Jay-Z volvió con el álbum "4:44". (Foto: EFE)
Jay-Z volvió con el álbum "4:44". (Foto: EFE)
Fernando Alayo Orbegozo

Donde manda Kendrick Lamar, no gobierna . En esta nueva era del hip hop, en la que el primero ha conquistado las indomables mareas del género, gracias a trabajos como Good Kid, M.a.a.d City (2012), To Pimp A Butterfly (2015) y recientemente DAMN. (2017); el segundo apenas si se ha mantenido a flote.

Concentrado quizás en sus negocios personales (ya hablaremos de Tidal) o en sus asuntos familiares, Jay-Z entró en un letargo creativo que alcanzó su climax con el lanzamiento de dos mediocres álbumes: The Blueprint 3 (2009) y Magna Carta Holy Grail (2013). Discos que estuvieron a gran distancia de lo que había logrado en piezas centrales de su discografía, tales como Reasonable Doubt (1996) o American Gangster (2003).

El asunto pareció complicársele tras la salida al mercado de Lemonade (2016), el celebrado elepé de su esposa Beyoncé, cuyas letras lo relegaban en un segundo y oscuro plano. En clave R&B, la cantante insinuaba sus supuestas infidelidades, al mismo tiempo que se encumbraba en las listas de la mano de colaboradores ajenos al entorno marital (ahí estuvieron, por ejemplo, Jack White, Diplo, The Weeknd y el mismísimo Kendrick).

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