Technologic Redux, muestra de Daft Punk desarrollada en 2019 en París, Francia. Este 2021, el dúo anunció su final. Foto: FRANCOIS GUILLOT / AFP.
Technologic Redux, muestra de Daft Punk desarrollada en 2019 en París, Francia. Este 2021, el dúo anunció su final. Foto: FRANCOIS GUILLOT / AFP.
Czar Gutiérrez

Mi batería está baja y está oscureciendo”, dijo hace dos años el robot que durante década y media estuvo explorando Marte antes de perder contacto con la Tierra y terminar sepultado por una feroz tormenta de arena en el planeta rojo. Hal, la supercomputadora de “2001: Odisea del espacio”, balbuceó una canción infantil antes de que sus sistemas sean completamente desconectados y su cerebro muera. En cambio los dos robots de , que durante los últimos 28 años edificaron una magnífica pirámide electrónica, prefirieron caminar por un pálido desierto sin decir nada. Hasta que, sumidos en la gravedad de sus silencios, apretaron el botón rojo de autodestrucción. Y estallaron.

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El video dura 8 minutos, se llama “Epílogo” y lo colgaron en YouTube un lunes: los dos electricistas se hacen pedazos en el aire. Con sus escafandras y sus famosos cascos. Claro, es un fragmento de la película “Electroma” (2006), pero grafica perfectamente lo que fue el arte para ellos: dos seres andróginos con rostro de máquinas tratando de establecer una relación amable entre la robótica y lo humano. Dos cerebros sumidos en la ingeniería electrónica al servicio del arte musical. Dos cascos repletos de circuitos, carne, hueso y sangre. Dos entidades que tuvieron el gobierno absoluto de cada uno de sus pasos.

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Bombazo planetario

Vinieron muchas compañías con sus ofertas, pero decidimos caminar despacio para no perder el control de nuestras creaciones. Queremos más control que dinero. El control es libertad. No tratamos de manipular a otras personas, solo estamos controlando lo nuestro. Controlar lo que hacemos es ser libre a diferencia de otros artistas que son víctimas por no tenerlo. Y eso es patético”, dijeron desde el principio. Es decir, cuando todavía se llamaban Darlin’ y no Daft Punk y habían lanzado un EP guitarrero con Duophonic Records que la revista Melody Maker calificó como ‘daft punky thrash’ (’loca basura punk’). Recogieron el guante con humildad, llevaron el dicterio a la pila bautismal y se propusieron domesticar la electricidad.

En una tradición europea que tiene a Kraftwerk en la cúspide —pero remonta a Schaeffer y Stockhausen, al krautrock e, inclusive, al modernista italiano Balilla Pratella embarcado desde 1911 en “añadir a los grandes temas centrales del poema musical el dominio de la máquina y el victorioso reinado de la electricidad”—, ambos individuos, amigos desde la infancia en el Lycée Carnot de París, tuvieron la magnífica idea de colocarse dos cascos en la cabeza y meter vientos, metales, cuerdas y otros percutores en esa licuadora de velocidad controlada llamada Daft Punk.

Así, Thomas Bangalter (1975) y Guy-Manuel de Homem-Christo (1974) hicieron de “Homework” (1997) la primera usina nuclear que dos años después (“Discovery”, 1999) derramaría algunas chispitas de oro —”One More Time”, “Digital Love” o “Harder, Better, Faster, Stronger”—. Y todo gracias al cuidadoso encaje de loops y bits en los engranajes del pop. Para que “Get Lucky” —del disco “Random Access Memories” (2013)— sea un bombazo planetario. El homenaje será a Giorgio Moroder y el guiño vintage lo pondrá Nile Rodgers, pero todo remitirá a las concupiscentes noches del Studio 54. Así terminaron por embolsillarse también a los EE.UU.

Después de todo, humanos

Al final, considerando en frío, todo en Daft Punk terminó siendo paradigmático: en solo cuatro discos, dos directos y tres remezclas extremaron las posibilidades del techno, house, acid house, french house, nu-disco, synthpop, funk, pop, rock electrónico, disco house y funky house. Colocaron por lo menos un esférico en la cima de cada estilo. Filmaron cinco películas, colaboraron con poquísima gente y se vistieron con trapos confeccionados por Hedi Slimane y Saint Laurent. Y aunque obtuvieron cinco Grammys, siempre creyeron que el ‘star-system’ era una cosa francamente retrógrada. “Queremos estar enfocados en la música. Si tenemos que crear una imagen deberá ser artificial. Eso esconde nuestro aspecto físico y también muestra nuestra opinión del estrellato”, decían.

Pharrell Williams, Nile Rodgers y Daft Punk aceptan el Grammy a Mejor performance pop por "Get Lucky". (Foto:  KEVORK DJANSEZIAN / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / AFP)
Pharrell Williams, Nile Rodgers y Daft Punk aceptan el Grammy a Mejor performance pop por "Get Lucky". (Foto: KEVORK DJANSEZIAN / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / AFP)
/ KEVORK DJANSEZIAN

Y así, vestidos como jinetes espaciales electrocutando sonidos desde hojalatería sin rostro, proyectaron una imagen retrofuturista con la que no solo dinamitaron el cliché de la estrella del rock: fue una estratagema para consolidar una sutil pero consistente versión avanzada del glam. Porque nada más glamoroso que esa pirámide sci-fi de neón y en el centro estaban ellos, ardiendo. Eran dos robots maquinando en el estómago de una nave de aluminio de 24 pies de altura esmaltada de estrobos y pantallas led. Coachella 2006 y Lollapalooza 2007 pasaron a la historia por semejante sofisticación y preciosismo (véase el documental “Daft Punk Unchained”, 2015).

Hasta ese momento nadie había sido más espectacular. Daft Punk establecía un estándar´, no una extravagancia. Su estallido visual se convertiría, entonces, en un elemento consustancial a los directos. Pero en ellos el triángulo evocaba, además, alguna forma de transustanciación mística para el despliegue de un sonido de geométrica espiritualidad. Un sonido que usufructuó el escapismo espacial y lo envolvió en el mejor techno de Detroit. Un laboratorio del dance dinámico en su minimalismo, poderoso en su simplicidad. Un sonido que bañó con ironía el vuelo misterioso de The Residents, epítomes del arte ‘puro’, ese que solo se produce cuando es anónimo.

Se disolverán como dueto, pero seguirán dando fuego: Thomas es dueño del sello Roulé y Guy-Manuel de Crydamoure. Mientras tanto, queda el invaluable valor agregado de su música, esa convergencia de tecnología, síntesis y poder. He ahí el secreto de su impresionante pegada en una época donde los robots antiguos se vuelven cada vez más humanos y los humanos jóvenes se comportan como robots. Por eso y mucho más el arte de Casco Dorado y de Casco Plateado es imperecedero. Decían que los robots no eran capaces de fabricar otros robots, pero la legión de bandas y solistas que influenciaron terminará revirtiendo esa hipótesis: Daft Punk es la piedra filosofal que completa la cuadratura del círculo.

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