Nunca antes hubo alguien como Edith Piaf y nunca volverá a haber alguien como ella. Y no se equivocaba al afirmarlo el director, poeta y pintor Jean Cocteau, un amigo cercano de la cantante que falleció un día como hoy hace 50 años.

París, la ciudad que la vio crecer como artista, recordará al alma de esta intérprete con un festival que hasta el domingo contará con actuaciones musicales en las calles de los barrios en los que vivió Piaf, según explicó Bernard Marchois, conservador del museo dedicado a la artista.

Pese a su figura menuda no llegaba al metro y medio de altura, su andar patoso y sus vestidos siempre negros, la fuerza encima del escenario convirtió a Piaf en un icono de la canción francesa.

El éxito musical fue acompañado de una cierta leyenda en torno a su figura: en el número 72 de la rue de Belleville de París hay una placa que recuerda el nacimiento de Piaf en los peldaños de esta casa cuando, en realidad, nació en un hospital cercano, según su partida de nacimiento.

LA HISTORIA DE LA MOME Sin embargo, es cierto que la artista francesa tuvo una niñez dura: fue abandonada por su madre y vivió con su padre, a quien acompañaba pasando el platillo cuando este actuaba como contorsionista en la calle.

Durante la infancia, Piaf también convivió con su abuela materna, que trabajaba como domadora de pulgas en un circo, y con su abuela paterna, que regentaba un prostíbulo en Normandía.

A los 15 años, la joven parisina empezó a cantar en la calle, donde fue descubierta por el dueño del cabaret Gernys, Louis Leplée, quien rebautizó a Edith Giovanna Gassion como la môme (muchacha) Piaf que, en lenguaje familiar, significa gorrión y le dio la oportunidad de actuar en su local.

La carrera musical de este icono de la música francesa levantó el vuelo en los cabarets y music halls parisienses, donde consiguió un gran reconocimiento y llegó a actuar en salas emblemáticas como Pleyel y Olympia.

LA TRAGEDIA Y PIAF Sin embargo, detrás de su éxito musical se escondían las dificultades, como la muerte de su única hija, Marcelle, a la que tuvo con 18 años, víctima de una meningitis a los 2 años.

Edith Piaf cantaba su vida, señaló Marchois, quien considera que estas experiencias vitales hicieron que en lugar de interpretar temas divertidos y alegres optara por canciones sobre el amor, algunas de ellas tan conocidas como La vie en rose.

Los triunfos profesionales fueron acompañados de una vida tumultuosa e intensa, con mudanzas constantes, dos maridos y numerosos amantes, aunque su gran amor fue el boxeador francés de origen argelino Marcel Cerdan, de quien se enamoró en Nueva York, una ciudad en la que Piaf siguió forjando su leyenda y donde cosechó grandes ovaciones, como las del Carnegie Hall.

Pocos años después, Cerdan falleció en un accidente de avión y su muerte marcó a la cantante francesa, que se dejó llevar por la fatalidad abusando del alcohol y la morfina.

Estos excesos y su insaciable hambre de amor destruyeron el alma y el cuerpo de Piaf, que murió en la localidad Placassier, en el sur de Francia. Su último deseo era morir en París y ser enterrada allí. Y así empezó el viaje fúnebre. Su cuerpo fue llevado en secreto por la noche a París, donde un médico expidió un certificado de defunción falso en el que la fecha de la muerte es el 11 de octubre y el lugar: París. Ahí comenzó el mito.