MARÍA PÍA BARRIENTOS Redacción Online

Eran las 9 de la noche. La fanaticada la esperaba. La juvenil horda de fans enamorados contenía la respiración. Las niñas acompañadas de inmolados padres se movían frenéticamente. Las chibolitas del ayer estaban listas para zambullirse a la piscina de los recuerdos. Avril Lavigne apareció con un par de misiones: alocar a su fiel hinchada, convencer a los escépticos, hipnotizar a punta de musical descarga a las cerca de 7.000 personas que fueron al estadio Monumental a verla brillar, a los que compraron su entrada con tiempo y a los que pagaron menos de S/. 100 por entrar a Platinum (sí, la reventa estaba regalada).

Avril Lavigne, mujer divorciada, rockerita punkpopera, chibolita eterna, salió a matar. Vestida de negro, con polo y pantalón ajustado, tenida que no se cambió en toda la noche, la canadiense demostró que no es igual a la mayoría de sus colegas, que a ella le importa poco eso del estilo y que para conquistar tiene otras armas que un abultado escote. “Black Star”, cantó para empezar, pero rápidamente dio pasó a “What The Hell”, potente coctel de entrada para calentar motores. Lima fue fácil: con solo dos canciones ya se había rendido a sus pies.

“Lima”, gritó, “Quiero verlos saltar”, pidió y comenzó con uno de los éxitos que los nostálgicos esperaban, “Sk8ter boi”, cuasi himno de principios de este siglo y que, junto a “Complicated”, la lanzó a la fama. Lima obedeció inmediatamente a su reina de la noche.

HIPNOSIS MUSICAL La diminuta rubia la estaba pasando de lo lindo. A toda mujer de avanzada le gusta tener el control y ella lo tenía por completo. “Pongan sus manos arriba. Pongan sus manos abajo. Pongan sus manos arriba. Pongan sus manos abajo…”, gritaba Lavigne, muerta de risa, en una especie de frenético ‘Simón dice’. Sin chistar ni preguntarse qué es lo que estaba haciendo, Lima le hacía caso en todos sus caprichos. Pero para recibir, hay que saber dar.

Avril demostró que no es solamente un producto del sistema, que voz tiene, que aunque no es la misma chica diferente que conocimos hace casi 10 años, no ha vendido del todo su alma. Cantó y encantó, de eso no hay duda. Avril agarró la guitarra, se sentó en el piano (para cantar “Stop standing there”), se bajó del escenario, saltó, rockeo y se mató de risa. “Ti amo”, aulló en un extraño español. “Gracias por estar aquí, por cumplir todos mis sueños”, añadió.

CUANDO AVRIL CEDIÓ Pero Lima decidió, por lo menos por un momento, voltearle la tortilla. “She wants to go home, but nobodys home. Its where she lies, broken inside”, empezó a corear la hinchada, a la que le importó poco que la estrella estuviera a punto de cantar otra canción de su más reciente álbum, “Goodbye Lullaby”. Avril la miró a los ojos.

“Entiendo qué dicen; “Nobody’s home”. Creo que lo podemos hacer por ustedes, aunque la última vez que la canté fue hace como 5 años… solo porque estamos en Lima Perú. Pero si me olvido un poco la letra tendrán que ayudarme”, dijo la estrella a su caprichosa hinchada y comenzó a cantar la algo emo “Nobody’s home”. Este fue uno de los puntos de clímax de la noche y la rubilinda cantante aprovechó para mostrar su amplio rango vocal y se lució. La hinchada estaba extasiada. Avril le había dado la estocada final: le dio lo que quería.

Pero tras las canciones lentas vino “Girlfriend” a levantar los ánimos y a hacer a Lima saltar. Luego “My happy ending” llegó para darle una samaqueada a los locos corazones. Lima ya había perdido la noción del tiempo.

HAPPY ENDING La cosa ya iba terminando. “I’m with you” le cantó, mientras la apuntaba con la mano. Lima se quedó sin voz de tanto gritar y ella, viéndola ya exhausta, aprovechó para despedirse, en la típica movida conciertera: irte, esperar que griten por tu regreso y volver con la canción más esperada de la noche. Si igual lo van a hacer y eso está planeado, ¿por qué los cantantes necesitan que les rueguen?

Lima obviamente cayó en su juego y gritó. Coreó su nombre, cantó la canción que esperaba, se desesperó, pero seguía inmóvil. Después de unos 10 minutos, Avril regresó, haciéndose la sorprendida, claro. Se sentó en el escenario y, a capella y apoyándose en el público, cantó “What the Hell”, uno de los temas con los que abrió el concierto.

Finalmente Lima escuchó lo que quería oír: “Complicated”, aquella canción que la hizo conocida a principios de este siglo, que marcó a los chibolos de ayer, a esos que habían ido para recordar esos días en los que, aunque no teníamos la menor idea, la vida era más fácil. Y era hora de despedirse. “Gracias. Han sido increíbles”, dijo la canadiense, quien tirando besos se fue para ya no volver.

Y así acabó esta montaña rusa musical, frenética por momentos, sensible e íntima por otros, una jornada repleta de bemoles que, aunque algo predecible, alocó y dejó a la hinchada contenta, a los escépticos convencidos y a las muchachitas(os) del ayer satisfechas. Algunos dijeron que faltaron canciones pero, en una hora y media esta florecita punkeke recorrió su ya extensa trayectoria musical e hizo algo difícil: complació a los niños y le dio una dosis a la vena de Memorex a los grandes.