Katya Adaui (Foto: USI)
Katya Adaui (Foto: USI)
José Carlos Yrigoyen

Entre las experiencias más recientes de nuestra narrativa, quizá la de (Lima, 1977) sea una de las que exhibe mayor audacia, libertad formal y voluntad de innovación. Los tres libros que ha publicado, aparte de un pulido lenguaje de ribetes líricos y una capacidad simbólica en ocasiones sorprendente, también son testimonio de una vocación que rehúye los convencionalismos y está en constante actitud de exploración. Lo dicho fue reafirmado con "Aquí hay icebergs" (2017), su último conjunto de cuentos, donde se expresaba a través de un discurso muy personal y sugerente –de reflejos y contrastes– sobre la memoria y el dolor de lo perdido.

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Acaba de reeditarse "Nunca sabré lo que entiendo", el segundo libro de Adaui, que tuvo una recepción bastante buena cuando se publicó en el 2014. Recuerdo que se elogió la profundidad psicológica del relato, su oficio y técnica, la prosa esencial de singulares giros. Releyéndolo uno corrobora estos méritos y establece correspondencias que delatan ciertas obsesiones y motivos muy puntuales en los que nuestra autora basa su serena y lacerada visión del mundo. La trama de esta novela, corta y fragmentaria, puede resumirse en pocas palabras: Ana, una joven fotógrafa que se ha separado de su esposo Tomás, imposibilitada de tener un hijo con él, hace un largo viaje en tren junto a un hombre tan silencioso como ella.

Mientras el tren se moviliza, Ana recuerda, interpela y restaña heridas, pero a su particular manera: por medio de los apuntes que anota en la libreta que lleva consigo. Es un recurso para capturar distintos pedazos de la realidad: historias familiares, extrañas noticias en los periódicos, volátiles descripciones de ciudades y paisajes, poemas, datos curiosos de países lejanos. Aspira a poder reconocerse en ellos, comprender su propia naturaleza resquebrajada y hallar así un urgente consuelo: "¿Para quién escribo esto? ¡Para mí! ¡Para mí! Repasaré estas páginas y todo me parecerá inconexo. Desestructurado, diría Tomás" (p. 60).

Muchos temas recorren las breves y disímiles estancias de "Nunca sabré lo que entiendo" –la muerte de los padres, los perfiles agridulces de la sexualidad– pero es, sobre todo, un libro acerca de las aristas más negativas de la maternidad. Al igual que en algunos de los cuentos de "Aquí hay icebergs" –en especial el excelente “Todo lo que tengo lo llevo conmigo”–, aquí las relaciones entre madre e hija están signadas por la crueldad, la violencia y la humillación, cuando no por una locura destructiva. Incluso la maternidad incumplida de la protagonista, que ocupa buena parte del texto, es un angustioso lastre que hiere y perturba sin tregua.

Uno de los puntos más altos de "Nunca sabré..." es la habilidad y la intuición de Adaui a la hora de elegir las referencias que ilustran los estados de ánimo y las marcas biográficas de su personaje principal. Las menciones a Joan Crawford, quien en la cultura popular no solo es recordada como una gran actriz, sino también como el paradigma de la madre desalmada y trastornada, apoyan con solvencia los párrafos más duros y desgarrados sobre el tema. Igual ocurre con la subrepticia mención al "Poema de la duración" de Peter Handke: como este libro de Adaui, el de Handke también aspira a lo mismo: dejar constancia, a través de un selecto puñado de imágenes, de nuestra circunstancia y percepción emocional del paso del tiempo y de las cosas.

No todos estos fragmentos son igual de parejos y afortunados; algunos pecan de reiterativos o de retóricos, lo que entorpece el desarrollo del flujo de pensamientos y alusiones en el que la novela se sostiene. "Nunca sabré lo que entiendo" es, no obstante, un libro interesante y con noción de riesgo que cumple con desahogo las metas que se propone.

AL DETALLE:
Título: "Nunca sabré lo que entiendo"
Puntuación 3 y 1/2 de 5 estrellas
​Autora: Katya Adaui.
Editorial: Planeta. Año: 2018.
Páginas: 124.
Relación con la autora: cordial.

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