lanzó –ya convertido en un adulto que se acerca a los 40 años-- una de sus creaciones bajo un sello internacional  como Penguin Random House Grupo Editorial.

“Plagio” mantiene algunas situaciones y personajes aparecidos en “La línea en medio del cielo”, pero –como el mismo autor dice en la nota final del libro—debe leerse como una nueva novela, ambientada en la parte más turbia del régimen fujimorista. Aquí, el poder de las ideas y la degradación de la mente humana se mezclan para generar una historia interesante cuyo efecto hacia el lector es completamente lejano a la indiferencia.

Aquí nuestra entrevista con Francisco Ángeles sobre "Plagio", a la venta en las principales librerías del país.

-¿Es “Plagio” tu novela más política?

Creo que sí, básicamente porque la política está en primer plano. A diferencia de mi novela anterior, “Austin, Texas 1979”, donde había cierta aproximación al tema pero de un modo más subterráneo, en el caso de “Plagio” sí hay menciones explícitas a hechos concretos de la historia peruana en los que los personajes tienen alguna participación, quizás menor, marginal o tal vez siendo agentes pasivos.

-Teniendo en cuenta algunos lugares donde se desarrolla parte de la novela, como por ejemplo el patio de Letras de San Marcos, ¿podría decirse que hay ciertas reminiscencias o recuerdos de tu época de estudiante en dicha universidad?

Sí, totalmente. Esos son los espacios en los que cuales me he movido sobre todo en el 2000, que es un año en el que transcurre parte de la novela. Ese año entré a San Marcos e hice mucha vida universitaria, quizás como cualquiera. Luego me retiré y al regresar hice menos vida universitaria. Tomaba clases distintas, ya sin un orden establecido, como en plan ‘adulto que va a tomar clases’. Pero sí, ese primer año en San Marcos hice una vida ‘normal’, tuve un grupo de amigos con los que iba por todos lados, y en la novela menciono (esos lugares) con el mismo nombre: La Ramadita, El Sky, El Patio, La Huaca, todos los sitios donde cualquier ‘sanmarquino’ va.

-¿Ahí ya estabas seguro de que querías ser escritor?

En realidad eso fue mucho antes. Si bien no había publicado nada, en el año 2000 yo ya había escrito varias novelas (inéditas). Terminé dos, otras estaban a medias. Además tenía veinte o quizás treinta cuentos terminados. Pero era una época muy diferente porque yo no tenía contacto con editoriales y no había tantas independientes. Tampoco había redes sociales y como que todo era mucho más complicado. Entonces se me hizo muy difícil publicar. Pero yo tuve la idea de escribir para publicar desde los 13 años.

-¿Hay en “Plagio” una intención de remarcar que se precisa de un asesinato ‘hermoso’. ¿Por qué?

Porque hay una obsesión de mi parte con encontrar la belleza y en ver cómo se puede dar con ella en un ambiente degradado y decadente, y también pensar en cómo la perfección puede estar asociada al crimen. Es una idea que trabajan otros autores. Podríamos hablar, paradigmáticamente, de Roberto Bolaño, que es un autor del cual no soy muy fanático aunque lo admiro mucho. Hay muchas relaciones que yo descubrí tiempo después. Por ejemplo, en el momento que yo escribí la primera versión de este libro, que se llamaba “La línea en medio del cielo”, que era una novela diferente pero con el mismo germen, no había leído aún “Estrella distante” –mi novela favorita de Bolaño—y después hallé que había muchas relaciones con lo que yo había escrito. La idea del crimen como algo ejecutado de manera tan ‘bella’, en el sentido de perfección, lo que puede terminar produciendo un efecto estético sobre el espectador.

-Citas a Ricardo Piglia en tu epígrafe y entiendo que tienes un vínculo muy cercano con su literatura. ¿Qué te marcó de la obra del argentino?

Me marcó todo. En primer lugar, la idea de que uno como autor no solo escribe libros sino que propone una idea de literatura. Y lo segundo, que los escritores que realmente te marcan son aquellos que te cambian la forma de leer. Ese énfasis en la lectura, incluso mayor que en la escritura, me viene a partir de Ricardo Piglia. Él me cambió completamente la forma de leer. El primer libro suyo que leí fue “Respiración artificial”, luego “Crítica y ficción” y posteriormente “Nombre falso”. Estos son para mí son sus tres textos fundamentales. Luego de leerlos, todo lo que llegaba a mis manos no lo veía igual. Lo que antes sentía bueno dejó de parecerme así. Y otras obras que no entendía bien o de las que quizás no captaba su importancia, empecé a verlas de forma distinta. Porque, al igual que Jorge Luis Borges, Ricardo Piglia es un gran lector. Si Borges es el gran lector de la literatura latinoamericana, Piglia es el gran lector de Borges. A partir de eso yo pude leer diferente a la tradición peruana, y creo que lo que escribo es una consecuencia de haber aprendido a leer de otra manera, gracias a él.

-¿Cómo podrías explicar las dos partes en las que está dividida “Plagio”?

En la segunda parte de la novela se pone quizás de una forma mucho más visible el hecho de que uno no sabe con quién está hablando. Uno desconoce quién tiene al frente, lo cual es algo que está exacerbado en esta época de múltiples contactos con tanta gente en la que uno se comunica por e-mail o por Facebook, pero a la vez no sabes exactamente quiénes son (tus interlocutores). Eso me pareció muy contemporáneo y quise darle mayor énfasis en esta novela porque es lo que hoy ocurre casi cotidianamente. Pero en épocas especialmente convulsas (en lo político) donde hay algunas acciones que requieren de cierto control del aparato estatal, esto surge porque, obviamente hay gente que usa alias –guerrilleros, espías, paramilitares, infiltrados, etc—y, entonces, este tipo de socialización (de hablar con alguien que no sabes quién es) siempre me llamó la atención. Y es lo que he intentado poner en la segunda parte de la novela, con una claridad mucho más grande que en la primera.

-Sobre la violencia y el terrorismo hay infinidad de novelas y cuentos escritos por peruanos y extranjeros. Sin embargo, el último tramo del fujimorismo parece no haber sido tocado mucho por la literatura. ¿Coincides con que existe un nicho por tocar por tus colegas?

Desde el momento en que empecé a escribir mi primera novela, que es el germen de “Plagio”, intuía que el fujimorismo –que es algo que marcó a mi generación—no estaba suficientemente explotado en la literatura. En lo personal me marcó más el fujimorismo post- Sendero que el de ‘durante’. A mí no me marcaron los apagones, sino el clima, la atmósfera de derrota y fracaso vivida en mediados de los noventa. Es decir, todo lo contrario a lo que vendría después con la Marca Perú. Yo terminaba mi colegio y todo lo que escuchaba era “este país se va al diablo, no tiene futuro, tienes que irte de aquí”. Y no era por Abimael, sino por la crisis económica, la recesión, la falta de oportunidades de trabajo. Recuerdo mucho eso como una época de desesperanza, desmotivación, escepticismo. En ese clima crecen los personajes de mi novela.

-¿Por qué se presenta una relación homosexual en el relato?

Que haya una relación entre dos hombres no me interesa, o sea, pudo haber sido entre un hombre y una mujer. Pero el tema que sí me importa, que de alguna manera está en “Austin Texas” y que estará en mi próxima novela, es el de la dominación intelectual. O sea, cómo una persona puede llegar a dominar a otra mediante los conocimientos, las ideas y cómo manipula estas. Es decir, hasta qué punto llega una persona a seguir a otra –pudiendo incluso volverse fanático, como en este caso pasa con George Bataille a través de Ignat-Murillo—. 

-¿Cómo fue el proceso de investigación sobre George Bataille para esta novela?

Es alguien que yo he leído durante años. Me interesaron varios de sus libros, sobre todo “La escritura y el mal”. Ese tipo de libros me gusta mucho, el tema del pensamiento y el sexo. Su obra es además muy grande y desordenada. Pero para escribir “Plagio” tuve que repasar las notas que tenía sobre él y leer bastante sobre el grupo Acéphale y sobre la revista que tuvo el mismo. Quizás la historia no fue igual como la cuento en mi novela, pero sí bastante cercana. Sí tuve que buscar el compendio de revistas, que es muy difícil de conseguir. Pero lo hice. Viví unos pocos meses pensando mucho en Bataille, viendo fotos suyas, leyendo las pocas entrevistas que dio, y revisando su biografía varias veces.

-Ya has reescrito textos en base a revisiones de “La línea en medio del cielo” y “Austin, Texas 1979”, ¿por qué este deseo de volver a tus libros previos?

“Austin, Texas 1979” tiene tres ediciones y todas son distintas. Ahora habrá una cuarta edición y la seguiré cambiando porque nunca estoy satisfecho del todo. Sí me gustan las novelas que he publicado, no reniego de ninguna, pero tampoco siento que uno deba reafirmar lo que hizo en el pasado al 100%. Siempre hay algo no te gustó del todo, algo mínimo para mejorar.

-Pero entre “La línea en medio del cielo” y “Plagio” hay un cambio casi total…

Sí, cambié casi todo porque la diferencia era muy grande. Escribí “Plagio” en 2015, mientras que mi primera novela –publicada en 2008—la escribí en 2003. Eran demasiados años de diferencia entre alguien de 24 años y ahora otro de 37 años. En todos estos años pasaron muchas cosas en mi vida. Estoy más viejo, tengo más lecturas.  Además, en el medio estuvo “Austin, Texas 1979”, que me enseñó la importancia de que el libro pueda gustar a los lectores. Antes de publicar mi primera novela, yo pensaba que uno escribe una propuesta de libro y que los lectores son los encargados de entenderla, y si no les gusta es problema de ellos. Luego me di cuenta que estuve muy equivocado, que fue un exceso de soberbia de mi parte.

- ¿Qué crees que diferencia a tus dos primeras novelas: “La línea en medio del cielo” de “Austin, Texas 1979”?

Mi primera novela era más de ideas, intelectual, que le exigía mucho al lector, mientras que la segunda era mucho más emotiva, que apela a la identificación, a los sentimientos. Una novela que no trata de sorprender con las ideas sino más bien que busca emocionar.

-A algunos “Austin, Texas 1979” nos gusta más que tu primera novela…

Sí, claro. A mí también me gusta más. A lo que voy es que una novela emocional, cuyo objetivo quizás era conmover al lector, puede ser un desastre aunque a la vez muy buena. Y viceversa. Una novela intelectual, de ideas, difícil, compleja, puede ser muy buena y también un desastre. Creo que hay dos tipos de obras y no creo que una sea mejor que la otra. No me parece que una sea entregada al mercado y la otra más ‘de culto’, como para un circuito pequeño de lectores. De hecho, con “Plagio” mi idea es que sea un libro que guste a cualquier lector.

-Finalmente, ¿qué valoración le das a las críticas literarias?

En esta época las agradezco mucho, pero las tomo menos en serio que antes. Mi primera novela tuvo unas 10 reseñas, la segunda unas 45 y esta unas cuatro, pero tiene menos tiempo publicada, obvio. Las leo con interés. Trato de captar las ideas. No me importa tanto cuál es el espíritu de la crítica. Yo sé que hay algunas hechas con buena intención y otras con mala onda. Pero no me centro en eso, sino en lo que se dice y trato de tomarlo en cuenta para el futuro. Hoy tomo las cosas con mucha tranquilidad. 

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