El espectáculo coordinado por Palacio será protagonizado por la soprano rusa Viktoria Yastrebova. Foto: El Comercio.
El espectáculo coordinado por Palacio será protagonizado por la soprano rusa Viktoria Yastrebova. Foto: El Comercio.
Maribel De Paz

Acoso, abuso de poder, corrupción. Los temas que aborda una de las obras cumbres de Giacomo Puccini pareciera, por momentos, escrita para hoy. Con un sublime reparto, "Tosca" se presentará en Lima
como parte del Festival Granda, que este 2018 celebra su primera década sobre los escenarios.

Afincado en Italia, donde dirige el afamado Rossini Opera Festival en la ciudad de Pesaro, Ernesto Palacio vuelve  cada año para seguir remando las tercas aguas de la tradición lírica local. Considerado en
el parnaso de la lírica nacional junto a Alejandro Granda, Luis Alva y Juan Diego Flórez, Palacio es también director artístico del Festival Granda en Lima. Él afirma:"Era un deber con mi país contribuir con lo que sé hacer". Veamos.

—¿Qué hace de "Tosca" el mayor drama de la ópera?

Bueno, si "Tosca" está representándose en todo el mundo, no es tanto por el argumento, sino por la música, que es una de las favoritas de todos los públicos. Lógicamente, el argumento es interesante porque es muy actual también: opresión, abusos y acoso contra la mujer.

—Sobre su propia infancia musical usted ha comentado que de niño quiso un piano y le dieron un acordeón.

Sí, es verdad. Yo tendría 7 años y mi tío me prestó un acordeón. Con eso empecé. Tomaba clases de solfeo y luego llegué a la ópera por casualidad, durante un viaje en EE.UU., cuando mi papá me quiso regalar un disco y yo elegí uno que me pareció que tenía una imagen muy bonita. Era una ópera, "El barbero de Sevilla". Todavía lo tengo, de 33 revoluciones. Fue mi primera ópera. Yo no sabía qué cosa era.

—¿Era la primera vez que escuchaba ópera?

Sí, eso fue en los años 60 y yo quise imitar a los que cantaban. Así fui encontrando que tenía una cierta voz. En el colegio La Inmaculada me
pusieron de solista del coro y un día fuimos con un par de amigos –uno era Lucho Peirano– a Radio Nacional a oír un programa de sarzueleros. Allí, uno de ellos, Raúl de Zela, que era barítono, nos invitó para esa noche, que era un sábado, a casa de Rosa Mercedes
Ayarza de Morales. Y ya no salí de ahí. Nos reuníamos en su casa y se veía quién bailaba, quién cantaba, quién tocaba, quién recitaba poesía. [...] Hasta que terminé el colegio y luego tuve esta pausa religiosa en la que entré al noviciado jesuita tres años y medio.

—¿Qué lo sacó de ahí?

No, la pregunta es por qué entré.

—¿Por qué entró?

Bueno, yo siempre he creído en las cosas que hago y de manera que en ese momento pensaba así, pero lógicamente luego me di cuenta de que estaba en un sitio que no era el mío. Era un muchacho, pues, cuando todavía no se entienden bien las cosas que uno quiere… De religioso ahora no tengo nada.

—Pero sí tiene fe en el público.

Los años ya me han hecho perderla, porque el público peruano es muy difícil para la ópera, no tiene curiosidad artística. Si se les presenta una ópera que no conocen, no vienen. Vienen a ver cuatro o cinco títulos: "La Bohème", "Tosca", "La traviata", "El barbero de Sevilla" y "Carmen", por decir. Ni imaginar los títulos que pongo en el Rossini
Opera Festival y que se llenan, pero ya "El trovador" es para menos, y sí que es una ópera conocida. Hay poca curiosidad intelectual.

—¿Cada vez que viene al Perú qué es lo que más le sigue sorprendiendo que sigamos haciendo tan mal?

Bueno, el tráfico es lo más evidente; cómo se maneja en la calle, a ver quién gana al otro, cómo puede uno fregar al otro. Es la guerra de supervivencia. Y el modo tan cómodo de trabajar, de llegar siempre tarde a todo. Esas cosas llaman la atención. Y la frescura de todos de pretender entradas gratis, entradas gratis, entradas gratis, como si uno hiciera beneficencia al presentar un gran espectáculo. A la ópera se ha tomado la moda de venir gratis. No se entiende por qué.

—Ha dicho que para cantar no solo se necesita voz.

He dicho que para cantar también se necesita voz.

—Y autocrítica.

Absolutamente, porque el cantante perfecto no ha existido, ni la Callas. No es la falta de defectos lo que lleva adelante,sino la presencia de determinadas cualidades poco comunes: puede ser el timbre de la voz, puede ser el gusto, la musicalidad, tantas cosas juntas que son la base del éxito personal. 

—De usted se dice que es muy severo y no tiene pelos en la lengua.

Cuando hay alguien que me interesa verdaderamente, sí, soy así, soy bastante duro, y Juan Diego lo puede contar.

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