Sonia del Águila

Una tarde de otoño de 1994, una llamada telefónica concitó de sobremanera la atención de Daniel F. Al otro lado de la línea estaba uno de sus sobrinos, sollozando, pidiéndole, por favor, que interceda por él ante su mamá para que no le envíe a clases porque “Al colegio no voy más”.