MARIA PÍA BARRIENTOS @pia_barrientos Redacción online

Los pies gritan por un descanso, pero el corazón está contento. Cuatro grandes de la música latinoamericana nos ofrecieron una suculenta velada musical repleta de salsa, vallenato y muchísimo sabor, una fiesta en la que más de 15.000 personas de pies ligeros bailaron al son de Joey Montana, Luis Enrique, Carlos Vives y el gigantesco Rubén Blades. Aquí lo que fue una noche digna de recordar.

Llegó Bartola, pasaron Los Ardiles, se presentó Fernando Armas, sabroso trío que sirvió de aperitivo para calentar motores, para esperar lo mejor. La fiesta comenzó temprano, la multitud fue llegando. Era hora de dar paso a las estrellas internacionales en esta “Fiesta Latina 2011”.

Joey Montana fue el encargado de servir un piqueo sazonado por ligeras canciones para hacer gozar. El panameño nos ofreció un divertido entremés compuesto por sus conocidos éxitos, esos que actualmente son las delicias de los jovencitos discotequeros. “Tus ojos no me ven”, sedujo a la hinchada; “La melodía” cantó para que los presentes comenzaran con el jolgorio. Su hechizo tuvo efecto. Los motores ya estaban en marcha. El cantante consiguió su cometido: abrió el apetito de la ávida multitud.

Tras la partida de Montana, el nicaragüense Luis Enrique tomó la posta en lo que fue una entrada que nos dejó pidiendo más. Empezó lento pero seguro, cantando temas que, aunque no eran muy conocidos por los presentes, lograron enganchar hasta a los más escépticos. Sin embargo, el cantante tenía un as bajo la manga.

Luis Enrique sorprendió con un ingrediente insospechado, con una sorpresa gourmet que, como buenos peruanos, hemos comido muchas veces, pero que jamás nos llega a hastiar: Gian Marco. El nacionalísimo intérprete apareció en el escenario para encantar, ofreciéndonos una movida versión a dúo de la emblemática “Parte de este juego”. Definitivamente uno de los momentos más entrañables de esta fiesta sabrosa.

Finalmente era hora de decir adiós y para tal empresa Luis Enrique sacó la maquinaria pesada. “Esta canción la han hecho suya. Gracias Lima”, adelantó el intérprete, quien entonó una versión algo lenta de la bailadísima “Yo no sé mañana”.

PLATO FUERTE La multitud tomó aire por un momento. Sabía que lo mejor estaba por venir, había que recobrar las fuerzas. Tras unos minutos, el colombiano Carlos Vives hizo su entrada triunfal. Era hora de gozar con lo mejor del vallenato, ese que tiñó tantas infancias, tantas juventudes y otros tantos romances.

“La hamaca grande” entonó para empezar. Los pies no tardaron en moverse. “La gota fría” cantó para demostrar que valió la pena la espera. “Fruta Fresca”, “Carito”, “El amor de mi tierra”, “Déjame entrar” y “Voy a olvidarme de mí” fueron los componentes de su receta que fue directo a las venas de un pueblo, al corazoncito sensible de los nostálgicos.

Vives nos regaló sus más grandes éxitos, lo mejor de su carrera, lo más recordado. Con espectacular destreza, el colombiano puso en la mesa un platillo picante, dulce y especialmente muy jugoso. “La tierra del olvido” entonó como despedida y aunque suene redundante y contradictorio, ante tal faena será difícil que esta tierra pueda olvidarlo.

EL POSTRE MÁS DULCE La gente ya estaba contenta, pero le faltaba un componente más para sentirse totalmente satisfecha: él, el ingrediente clave. Los minutos pasaban, el panameño no llegaba. A las 12:30 por fin apareció tras merecidísima ovación. Rubén Blades se disculpó por la demora; Lima no se quejó. “Ojos” sirvió y “Decisiones” entonó para demostrar que lo bueno siempre tarda en llegar. Luego, Luis Enrique se le unió para cantar “Plástico”; Lima estaba extasiada. “Maestra Vida” regaló y “La caína” sandungueó.

“No sé si lo han olvidado, pero Carlos Vives cumplió años. Voy a cantarle”, dijo el astro panameño, quien le ofreció al colocho un salserísimo “Happy Birthday”. Vives volvió al escenario agradecido. Pero no se fue sin antes poner a bailar a los comensales con “Juan Pachanga”, un dúo de alto impacto.

“Solo los fieles van a quedarse”, dijo convencida una acérrima bailarina de salsa, mirando con suspicacia a aquellos que se iban en mancha, cansados, felices, pero agotados. Ella tenía razón.

Blades ofreció cerca de 3 horas de concierto en una noche que casi amenazaba con ceder y dar paso al amanecer. “Pedro Navaja” sirvió finalmente para premiar a los fieles y terminó con “Muévete”. Eran más de las 3 de la mañana.

La gente se fue, contenta, satisfecha, había disfrutado de la mejor salsa. Los pies gritaron de cansancio, pero el corazón estaba contento y eso es siempre lo que importa.