ENRIQUE VERA @kiquevera Redacción online
El rostro de Ian Curtis surgido en tonalidad espectral desde las visuales parece advertir de nuevo: Ok, misión cumplida. En escena, Bernard Sumner y Phil Cunningham detonan los últimos acordes de Love will tear us apart, pero el grafiti del extinto líder de Joy Division, sobre el enorme ecran del Monumental, absorbe en solitario los bríos finales de la noche. Los arrojos concluyentes de nostalgia, catarsis y estertor. El cierre de una velada mágica que pese a sus intensos raptos de descarga dramática no dejó de ser, en sí, una celebración para los 10 mil asistentes que ha registrado la taquilla.
Así cerró New Order su presentación de anoche en Lima. Un ‘encore´ con tres fogonazos – “Atmosphere”, “Transmission” y “Love will tear us apart”-, de y para Curtis, enmarcados en claroscuros palpitantes y la levitación del sello Forever Joy Division que arropó de júbilo a la avalancha local post-punkera.
Y así, en religiosa puntualidad británica 10:00 p.m. los históricos Sumner (voz y guitarra), Stephen Morris (batería) y Gillian Gilbert (sintetizadores) reforzados por la vitalidad y pericia de Tom Chapman (bajo) y Phil Cunningham (guitarra) abrieron también el show con Curtis como protagonista. “Elegía”, tema instrumental extraído de la placa Low Life (1985) y dedicado al fundador del grupo que dio origen a New Order, fue el primero de la noche.
Desde entonces, New Order inició un recorrido cíclico por sus melodías de mayor rigor emocional en exacta concatenación con las rutas sicodélicas que ofrecían las visuales, al fondo de un escenario sobrio. “Buenas noches, Perú”, apenas pudo vocalizar Sumner previo a “Crystal”, single brutal incluido en el disco “Get Ready” (2001), que imantó el sonido visceral de la guitarra de Cunningham a una lluvia de cristales y escaleras que emergían de las imágenes.
La banda ya era una aplanadora en ese momento y puso el hervor a la fiesta con la melódica “Regret”, desde el álbum Republic (1993), ocasión para la mejor demostración técnica de Morris, quien vistió un polo de Perú toda la noche, y el brillo de Gilbert, su esposa, en los sintetizadores.
Dueño absoluto de la noche, Sumner tomó un papel y en malísimo español leyó a la masa: “Viva el Pisco”, “Viva la comida”, “Viva el Perú, carasho”. No dio tregua a la ovación posterior y le pegó en el blanco con la ráfaga armónica que contempló a “Ill stay with you”, “Ceremony” y “Age of consent”. Este último tema permitió al líder de la brigada de Manchester estallar en un solo sobresaliente y entregarse al mismo baile alborotado de sus devotos. Sintonía, comunión, New Order había tomado la capital y la marcha era imparable.
Al primer cover de Joy Division en el show, “Isolation”, siguió la frescura y ritmo marcial de “Your Silent Face”, en que Bernard Sumner dejó por momentos su guitarra y ejecutó con perfección la melódica (ese pequeño teclado para soplar). De fondo, el mar a borbotones en secuencia de vértigo parecía salir de las pantallas.
“Waiting for the sirens call” y “Krafty” fueron la efervescencia de adrenalina previa Bizarre love triangle” y “5 8 6”, otros puntos catárticos y de danza máxima en la negra noche de viernes.
Perú, hermoso lugar. Hermosa gente”, fue el contacto siguiente del vocalista con la marea enfervorizada y a la que premió con “The perfect kiss” y “Blue monday”, canción que entonó sin instrumento alguno y entregado de nuevo a movimientos sin control. Allí la comunión con la asistencia tocó su mejor nivel. Sumner proponía coros largos y ensordecedores acercando su micrófono y vibrando al golpe de los sintetizadores. Al final, y hecho ya un showman, la cabeza visible de New Order tomó una bandera del Perú y la agitó tres veces. Eran los anuncios del final cuyo prolegómeno lo marcó Temptation, clásico de 1982 e impostergable en toda presentación de los ingleses.
Aquel viaje galopante con apenas cinco minutos de receso tuvo en Atmosphere una incrustación a la vena para la guardia setentera que ensalzó a Joy División, esa tropa vigente que mejor conoce de los devaneos y la cima de New Order.
La turbulenta Transmission abrió pasó a una coronación histórica con Love will tear us apart, el duro latido de desconsuelo que levantó al mayor coro de la noche y que bien podría dejar en el último rincón de los archivos, o dentro del puro registro anecdotario, el lapsus de Sumner durante su despedida: Han sido un público maravilloso, estamos muy felices de estar aquí en Chile.