Grupo Néctar: se cumplen 10 años de su trágico accidente
Grupo Néctar: se cumplen 10 años de su trágico accidente
Juan Diego Rodríguez

Algunos fanáticos que se reunieron para darle el último adiós a Johnny Orosco afirmaron que este cumplía milagros. Al mismo estilo que con Lorenzo Palacios ‘Chacalón’, el pueblo que se reunió en la Plaza de Acho y en el Cementerio Mapfre de Huachipa atribuía poderes casi paranormales a quien en vida fue el cantante del

  

Se trataba de un héroe, padre de dos y fiel esposo, que simbolizaba el empuje y el éxito, y acababa de fallecer. “La muerte nos llegará a todos en cualquier momento. El destino ya está hecho” [sic], reveló un Orosco años antes a una estación de televisión de Huacho. Y así fue. Un día como hoy hace diez años, la ruta hacia una discoteca de La Plata, a 50 kilómetros al sur de la capital argentina, fue testigo de la tragedia automovilística. 

“Los músicos en el Perú son los poetas que muchos no leen, los sacerdotes que no visitan, los psicoanalistas que no contratan”, señala Santiago Alfaro, investigador de la cumbia peruana y jefe de la Oficina de Evaluación de la Investigación de la PUCP. “La influencia que ejercen en la construcción de identidades de los peruanos explica las pasiones que desatan cuando mueren”, agrega a modo de explicación de la santificación popular al exitoso grupo de cumbia costeña que inmortalizó canciones como “El arbolito” o “Pecadora”. 

LAS RUTAS DEL GÉNERO

La cumbia colombiana llamó la atención de los peruanos a mediados de los 60 gracias a agrupaciones como Los Corraleros de Majagual, Los Graduados o Los Teen Ager. El mercado nacional les fue tan atractivo que hasta el último grupo mencionado compuso “Cumbia en Lima”, canción en la que describieron algunos distritos de la capital: “De Colombia limeña yo te traigo / un mensaje musical que es dedicao / a Chorrillos, Miraflores, la Victoria”. 

No fue sino hasta 1968, según las investigaciones de Alfaro, que nació la cumbia peruana. “Cuatro músicos liderados por [...] Enrique Delgado Montes fusionaron la cumbia colombiana y otros ritmos tropicales con el rock sicodélico, el huayno andino y la pandilla selvática”, escribió el mismo Alfaro en “Cubamanía: historia de la música más popular en el Perú” publicado en los números 6, 7 y 9 de la revista “Phantom”. Según él, ese fue el germen de lo que posteriormente se conoció como cumbia peruana, chicha o tecnocumbia. 

Pero a casi 50 años de dicha génesis, han aparecido varias bandas (como Ravelers, La Selva, Los Truchas, Olaya Sound System, entre otros) que se han apropiado de dichos ritmos tropicales y lo reinterpretan a su estilo. Para Alfaro, sus raíces se encuentran en el último período comercial de la cumbia (2005 y 2012), caracterizado por la popularidad de las orquestas norteñas como el Grupo 5 y marcado por el accidente de Néctar. Ello captó la atención de la prensa, de la ficción televisiva (“Néctar en el cielo”, 2007) y de la opinión pública. “La convergencia de diversos procesos (como el éxito global de la fusión de música electrónica con ritmos locales) facilitó que músicos de la clase media tradicional le presten atención a la cumbia y se la apropien”, afirma hoy. “Sin duda, ello contribuye a su revaloración social. Sin embargo, sus alcances no han disuelto las jerarquías y distancias existentes entre peruanos y escenas musicales”, destaca críticamente. Una prueba: Bareto circula en festivales internacionales antes que en escenarios propios de la cumbia como el Huaralino.

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