Véronique Lecaros: "Solamente dar es ningunear a las personas"
José Silva

Doctora en Teología por la Universidad de Estrasburgo, Véronique Lecaros tiene una historia muy ligada al Perú desde que arribó a este país a inicios de los ochenta.

La también máster en Filosofía por la Universidad de la Sorbona y por la Universidad de Standford, acaba de publicar una interesante investigación que aborda las razones por las que los fieles dejan la iglesia católica para migrar hacia alguno de los varios grupos evangélicos existentes.

"La conversión al evangelismo" (Fondo Editorial PUCP, 2016) no se queda solo en Perú sino que contextualiza con lo que ocurre en la región. Además, la publicación presenta las teorías precedentes y profundiza en factores como la ofrenda y los pastores o jefes de iglesias evangélicas en diversas zonas de la capital.

Conversamos con Véronique Lecaros sobre su libro.

-¿Qué le generó interés del fenómeno de la conversión al evangelismo para que desee investigarlo tan profundamente?

Soy francesa de nacimiento y cuando llegué al Perú en los años ochenta vi mucho fervor popular católico y de repente en pocos años surgieron un gran número de iglesias evangélicas. Esto era un fenómeno nuevo, que tuvo su peso político muy fuerte con la elección de Alberto Fujimori. Ahí me pregunté qué estaba pasando.

--¿Cuál es la teoría que mejor explica la tendencia del cambio al evangelismo en el Perú?

Hay dos grandes teorías para el cambio de religión. O que uno se va porque la otra religión le ofrece más cosas, o que uno se vaya a otra religión -- por ejemplo en el caso de los evangélicos-- porque le ofrecen sanación. O también uno va a otra religión porque dice ‘tengo problemas y me siento solo’. Es como una compensación. Entonces tenemos la ley del mercado o bien el principio de compensación. En mi investigación inicio con una paradoja: ¿cómo puede ser que la gente pobre se vaya a iglesias donde le piden dinero? Eso está fuera de la ley del mercado y del principio de la compensación. Llegué a la conclusión de que el ser humano más que cubrir sus necesidades lo que busca es ser reconocido, tener dignidad. Y cuando damos algo los demás nos reconocen, nos valoran. Queremos esta valoración de los demás, no queremos que nos den simplemente. Darnos es tratarnos como seres que son innecesarios. A un pobre uno le da y le da pero siente que en cualquier momento podría desaparecer y la tierra estaría mejor.

-¿Cómo fue el procedimiento bajo el cual trabajó su investigación?

Lo que hice fue ir a las principales iglesias evangélicas y buscar sistemáticamente a sus líderes, a gente que va y también a gente que ha dejado la iglesia.

-¿Por qué fue necesario conversar con los que dejaron las iglesias?

Cuando uno no está en este medio no percibe que la gente entra y sale de las iglesias evangélicas todo el tiempo. Todos tienen un recorrido. Hay una suerte de idioma evangélico que dice ‘yo nací en esta iglesia’ –que quiere decir ‘en esta iglesia llegué a la fe’--, yo me formé y crecí en tal otra, después caí en el mundo –quiere decir que me aparté y cambié de vida--, regresé y ahora me congrego en tal iglesia. Es decir, muchos tienen un recorrido por varias iglesias. Y cuando salen de estas lo hace por desilusión. Tal vez empezaron con mucha ilusión pensando que esto era el reino de Dios, pero terminaron encontrando cosas muy humanas o a veces elementos de corrupción. O quizás porque no pudieron adaptarse a lo que se les pide.

-¿Qué lugar ocupa la ofrenda en la espiritualidad de las comunidades evangélicas?

La ofrenda hay que entenderla en todos sus sentidos. No es solo dar dinero sino también tiempo, en el sentido del voluntariado.  La ofrenda es esencial en el sentido de que es parte de un proyecto común. De ahí viene su orgullo. Ellos se identifican en una iglesia que construyeron juntos. Y para ellos la obra de la iglesia viene a ser su obra. Ahí es esencial.

-Vivimos en una sociedad muy desconfiada. ¿Qué encierra la figura del pastor evangélico?

Quiero recalcar que el mundo evangélico no es homogéneo. Hay muchas iglesias y estilos. Por ejemplo, existen algunas muy conservadoras como la MMM (Movimiento Misionero Mundial) que pide a las mujeres ir con falda larga, a los hombres en terno. Y hay iglesias como Camino de Vida que son mucho menos exigentes en la disciplina y en la forma de vida. Entonces, según la iglesia hay distintas formas de comportarse de los pastores. Por ejemplo, en la MMM el pastor es el que tiene la autoridad y uno de sus lemas es ‘obedecer’. En otras iglesias es quizás menos autoritario, como en Camino de Vida. Yo siempre tomo estos ejemplos porque son dos extremos y se dirigen a extremos de la sociedad peruana totalmente opuestos. MMM está en los conos, en una población más sencilla, mientras que la otra se dirige a gente con mayor nivel económico.

-En el libro se menciona mucho el uso de la biblia. ¿Hasta dónde se ha materializado el uso de la biblia en comunidades evangélicas que no necesariamente podrían ser muy cercanas al hábito de la lectura?

Le mencionaré el tema del reconocimiento. Mire, gente que son semi anfalfabetos. Para ellos tener acceso al libro es una promoción, un orgullo. Ellos dicen ‘hemos salido del mundo de la ignorancia, ahora somos alguien’. Obviamente, la biblia no la leen como uno lee una novela, o sea de corrido. Lo que pasa es que el pastor te dice ‘tienes este problema, entonces busca este versículo y encontrarás una respuesta’.

-¿Es posible comparar el peso de la biblia para los evangélicos con el que significa las imágenes para los católicos?

Sí y no. Sí, en el sentido que el evangélico tiene su biblia a la mano ante cualquier cosa que le pase. El católico tiene la imagen de un santo en su billetera o quizás viste un rosario. Pero no funciona de la misma manera porque la imagen representa algo que es mediador con Dios. La biblia quizás también, pero la diferencia es que los católicos funcionan por la vista y el tocar, mientras que los evangélicos funcionan por el oído. Escuchar la biblia, canciones. La manera en que un evangélico se levanta el ánimo es escuchando canciones evangélicas. Mientras que para el católico sería tocando o mirando su imagen. Es una sensibilidad diferente.

-¿Cómo se explica que los evangélicos sí lleguen a lograr ciertos acuerdos políticos con los católicos, por ejemplo en el Congreso de la República?

No hay que generalizar. Hay varias iglesias evangélicas y varias tendencias en la iglesia católica. Hay, más que acuerdos,  cierta convergencia de intereses en algunos temas. El aborto, el tema de la homosexualidad. También hay ciertas convergencias en derechos humanos, aunque nada firmado.

-¿Cuál es el panorama de la conversión del catolicismo al evangelismo? ¿Es posible que en algún momento del corto plazo los católicos lleguen a sumar el mismo número que todas las comunidades evangélicas juntas?

Las apuestas están abiertas. Mire, el en algunos países de Centroamérica se ha llegado a este punto: Honduras y El Salvador en particular. Los países andinos tienen  menos evangélicos en proporción. En el cono sur, Brasil y Chile tienen un alto número. Y la situación de Centroamérica es sui generis. No sé si se pueda dar igualdad, pero sí hay un fenómeno importante que es el número creciente de personas sin religión. Entonces tenemos un algo interesante: evangélicos que van creciendo, gente que se sale de las religiones y el número de católicos que va bajando. ¿Habrá un equilibrio? No sé realmente cómo evolucionará todo esto.

-¿Por qué cree usted es importante para un peruano leer su libro?

Creo que es importante que los peruanos entiendan lo que pasa en su país. Lo que he tratado de aportar es otra mirada sobre el ser humano, tratar de no pensar solamente que la meta del ser humano es ganar más dinero. No hay que pensar que la gente sencilla quiere solo ganar más. Todo ser humano necesita dar, desde los más sencillos hasta los más importantes. Y este es un principio que se puede aplicar en toda la sociedad. Solamente dar es ningunear a alguien, hacerle sentir que no puede aportar nada. Y esa es mi reflexión que va mucho más allá de la religión.

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