Daniel Goya

Cada rincón de la oficina de Luis Repetto tiene un nombre, una historia y una fecha. Su mente ha registrado todo lo que ha sucedido, llegado, abandonado en el museo que dirige desde hace 40 años. “Soy director del museo desde que tenía 26 años y ahora tengo 66, debo ser el director de museo más viejo de todo el Perú”, afirma Repetto desde el escritorio que heredó de Mildred Merino de Zela, a quien Repetto conoció cuando todavía estaba en el colegio y llegó al Instituto Riva Agüero para averiguar sobre un curso de teoría del Folklor que Merino dictaba.

La exposición que comienza hoy día tiene dos sedes. La primera, la principal, en Jr. Camaná 459 y la otra en la Casa O'Higgins en Jirón de la Unión 554

Cuatro décadas de arte y tradición

Hace cuarenta años, el Museo de Artes y Tradiciones Populares abrió sus puertas con el objetivo de fomentar la investigación y la salvaguarda del patrimonio cultural etnográfico y artístico peruano. Su creación, el 25 de octubre de 1979, está íntimamente vinculada a la entrega del Premio Nacional de Fomento a la Cultura “Ignacio Merino”, que ganó, en 1975, al ayacuchano Joaquín López Antay quien transformó la cosmovisión del arte en el Perú. “En ese tiempo los artistas limeños de formación no entendían cómo se le había otorgado el premio a López Antay, que no sabía leer ni escribir, que hablaba quechua y que no tenía formación académica en artes”, recuerda Repetto. “Pero cada vez que alguien se le acercaba a López Antay a pedirle que haga una obra él decía que no podía, que no era fábrica que él trabajaba pensando. Así el demostraba que era un artista que pensaba bien antes de hacer una obra”, explica Repetto.

Las joyas de la exposición

El museo cuenta con colecciones como la de José Respaldiza, con piezas vinculadas al departamento de Ayacucho y la sierra central; la de Doris Gibson, donde destaca el Corpus de las mil piezas y las vírgenes de Mendívil de una gran belleza y originalidad: la de Arturo Jiménez Borja, con máscaras e indumentaria de diversas fiestas y comparsas, así como mates burilados y pirograbados; instrumentos musicales y grabaciones de relatos orales y fiestas; la de Guillermo Ugarte Chamorro, con cerca de 2000 máscaras; la de Elvira Luza, integrada por objetos de cerámica transicional vidriada, retablos, pintura popular, mates burilados, juguetes de madera, tapices y hojalatería; y la de Florentino Jiménez, conformada por retablos con temas religiosos, históricos y sociales. Pero para la exposición por los cuarenta años, Repetto asegura que han escogido lo mejor de cada colección. “Mis favorito son: un cajón de San Marcos que demoramos un año en restaurar, dos vestidos de China Diabla de Paucartambo del siglo XIX, que se muestra por primera vez y cuya restauración le costó a la Universidad Católica dos mil dólares. Y, tenemos una colección de 457 máscaras, esculturas y marfiles de África. Esa colección que podría estar en París, Nueva York, Londres o Tokio, estamos exhibiendo 35 piezas.

Una vida en el museo

Repetto sabe que en algún momento cercano deberá dejar el lugar en el que ha pasado su vida durante los últimos 40 años. “Siento que el tiempo se me acaba. Vengo a trabajar cada vez más vehemente porque cada día es un día menos. Ya no tengo las energías de antes. Pero lo que me entusiasma es que todo lo cuida la PUCP y va a perdurar”, señala.

Es imposible dejar de notar la emoción en las palabras de Repetto cada vez que se refiere a las piezas que resguarda. “Hemos recorrido un largo camino y hemos logrado albergar colecciones que se han salvaguardado para la investigación y para las generaciones futuras, hemos ido de la etnografía pura con las recolecciones de obras en campo hasta lo global con la incorporación de la colección de máscaras y marfiles africanos más importantes de nuestro país y de toda la región latinoamericana”, dice y es, también, imposible no emocionarse junto a él.

Contenido sugerido

Contenido GEC